Argumentación y pragma-dialéctica

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Notas

1 Cuando elegimos la argumentación como nuestro tema de investigación, lo que de hecho nos motivaba era el deseo de dedicarnos a una empresa académica que superara los (en ese entonces) estrechos límites disciplinarios de la lingüística (van Eemeren) y la comunicación verbal (Grootendorst) así como nuestro común interés en estimular la participación amplia y razonable en las diversas prácticas argumentativas que son importantes para una sociedad abierta y democrática.

2 Véase van Eemeren, Grootendorst y Kruiger (1978, 1981, 1986a, así como sus equivalentes en inglés, 1984b, 1987).

3 Una diferencia de opinión existe cuando el punto de vista de alguien no es compartido con alguien más y se requiere de argumentación para resolver la diferencia de opinión de una manera razonable. Una diferencia de opinión no implica necesariamente dos puntos de vista opuestos; basta que un punto de vista se vea confrontado con una duda.

4 La doble dimensión de proceso [el argumentar] y producto [el argumento] constituye en nuestra opinión una característica fundamental de la argumentación (van Eemeren et al., 2014: 3-4). El enfoque procedimental que une las dimensiones de proceso y producto es formal en el sentido de que trata la argmuntación como sujeta a regulación o regimentación (según van Eemeren et al., 2014: 303, esto significa “formal en el sentido 3”).

5 En una conferencia inaugural que di en Estados Unidos en 1987 explicaba yo que el reconciliar las preocupaciones descriptivas y normativas es en mi opinión el principal desafío de la teoría de la argumentación (van Eemeren, 1987). En el programa de investigación que necesita llevarse a cabo para lograr este fin distinguía yo cinco componentes: el filosófico, el teórico, el analítico, el empírico y el práctico [véase cap. 3 de este libro]. Los investigadores en pragma-dialéctica regularmente se concentran en componentes específicos.

6 Los puntos de partida meta-teóricos de la pragma-dialéctica, que sirven como sus premisas metodológicas, pueden de hecho verse como respuestas constructivas frente a las principales desventajas de otros enfoques (van Eemeren & Grootendorst, 1984: 4-18; van Eemeren et al., 2014: 523-527).

7 [Nota del traductor: En lo que sigue no traduzco la frase effectiveness through reasonableness literalmente como “efectividad mediante razonabilidad”, que resulta complicada y difícil de procesar, sino por “efectividad razonable”, cuya mayor llaneza parece conservar todas las connotaciones del original.]

8 Una discusión crítica refleja el ideal dialéctico socrático de poner a prueba de forma racional cualquier convicción, no solamente aserciones sino también juicios de valor y puntos de vista prácticos sobre acciones.

9 El hecho de que las reglas de discusión crítica sean instrumentos para distinguir tales jugadas argumentativas contraproducentes demuestra su “validez respecto del problema” en cuanto código de conducta del discurso argumentativo (van Eemeren & Grootendorst, 1988a). Para que en una práctica argumentativa estas reglas sirvan como herramientas para resolver diferencias de opinión mediante argumentos, es menester además que sean aceptadas intersubjetivamente, de forma que posean “validez convencional” (van Eemeren, Garssen & Meuffels, 2009). [Nota del traductor: En la teoría de la argumentación en general y en la pragma-dialéctica en particular se busca siempre que los modelos propuestos sean válidos tanto “objetivamente” (o “con respecto al problema”, problem-validity) como “subjetivamente” o mejor dicho “intersubjetivamente” (o “de forma convencional”, conventional validity). Vale decir que el modelo debe, por un lado, resolver efectivamente la tarea misma atribuida a la argumentación (en pragma-dialéctica, resolver una diferencia de opinión), y por otro lado ser tal que los propios argumentadores humanos aceptarían la caracterización que da el modelo de lo que hacen y buscan cuando argumentan.]

10 Aunque ambos habíamos leído más allá de nuestras especialidades, yo venía primariamente de la lingüística y la filosofía del lenguaje mientras que Rob venía de los estudios de comunicación verbal. En esa época yo enseñaba pragmática y sociolingüística mientras que Rob se especializaba en escritura académica y lectura crítica. Ambos habíamos también desarrollado un interés por la lógica.

11 Dependiendo del tipo de operación analítica implicado, podemos distinguir cuatro tipos de transformación: “omisión”, “adición”, “permutación” y “substitución” (van Eemeren & Grootendorst, 1990; van Eemeren et al., 1993: 61-86; van Eemeren & Grootendorst, 2004: 100-110). [Nota del traductor: Se trata de las cuatro operaciones clásicas de la retórica antigua que Quintiliano agrupará luego como quadripartita ratio o método cuatripartita para la identificación de errores en el discurso (Institutiones oratoriae, libro I, cap. 5). Todo parece indicar que el método tiene su origen en una doctrina aristotélica o post-aristotélica sobre los modos de corrupción (cf. Filón de Alejandría, De aeternitate mundi, cap. 22).]

12 Esta monografía se basa de hecho en publicaciones previas en holandés (van Eemeren, Grootendorst & Kruiger, 1983, 1984a, 1986b). Para términos y conceptos relevantes véase también van Eemeren, Grootendorst and Snoeck Henkemans (2002).

13 Van Eemeren y Houtlosser (2007), quienes introdujeron el concepto normativo de perfil dialéctico, lo definieron como una visión de conjunto de los patrones secuenciales de jugadas (rutas dialécticas) que los discutidores están autorizados (u obligados) a hacer en una cierta etapa o sub-etapa de una discusión crítica a fin de resolver una diferencia de opinión con base en los méritos de los argumentos ofrecidos. En la investigación empírica cualitativa un perfil dialéctico puede ser un diseño heurístico para (1) capturar las jugadas argumentativas que sean analíticamente relevantes —es decir, potencialmente relevantes para resolver la diferencia de opinión— en un punto particular de una etapa particular de una discusión y luego (2) para identificar las expresiones indicativas de tales jugadas.

14 En algunos casos se llevaron a cabo réplicas del estudio, a veces para apoyar interpretaciones, a veces para excluir explicaciones alternativas y de esa manera garantizar la validez interna, a veces para optimizar la validez externa. [Nota del traductor: La validez interna de un experimento se comprueba variando los observables asociados a los conceptos de interés (en este caso, los ítems del test), la externa utilizando muestras de poblaciones diferentes. En el caso de estos experimentos, era muy importante, para la validez externa, replicar los experimentos con poblaciones culturalmente diferentes a la original holandesa. Para un ejemplo, véase cap. 9 de este libro.]

15 El dar cuenta del diseño estratégico como parte integrante de la teoría debe también ayudar a desarrollar métodos más sofisticados para mejorar la producción oral y escrita de discurso argumentativo.

16 El acercamiento entre enfoques dialécticos y retóricos a la argumentación se ve también estimulado, aunque no siempre de la misma manera, por estudiosos de la comunicación como Wenzel (1990) y por lógicos informales como Tindale (2004). Recibe también apoyo por parte de las políticas de la Sociedad Internacional para el Estudio de la Argumentación (ISSA [con sede en Holanda]), por parte de las revistas Argumentation, Informal Logic, Argumentation and Advocacy, y por parte de los organizadores de algunos congresos realizados de manera conjunta.

17 Las tres hipótesis están conectadas de cerca con la visión teórica que tenemos de las relaciones entre argumentación y efectividad —en el sentido de ser convincente— que expuse con Grootendorst en Speech Acts in Argumentative Discussions (van Eemeren & Grootendorst, 1984 [trad. esp., 2013]).

18 Este tipo de investigación sobre efectividad constituye un complemento pragma-dialéctico de inspiración crítica respecto de la investigación al uso sobre persuasión (que no es dialéctica). La preferencia pragma-dialéctica por la etiqueta “investigación sobre efectividad” en lugar de “investigación sobre persuasividad” está motivada ante todo por el hecho de que, el término efectividad, a diferencia del término persuasividad no está exclusivamente conectado con la etapa de argumentación sino que pertenece también a las jugadas argumentativas hechas en otras etapas de la discusión, tales como proponer puntos de partidad en la etapa de apertura y formular el resultado de la discusión en la etapa de conclusión.

19 Véase el análisis de efectos “de interacción” (perlocutionary) en van Eemeren y Grootendorst (1984: 63-74) y en van Eemeren (2010: 36-39).

 

20 Tanto en el experimento original como en la réplica que llevamos a cabo a fin de estar en mejor posición de generalizar los resultados, los ataques abusivos directos se rechazaban consistentemente como jugadas no razonables en la discusión mientras que los ataques personales legítimos invariablemente fueron vistos como razonables. En cambio, los ataques abusivos “disfrazados” que se presentan como respuestas al uso incorrecto de la autoridad fueron juzgados como substanciamente más razonables que los ataques directos abiertamente falaces.

21 Utilizo el término institucional aquí en un sentido amplio, con lo cual no me refiero solo a las organizaciones establecidas del derecho, la administración y las escuelas, y mucho menos solo a las prisiones, las clínicas mentales y el ejército, sino que me refiero a todos los macro-contextos social y culturalmente establecidos en los que se han desarrollado, tanto de manera formal como informal, prácticas comunicativas convencionalizadas, e incluyo también las de la esfera interpersonal. Como Searle (1995), veo a las instituciones como sistemas para atender los derechos y deberes caracterizados por reglas socialmente construidas y sus correspondientes sanciones (van Eemeren, 2010: 129).

22 En pragma-dialéctica, los tipos de actividad comunicativa se definen como prácticas comunicativas cuya convencionalización está al servicio de las necesidades comunicativas específicas instigadas por las exigencias institucionales de un cierto dominio (van Eemeren, 2010: 139-145). El enfoque pragma-dialéctico se vincula con el “institucionalismo de elección racional” tal como lo practica el llamado Nuevo Institucionalismo. De acuerdo con Hall y Taylor, el institucionalismo de elección racional en el dominio político atrae nuestra atención hacia “el papel que la interacción estratégica entre actores juega en la determinación de resultados políticos” (1996: 951).

23 Fairclough caracteriza un “género” de actividad comunicativa ampliamente como “una manera socialmente ratificada de usar el lenguaje en conexión con un tipo particular de actividad social” (1995: 14).

24 Solamente cuando un tipo de actividad comunicativa es inherente, esencial o predominantemente argumentativa, o en todo caso cuando la argumentación por accidente juega un papel importante en ella, vale la pena hacer una caracterización argumentativa de ese tipo de actividad comunicativa.

25 Usar el modelo de discusión crítica como punto de referencia analítico en todos los casos no solamente sirve para garantizar una evaluación consistente y coherente de la dimensión argumentativa de todos los tipos de actividad comunicatuva, sino que también sirve para unificar la comparación de unos con otros. De esta manera la diversidad no es un punto de partida relativista, sino el resultado, basado en ver las cosas como son en realidad, de una comparación sistemática de las diversas manifestaciones de la realidad argumentativa.

26 La pragma-dialéctica distingue entre, por un lado, precondiciones institucionales “primarias”, las cuales tienen en general un carácter oficial, usualmente formal, y a menudo procedimental, y por otro lado precondiciones institucionales “secundarias”, las cuales no suelen ser oficiales ni formales y a menudo son substantivas (van Eemeren & Garssen, 2010, 2011).

27 Otros proyectos de investigación pragma-dialéctica se enfocan, por ejemplo, en las peculiaridades del discurso argumentativo en el parlamento holandés (Plug, 2010, 2011) así como el uso de argumentación pragmática en el contexto de debates legislativos en el parlamento británico (Ihnen Jory, 2010, 2012).

28 Van Eemeren y Garssen (2010, 2011) llaman a tales precondiciones institucionales que no son constitutivas, pero igual están indisolublemente vinculas con un cierto tipo de actividad comunicativa, precondiciones de segundo orden.

29 Cuando hablo de patrones argumentativos estereotípicos me refiero a patrones que son característicos del tipo de actividad comunicativa en que ocurren. Son característicos porque sirven para realizar el propósito institucional del tipo de actividad comunicativa. Es razonable pensar que en la práctica estos patrones argumentativos instrumentales se encontrarán de hecho en especímenes de ese tipo de actividad comunicativa; pero el que sean estereotípicos no significa que ocurran necesariamente con frecuencia en ese tipo de actividad comunicativa, mucho menos que siempre estén presentes. Si el lector piensa que el término estereotípico está demasiado fuertemente asociado con la idea de frecuencia absoluta o relativa, le pido que lo substituya por el término característico o algún otro que no conlleve ese sentido cuantitativo.

Capítulo 2

El papel de la lógica en el análisis y la evaluación de argumentos
Frans H. van Eemeren
1. Introducción

¿Cuál es la relación entre lógica y teoría de la argumentación? La respuesta a esta pregunta depende, por supuesto, en gran medida de la manera en que se conciban y definan la lógica y la teoría de la argumentación. Según se opte por conceptos diferentes de una u otra, se dará en pensar que no hay ninguna relación entre ambas, que son lo mismo, que la lógica es parte de la teoría de la argumentación, que ésta es parte de aquélla, o que es verdad alguna variante más compleja que cualquiera de estas alternativas. Reconociendo que se puede optar por una interpretación distinta a la mía, inicio mi intento de responder a la pregunta por la relación entre la lógica y la teoría de la argumentación con una indicación general de cómo entiendo una y la otra.

Plenamente consciente del hecho de que el término lógica se usa de otras maneras, me ajusto a la usanza moderna refiriéndome al estudio del razonamiento que se puede especificar con mayor precisión como lógica formal. Además, aunque sé que la lógica formal puede tomarse como cubriendo una empresa académica más amplia, cuando hable de lógica me estaré refiriendo al estudio de la validez formal de formas argumentales. De acuerdo con lo explicado en el capítulo introductorio del manual Fundamentals of Argumentation Theory (van Eemeren et al., 1996: 5-12), considero al estudio de la validez de las formas argumentales el “asunto medular” de la lógica. Afortunadamente no soy el único en adoptar esta perspectiva. El eminente lógico Johan von Benthem, para dar un solo ejemplo, caracterizó la lógica en un artículo reciente para la revista Cogency como “un estudio matemático normativo de los patrones inferenciales válidos” (2009: 14).

Por otra parte, la teoría de la argumentación es, desde mi perspectiva, el nombre del estudio descriptivo y normativo dirigido a resolver una diferencia de opinión de acuerdo con los méritos de los argumentos presentados. Al igual que en el primer capítulo del recientemente publicado Handbook of Argumentation, sostengo aquí que el objetivo general de la teoría de la argumentación puede especificarse como sigue (van Eemeren et al., 2014: sección 1.2):

(1) dar cuenta descriptivamente de los componentes del discurso argumentativo que juntos constituyen el punto del que arranca la argumentación;

(2) dar cuenta normativamente de los criterios para evaluar el punto del cual arranca la argumentación, cuidando que esos criterios sean apropiados para un juez racional que juzga razonablemente;

(3) dar cuenta descriptivamente de los componentes del discurso argumentativo que juntos constituyen la manera en la cual la argumentación está ordenada y dispuesta;

(4) dar cuenta normativamente de los criterios para evaluar la argumentación tal como ella está ordenada y dispuesta en el discurso argumentativo, cuidando que esos criterios sean apropiados para un juez racional que juzga razonablemente.

A lo que entiendo, la división del trabajo entre la lógica y la teoría de la argumentación es como sigue. La lógica se ocupa del razonamiento y se concentra primariamente en la validez formal de las formas argumentales que subyacen a los productos del razonamiento. La teoría de la argumentación en cambio se ocupa de la argumentación y se concentra primariamente en la forma procedimental y la corrección del discurso argumentativo a la hora de resolver una diferencia de opinión sobre la base de los méritos de los argumentos que se presenten.1 Puesto que la argumentación siempre incorpora el razonamiento, la teoría de la argumentación necesariamente incluye ciertos aspectos del estudio del razonamiento, pero no solamente los formales. Además, junto con otros factores pragmáticos propios de un intercambio argumentativo, hay que tomar en cuenta aspectos informales del razonamiento que solamente pueden considerarse “formales” en un sentido procedimental. Ni que decir tiene que valoro mucho las contribuciones que al estudio del razonamiento y la argumentación hacen esos colegas míos que se llaman a sí mismos lógicos informales.2 Sin embargo, en vista de las definiciones que tomo como punto de partida, esas contribuciones deben contarse, para mis propósitos, como parte de la teoría de la argumentación. Después de todo, como los otros teóricos de la argumentación, los lógicos informales toman en cuenta, junto a la validez (formal o informal), también cualidades del discurso argumentativo tales como la relevancia, la suficiencia, y la verdad o aceptabilidad (Johnson & Blair, 1994).

En este capítulo parto de la perspectiva pragma-dialéctica de la argumentación que hemos desarrollado en Amsterdam (van Eemeren & Grootendorst, 1984, 1992, 2004; van Eemeren, 2010). Ello significa que considero la argumentación como un acto complejo de comunicación e interacción que consiste en actos verbales dirigidos a convencer a un juez racional que juzga razonablemente acerca de la aceptabilidad de un punto de vista en disputa. En la perspectiva pragma-dialéctica la argumentación es parte de un intercambio crítico dirigido a que una diferencia de opinión —real, anticipada o proyectada— sea resuelta sobre la base de los méritos de los argumentos que se presenten. El discurso argumentativo que se desarrolla en este intercambio puede analizarse y evaluarse con la ayuda de nuestro modelo de discusión crítica, el cual especifica (a) las etapas por las que el discurso argumentativo debe pasar a fin de que la diferencia de opinión se resuelva por mérito argumental, (b) los actos verbales que son pertinentes al proceso de resolución en sus varias etapas, y (c) las reglas de discusión que son instrumentales en este cometido. Indicaré en este capítulo cuál es el papel que la lógica juega (1) en la reconstrucción sistemática del discurso argumentativo, (2) en el análisis del discurso en términos de una discusión crítica, y (3) en la evaluación de las jugadas argumentativas hechas de acuerdo con las reglas de la discusión crítica.

2. El papel de la lógica en la reconstrucción de premisas inexpresas

En el discurso argumentativo ordinario es perfectamente normal que la argumentación y otras jugadas argumentativas permanezcan en parte implícitas o contengan actos verbales llevados indirectamente a cabo. Puede haber premisas inexpresas que son componentes indispensables de la argumentación, pero también puede ser el caso que quede inexpreso incluso el punto de vista que ella defiende. Desde una perspectiva pragmática esto no significa automáticamente que en casos tales el discurso sea defectuoso. Necesitamos llevar a cabo un análisis cuidadoso a fin de establecer con precisión de lo que podemos considerar responsable al argumentador.

La identificación de puntos de vista inexpresos es a veces bastante simple. Por ejemplo, a una mujer que argumenta que “Todos los académicos son curiosos y Pedro es ciertamente un académico genuino” se le puede considerar responsable de la proposición “Pedro es curioso”. Si añadimos “Pedro es curioso” como la conclusión del argumento cuyas premisas expresas son “Todos los académicos son curiosos” y “Pedro es (ciertamente) un académico genuino”, entonces llegamos a un argumento lógicamente válido.3 Si suponemos que una persona que dice “Todos los académicos son curiosos y Pedro ciertamente es un académico genuino” está planteando una argumentación, y suponemos que en su argumentación desea obedecer las reglas pragmáticas de comunicación,4 entonces es legítimo pensar que esa persona sostiene el punto de vista de que Pedro es curioso. En principio las premisas inexpresas pueden reconstruirse de esta manera con ayuda de las reglas pragmáticas de comunicación y usando la lógica. Sin embargo, en muchos casos no es fácil decir exactamente cuál premisa inexpresa debe añadirse a un argumento incompleto, ya que existen varias posibilidades.

 

Al igual que en la reconstrucción de otros actos verbales implícitos o indirectos que pueden considerarse sobreentendidos en el discurso, a la hora de determinar —partiendo de las premisas y punto de vista explícitos— qué es lo que razonablemente pueden estimarse ser las premisas que quedan inexpresas en el discurso, nos basamos en conocimientos adquiridos por la pragmática acerca de las reglas de comunicación. Sin embargo, una herramienta heurística adicional que puede aplicarse a la reconstrucción de premisas inexpresas es el criterio de validez lógica, ya que la argumentación siempre involucra un proceso de razonamiento. Tomado literalmente, tal como se presenta en el discurso, si en un argumento subyacente a una argumentación se ha dejado sin expresar una premisa cualquiera, entonces ese argumento es inválido. Si empero la argumentación se analiza como transmitiendo un acto verbal indirecto, podemos añadir la premisa que falta y con ello corregir la invalidez. De esta manera, cuando usamos el criterio de validez que proporciona la lógica como herramienta heurística para la reconstrucción de premisas inexpresas, alcanzamos una posición bien pensada desde la cual podemos montar una reflexión pragmática posterior acerca de cuál debe ser la premisa inexpresa en el caso que nos ocupa.5

Si la reconstrucción de premisas inexpresas en el discurso argumentativo se lleva a cabo de esta manera, el análisis ocurre tanto en un nivel pragmático como en uno lógico, siendo el análisis lógico un procedimiento heurístico que nos sirve de instrumento para el análisis pragmático. En el nivel pragmático el análisis se dirige hacia la reconstrucción del acto verbal complejo realizado por quien plantea una argumentación, mientras que en el nivel lógico lo que se reconstruye es el razonamiento subyacente a la argumentación. Aunque a la hora de reconstruir el razonamiento de que se trata, recurrimos a un criterio de validez lógica, esto no nos compromete automáticamente a un “deductivismo” dogmático, como parecen temer algunos colegas preocupados (Govier, 1987: 81-104). Me enorgullecería ser “deductivista”, pero lamentablemente no lo soy.6 Cuando me ocupo de casos ilustrativos de premisas inexpresas me restrinjo por simplicidad al uso de las lógicas más familiares: la proposicional y la de predicados de primer orden. Para ciertos otros casos, sin embargo, podrían ser más apropiados otros tipos de lógica deductiva o no deductiva.

Un hablante que realiza el acto verbal complejo de argumentar lo hace para convencer al oyente de que su punto de vista es aceptable. Por la condición de responsabilidad de este acto verbal el oyente tiene derecho de asumir que el hablante mismo cree que la argumentación es una defensa aceptable de su punto de vista; si el hablante no cree esto, es culpable de manipulación o engaño. Por la condición preparatoria del acto verbal, el oyente también tiene derecho de asumir que el hablante cree que el oyente aceptará su argumentación; si el hablante no cree esto, la realización del acto verbal es, visto desde su perspectiva, carente de sentido. Si el hablante es sincero y no cree que su argumentación carece de sentido, eso significa también que asume que el oyente estará inclinado a aplicar los criterios de aceptabilidad que él aplica. Estos criterios incluirán el criterio de validez lógica: por la condición de responsabilidad podrá asumirse que el hablante cree que el argumento que subyace a su argumentación es válido, y por la condición preparatoria podrá asumirse que cree que el oyente creerá esto también.

Si una interpretación literal de la argumentación produce un argumento inválido, como es el caso cuando se trata de premisas inexpresas, el hablante parece haber realizado un acto verbal fútil, violando así la cuarta regla de comunicación, “No te desvíes del asunto [Keep to the point]”. También puede parecer que ha sido insincero y así que ha violado la segunda regla de comunicación, “Se honesto”. Sin embargo, el discurso argumentativo debe analizarse sobre la base de que el hablante observa el Principio de Comunicación y desea, en principio, seguir todas las reglas de comunicación. Por lo tanto, el analista debe examinar si es posible complementar el argumento inválido de tal manera que se vuelva válido. Si es en efecto posible añadir una proposición al argumento inválido que lo haga válido, las violaciones de la segunda y cuarta regla se disuelven. La violación se disuelve al tratar la premisa inexpresa como un tipo especial de acto verbal indirecto que el argumento transmite implícitamente.

Hay, por supuesto, varias maneras de aumentar un argumento incompleto a fin de hacerlo válido. Sin embargo, una premisa inexpresa sólo es pragmáticamente apropiada si la reconstrucción es conforme a todas las reglas de comunicación. Así, no es suficiente que la premisa añadida haga válido el argumento. Cuando se identifica una premisa inexpresa, la pregunta acerca de cómo elegirla de entre una variedad de candidatos diferentes puede ser más fácilmente respondida si, como parte del procedimiento heurístico —sin perder de vista que en algunos casos otras heurísticas podrían ser más apropiadas— se distingue entre un “mínimo lógico” y un “óptimo pragmático”. Puesto en el molde de la lógica proposicional, el mínimo lógico puede definirse como la oración “si…, entonces…” que se construye tomando la premisa explícita del argumento como antecedente y la conclusión como consecuente. Así, el mínimo lógico viene a conectar las partes de la información que ya están presentes. Todo lo que hace es afirmar explícitamente que está permitido inferir la conclusión dada a partir de la premisa dada, puesto que el argumento válido que resulta de añadir la premisa tiene la forma de modus ponens.

Si este es el mínimo lógico que se identifica como premisa inexpresa, se atribuiría al hablante innecesariamente una violación a la tercera regla de comunicación, “Sé eficiente”, ya que tal mínimo lógico no contribuye nada nuevo. Del mero hecho de plantear semejante argumentación se desprende claramente que el hablante asume que esta conclusión se sigue de esta premisa. Pragmáticamente, este añadido es por ello superfluo. Si el contexto y la situación lo permiten, esta violación debería remediarse reconstruyendo el óptimo pragmático que esté plenamente de acuerdo con las reglas de comunicación. Partiendo del mínimo lógico, el óptimo pragmático debe reconstruirse tomando en cuenta toda la información textual, contextual, inferencial y de transfondo, que ayude a prevenir que se viole la regla 3 o cualquier otra regla de comunicación. Básicamente, esto es un asunto de reformular el mínimo lógico de manera tal que se vuelva tan claro (“Regla de Claridad”), sucinto (“Regla de Eficiencia”) y atingente (“Regla de Relevancia”) como sea posible sin atribuir ningún compromiso al hablante del que no se pueda dar cuenta (“Regla de Responsabilidad”). Por ejemplo, en “Pedro es un académico genuino, por tanto es curioso”, esos requerimientos se llenan añadiendo “Los académicos genuinos son curiosos”. El mínimo lógico sobre cuya base se reconstruye el óptimo pragmático (“Los académicos genuinos son curiosos”) es aquí: “Si Pedro es un académico genuino, entonces es curioso”.

Cuando se “pragmatiza” el mínimo lógico, los factores decisivos son el transfondo sobre el cual, y el contexto en el cual, tiene lugar la argumentación, ya que ellos determinan en primer lugar si se justifica una cierta generalización o especificación del mínimo lógico como óptimo pragmático. Si en una conversación ordinaria el hablante dice que Pedro es un académico genuino y que por ello es curioso, ese hablante se ha comprometido al mismo tiempo con la proposición de que los académicos genuinos son curiosos. Afirmar aquello y negar esto llevaría a una inconsistencia pragmática. Sin embargo, siempre hay peligro de que la premisa que se añada vaya demasiado lejos, de manera que se atribuya al hablante más que aquello de lo que podemos tenerlo por responsable. El analista debe determinar lo que podemos decir que es responsabilidad del hablante sobre la base de lo que ha dicho en el contexto en cuestión, y si la premisa que le atribuimos pertenece realmente a sus compromisos.

En algunos casos el contexto permitirá al analista atribuir compromisos más detallados o que van más lejos de lo que encontramos en el mínimo lógico. Así por ejemplo, puede ocurrir que en una etapa anterior de la conversación el hablante dijo algo que apoya una reconstrucción más específica del óptimo pragmático. Desgraciadamente el contexto y las demás fuentes pragmáticas no siempre proporcionan la suficiente claridad como para decidir si podemos reconstruir un óptimo pragmático que vaya más lejos que el mínimo lógico. En algunos casos es difícil encontrar candidatos más informativos para aquello que podemos decir que es responsabilidad del hablante, con lo cual el analista tiene que navegar entre los escollos de la trivialidad y la falta de compromiso. Aunque esto no ocurre demasiado a menudo en el discurso argumentativo contextualizado, el analista puede verse obligado a considerar al mínimo lógico como óptimo pragmático.7