Espléndida iracundia

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Cesáreo Martínez

(Cotahuasi, 1945 - Lima, 2002)

Cinco razones puras para comprometerse (con la huelga). Lima: Quipu, 1978.

Donde mancó el árbol de la espada y arcoíris (Bando para que la dirigencia se alinee con las masas). Lima: Campo de Concentración, 1980.

Celebración de Sara Botticelli. Lima: Haraui, 1983.

El sordo cantar de Lima. Lima: Ediciones de los Lunes, 1993.

PROEMA

Yo quería pintar un poema muy audaz

Una visión fugaz o cualquier otro animal imprevisible

Quería trabajar precisamente en un poema fundamental

Algo que al ser rozado produzca muchos arcoíris

o la muchacha del cuello que filosofa y camina

Es decir un poema que se exalte y tenga hijos

Quise ver al monstruo en su estado puro y atacarlo

entre las frases del jardín

Un poema de factura insospechada que jamás se deprima

Más bien un animal sagrado cruzando Colmena Izquierda

Un árbol muy común pero que en el bosque no se pierda

Yo quise pintar un torrente de ojos fantásticos

Que se ame a sí mismo y se detenga en cada esquina

Inclusive quise que apareciera en la televisión

No es exageración pero yo quise pintar un poema y no otro

Un poema que se agite, suba las gradas de su casa,

penetre en su cuarto,

abra las ventanas y exponga su largo cuello al rocío

Pues yo quise pintar precisamente el poema que ves en la ventana

El poema que jamás se deprime, tira las ventanas al viento,

baja las gradas de su casa

y viene volando a abrazarme.

de Celebración de Sara Botticelli

EL SORDO CANTAR DE LIMA

I

Está abriéndose la noche.

Está abriéndose el tiempo.

La gran puerta de Lima se está abriendo.

hay un estruendo como de cielos que crujen,

como de hombres que crujen.

Oigan animalitos y hombres desterrados, la puerta de Lima

está abriéndose.

Veamos. Un solo grito más, una sola señal humana

sufriente,

y habrá pasado el primer hombre.

Con su temeroso cargamento de amuletos y arco iris, ellos,

los desterrados,

estamos sacudiendo la puerta de Lima.

Ahora ya está abierta para todos.

Mostrando sus entrañas de locura y agua muerta, la ciudad

de Lima esta aquí.

Inclusive para los raudos pájaros de cantar nocturno, abierta

para los rayos del sol.

Oscurecidos por la indiferencia, encallecidos por el sol,

penetremos ahora.

La tierra está humeando. Y en tu rostro aún gimen

las briznas de la noche.

He dejado a descansar mi caballo brioso y he plantado

mi cabeza en el arenal.

Mis brazos en el arenal. Y estos ojos transidos de vigilia

en el seco arenal.

He desparramado mi cabeza entre las arenas. Aquí es donde

alcanzará alguna belleza.

O tal vez, con sus horrendos zumbidos, estos locos vientos

la despeñen en el desatino,

irremediablemente en el desatino.

Las arenas retienen la calentura para la noche.

Pero la noche,

lo sé, tardará mucho.

He de hacerme un espacio para entonces,

un espacio de verdura y aguas vivas,

pero que no exceda el tamaño de mi familia.

Vuelve mi cabeza. Se sacude se extiende se extraña

y se olvida.

Tensada por el aire,

tristemente atenazada por las abluciones de estos vientos,

se olvida.

Ahora el sol asciende con malicia.

El mismo sol que abunda y merodea tanto tiempo

en los cielos, tanto tiempo abundando

sobre nosotros, sin embargo lejos de nosotros.

He plantado mi choza en los alrededores, donde los dioses

disputan un espacio a las ratas.

Pero las ratas, con sus ojos azorados, invierten el tiempo

de los hombres.

Y el tiempo de los dioses parece que ha concluido.

II

No es el día ni es la noche.

Sólo amanece o anochece; no lo sé.

Una sombra quebradiza se arrastra oscureciendo el aire

y la visión de las cosas.

No hay rastros de dioses ni la pezuña gris de las bestias

oliendo el arco iris.

Sólo amanece o anochece. No lo sé ni podré ya saberlo.

Seca y sorda es esta tierra.

Seca y sorda para mis sentidos (que ya no sienten); para mis

ojos que sabían tantear en la oscuridad.

Atrás, muy lejos, aúllan los abismos cirniendo la arena azul

del tiempo.

Sé que esos aullidos tienen una voz para mí. Una señal sutil

que salvaría mi cuerpo.

Pero ya no entiendo su parloteo; ya no percibo su mensaje.

No puedo volver la cabeza.

Algo atroz como los reflejos del sol en la nieve

me lo impide.

No puedo enderezar mis ideas.

Sólo tiemblo y habito en silencio.

No sé si amanece o anochece. Es incierta esta hora

y el miedo amenaza desde cualquier lugar.

Presintiendo que entraba en otros abismos, abrí los ojos

para no extraviarme,

Ni de día ni de noche. Sólo la tenaz niebla arrastrando

este mundo.

Sólo este chirriar de la niebla atormentando mis ojos.

Abro el corazón, entonces, para ver mejor. Mas el corazón

está flojo, pesado pedernal de niebla.

La gran puerta de Lima es la niebla. Sus patios y despensas

son de niebla.

Nacen en la niebla. Comen y se ayuntan en la niebla.

Si sueñan, sus sueños son de neblina.

En Lima sólo amanece o sólo anochece. No es el día,

que es perfecto y hecho de urgencias.

Ni es la noche, que es cerrada tutaytuta.

Penetré en la niebla a tajo abierto. Abrí la niebla para que

mis pies conocieran las arenas.

Y las arenas al principio calentaron mi corazón. Entonces

toqué las puertas de niebla.

Toqué las grandes y las chiquitas. Toqué las puertas

diminutas.

Aquéllas que son alumbradas por la esperanza y la sombra

de quien llega.

Pero jamás llegué. Descansé mucho para llegar tarde

sobre las arenas de la niebla.

La niebla es buena en Lima. Pero no es la noche.

No hay noche ni día en Lima.

Entre la niebla es difícil saber quién te habla, quién te

ama,

quién te escupe.

Puede estar abierta la ciudad. Puede estar despierta

o dormida.

O pudieron haberla trastornado.

Pero la niebla te arrastra haciéndote extraño a ti mismo.

Urgido de sol trago niebla. No me equivoco. Transito bajo

la niebla ceremoniosamente.

Ahora ya no podré volver la cabeza.

Siento arder mis ojos y temo la enorme sombra de los

cerros que aún crece en mi memoria.

III

Visto el sol

Sólo el sol. El único

Es decir el cínico

El que se zafó de mí y vino a sentarse

a esta mesa

Veámoslo arder:

Sólo bajo este sol sentencioso

hablará la sabiduría.

Y cantará para todos

Y todos los animales brillarán

Sacudiendo sus cuerpos deformes bailarán

Clavando sus garras en la tierra danzarán

Ya verán. El sol besará a todos

Y todos lo besarán

Diminutos para el sol

Oscuros para el sol arden los hombres

Solo el sol de quinientos mil años

El sol sólo de quinientas mil barbas

Sólo el sol siempre solícito

El que se zafó de mí y se fue saltando

a danzar con ustedes

El verde sol oscuro

El que desata el arco iris

Este que nos abandona sin inmutarse

El que se quita y nos deja llorando

El purísimo sol arcaico

Este novísimo sol incaico

El que se zafó de ti y vino llorando

a encender mis sueños

Este rico sol de los pobres

Este más rico sol de los más pobres

Sólo el sol siempre solícito

No este que está arriba

Sino el que está más arriba

El que está en el cielo de Lima

El único. Sólo el sol

El sol de Lima.

IV

¿Dónde están ahora los dioses?

Bajo esta sorda tierra no se mueven.

Tal vez estén ocultos, dominando con sus alas

otros mundos,

otros resplandores.

Tal vez. Tal vez.

Dónde están ahora que profano sus nombres,

convocándolos a esta danza,

incitándolos a que bailen y se pronuncien.

Porque si no danzan, consideraremos que han perecido.

Hace tiempo que no se escucha el dulce canto de la torcaza

y sé que esta mañana

nuevamente será de urgencias. Y sé que hacia el mediodía

arderá la bruma.

Ni dioses, ni bestias.

Sólo estos hombres, carcomidos por el uso de las auras,

 

sintetizados por la luz,

discurriendo bajo la niebla,

Tan atentos a las cosas, entresacados de las cosas,

sin la capacidad

de nombrarse a sí mismos, sin la potencia ya de un grito.

¿Hacia dónde encaminas ahora tus pasos, presuroso

corredor de los ceros,

antaño tronador de las eras?

Con la mirada incierta mides el declive de los edificios

donde tú mismo,

a la hora de la existencia, habrías cambiado de plumaje.

Escuchas el trotar de la muchedumbre (¿hacia dónde van?)

y aguaitas

el interior de las casas; intuyes que todo bien.

Todos están vivos pero nadie te ha visto; ninguna sombra

se ha topado con tu sombra.

Habitas. Solamente habitas.

Sin embargo presumes que existes.

Ellos escrutaron tu rostro mas tu cuerpo se mantiene

intacto.

Tu cerebro camina pero esta mañana ha gemido tanto;

salvado de las charcas,

tu cerebro ha explotado muchas veces.

Pero tu cerebro trabaja y tus brazos descansan esperando

el abrazo de tus bestias.

Animalito citadino, reconoce tus alimentos.

Ya es mediodía.

Ha caído la bruma y la hambruna.

Sobre los techos de las casas repta la bruma.

Sobre los pechos de los hombres crepita la hambruna.

Ni dioses, ni bestias.

Melanio Ataucuri Sono, sobre tus ojos violentos

ha caído la bruma.

V

Algo de paz, Señor

Hay un estruendo como de hombres que crujen

Sobre las alas de la luciérnaga se viene la noche

Y pronto nos habrá engullido a todos por igual

Un hombre vestido de hombre contempla el horizonte

desde el puente de Chosica

Y allá en el cielo no hay menos rojo que azul; aunque

el ocre ya se insinúa

Este hombre ha perecido tanto durante el día

En el día ha mutado tanto que ya no tiene memoria

Sólo la baranda del puente, Señor, resiste su temblor

Rencorosas bajan las aguas del río ya sin sol

Y las sombras, vengativas, ascienden por el valle

Es la hora de los deslindes entre el cielo y la tierra

La hora en que la simple luciérnaga lo dice todo

El hombre ha Vuelto la cabeza del lado de los vientos

Es que necesita aire para seguir pereciendo

Ahora el cielo ha completado su telar ocre

Animal insurrecto, el río, ha levantado la voz

Sobre los ruidos humanos, Señor, el río ha levantado

su voz

Pero el hombre está allí, perplejo y maravillado

La escena del horizonte lo tiene embrujado

Aunque, al parecer, es el crepúsculo quien gime

Como una fiera descubierta en su acto sagrado, gime

Que esta visión sea, por hoy, su recompensa.

de El sordo cantar de Lima

Armando Rojas

(Huancabamba, 1945 - París, 1986)

Bosques. Lima: Arte/Reda, 1973.

S & Q. París: L’Oiseau-Felin, invierno 1978-1979.

Après la brève lumière du jour / Tras la breve luz del día. París: Belacque Press, 1979.

Le soleil dans le miroir / El Sol en el espejo. París: Ceteclam Editeur, 1983.

Arte de granujas. Lima: Antares, 1987.

• “Gaviotas en el lienzo”. Lienzo 12. Lima: Universidad de Lima, diciembre de 1991.

COMO QUERIENDO HALLAR UN CIELO QUIETO

Escribiré una y otra vez y alguna vez

este poema

hasta que en la colina no haya árboles

Ni césped ni testigos

Tampoco haya sol y la casa en verano

esté iluminada por las pobres palabras

Escribiré mil veces sobre el musgo

Como queriendo hallar un suelo quieto

El único lugar que escapa al pico del verdugo

En este yermo vivir tal vez es bueno

y nunca faltan cuerpos, ángeles extraviados

Pero fatiga, el tiempo y muchas

son las palabras falsas o sangrantes

A veces hay espejo, lámpara, botella,

que se quiebran se quiebran se quiebran

Su diálogo de amor son alaridos

intermitentes en tu sueño, en mis gastadas

páginas: Escríbelo

Y es imposible entonces corregir

Con tinta falsamente clara retrazar el huidizo

corazón que nos falla.

de “Gaviotas en el lienzo”

QUÉ SOSTIENE TU CUERPO EN EL VACÍO

qué sostiene tu cuerpo en el vacío

pájaro gris

pájaro tus ojos

qué levantan

de la cola del viento

y en el cielo manchado

de hollín qué mundos aleatorios

avellonan tus alas y

rompen sus sonidos

sobre yertos cabellos

si resplandeces

y en equilibrio alzas

montes cuerpos ciudades y

nada te es ajeno y

en tus alas van y

vienen planetas

girando

y arremolinándose en

el aire sopla

y desciende.

TIRA SI PUEDES LOS PECES EN EL RÍO

a janín

tira si puedes los peces en el río

y fluyan sus formas oscuras en el fondo

y asome tu cabeza

bajo el ave que extingue las colinas

de marzo sétima viña

alturas murmurando sin término

cuando la noche cae y

sus brotes encienden

collados esbeltos

astros encima

en el viento que es

viejo loco subiendo

y bajando

mientras el cielo vibra

y lanza sus dioses a la pradera oscura

y no vamos sino

hurgando crías de luz en la corriente

yendo y viniendo en las almenas

extraviados en la altura que palidece

y emprende vuelo en las hojas

que aprisionan la música del aire

a medianoche

de Bosques

SOBRE AGUA

Estoy llorando

En lo rojo de la tierra

Torrentes de metal y qué podrían

Ser sino gotas de derretido acero

Lo que crían mis ojos

Lo que abnegadamente mi ser ha cobijado

Estoy llorando con las manos abiertas

Con las alas abiertas

Con el pecho de par en par abierto

Lloro a gritos

Y es como si nadie me escuchase

Como si clamara bajo reinos de cobre

Hay realmente alguien más en la tierra

En la encrucijada de esta habitación

Completamente ardiendo

Arrojando aves y diamantes

La vida toda que se agolpa en los ojos

Y de pronto se desploma

Silenciosamente

Puertas y nubes en el polvo

Lloro

Solo

Sin rabia

Sin atuendos

Quebrado de pena

De tristeza

En mi piel de jacinto lloro

Fuera de mi cuerpo lloro

Y no hay mundo ni pasado

Sombras únicamente montes de negrura

Y una que otra camisa despedazándose en el agua

LÍRICA

Qué pensarías

Si te dejan al fondo de un planeta

Sin aviso alguno

Un planeta desprovisto de hermosura

Es decir de silvas y unicornios

Susurrando a tus pies

En un instante tomas las riendas

Y cruzas el blanco solo

Qué creerías

Bajo el secreto de los cielos

Si se unen y ya no te obedecen

Y los días pierden su dulzura

Borrándote al paso de la vida

Una noche ser alcanzado por un rayo

Por un odio deslumbrante

Que refriega su espuela

Tronchando todo hueso

Qué dirías

Boca abajo

Cuando te abandonan los deseos

El amor y hasta los recuerdos

Prestos a volar para siempre

Y habitan adelante tus ojos

El terciopelo del cerebro

Mundos solitarios

Seres de mica desconchados espacios

Qué harías

Si no te resta nada

Más que la verde espalda

El día a medio abrir

Y un sueño deshojándose

de S & Q

BAILARINA CON CABEZA DE PÁJAROS

Imita al cervatillo

Imítalo y suelta el angustioso peso

de un sol imposible y colibríes

Pasión y gula el felino concede

hasta la noche lame su pelaje

estrella sin fin mieles sin ruido

pero imita ese mundo en llamas

Dueña del fresco está posada

hónrala con el pie con tu simple sandalia

No teníamos un coro no teníamos

y los castrados huyeron con el mar

Cuchicheos aletazos ¿Te recuerdan el cuento de los antiguos

dioses del Perú?

No supimos qué hacer con ellos

Femenino fue el pájaro

el jorobado sopló su caramillo

soles y bestias ayuntando

(En las cerdas flotaba ese ritmo

de una aurora oh oh tan pegajosa

No olvides la risa de los héroes sacándote al umbral

sobrevolando reducidas cabezas)

Esplende ensueño de la vida

el anca húmeda en mis manos de fuego

La estrella en el mamut

Flechas ecos plumas

Contra la piel hachazos lentos

Esplende ensueño de la vida

Ea ea donde huyen los pájaros

Donde huyen las gacelas

EL SOL EN EL ESPEJO

Una tarde. Un fresno se inclina inexorable;

la fronda que se instala.

A contrafuego, abajo, el muslo;

atada la muñeca desatada en lo fugaz del óleo.

Va a llover; cielos furiosos, verdes.

Una tarde no como otras.

Ni tú ni yo mas los murientes reinos en los ojos

y un frío en las entrañas.

Una tarde poblada de lanzas, de tambores

y de más cerca el desgarrado giro de los ópalos.

Tinieblas. Soledad. Se adormece el acerbo.

De más en más ceden los mármoles.

Tu rodilla sitia el corazón del suelo.

Un llorar en la piedra; más adentro, en el túmulo.

Brasas. La carne duele.

La pavesa ligera traspone la muralla.

Se escuchan trinos.

Argucia de lo oscuro. Nunca es mañana

mas la memoria del sol en el espejo.

No amanece y abres la ventana.

Nunca sorprendes las vírgenes leonadas.

Hoy siempre hoy bajo amargos ojuelos.

Aunque fustiga el viento muy temprano

dominas ángeles y bestias.

de Le soleil dans le miroir /El Sol en el espejo

ARTE DE GRANUJAS

De nuict et jour fault estre advantureux

CLEMENT MAROT

Reino de espadas Reino de tréboles Reino de corazones

Tornasolea el día como una baraja

dispuesta por el Siervo de la luna

No es un decir

cuánta belleza en el tiempo desvelado se congela

¡Reinen los tréboles! ¡Reine el corazón! ¡Reinen las espadas!

en el puente canta la turba su cancioncilla

¿Alguien ha de morir?

Por la tierra de siempre, por las soledades

va Nuestra Señora de los Tréboles

Toquen fulleros, enamorados toquen

el sueño duro de las mandolinas

Como un manto de aceite, su silencio

como el húmedo fuego, sus amores

Buena es la música y ha emprendido vuelo

eterno vuelo la máquina de rubíes

¿Alguien ha de morir?

No me solazo en vano

el beso de la Reyna me protege

Poseo el mundo sobre el terciopelo

Fatal y utópica mañana

mi As de Corazones deslumbra lo escondido:

un desmentir de nieve, un sol liviano

y una sombra irreal que nunca llega

Vuelta sin tino, vuelta sin ti ¡no! ¡Vueltas!

Mi ácida hiel se va con tus hijuelas yendo

 

¿Alguien ha de morir?

Salen las hadas las invisibles hadas ¡Espadas!

Muy débil yace el reino bajo el secreto

de una daga

Mi gorrioncillo, los nardos fustigando

¿Me fallarás rey perdedor?

Apenas tiembla mi estrella en el olvido

Cantando están

Tu dama obscura fuga de su palacio claro

y corceles de angustia pueblan el mediodía

¿Alguien ha de morir?

Reyna de Tréboles Reyna de Espadas Reyna de Corazones

vuestra mano escarlata me guía a mi destino

La belleza, mi desdicha entrelazadas

Vuestra mano y no el mundo ¡ay!

Quien ama así se hurta de la muerte

dase en amor lo que los cielos le negaran

¡Campanazos Ruina Desesperación!

Nadie ha de morir.

de Arte de granujas

CUANDO UNA RAMA DE MELOCOTONERO HALLA OTRA RAMA DE MELOCOTONERO

Como una rama de melocotonero pliega la luz y el aire salado

Tiendes tu cuerpo sin que nadie lo impida

Ni el abatimiento ni la mala yerba

Y en la mitad de mayo el mundo permanece quieto

Llevándose la mosca lo acerbo de la tierra

Lacio el corazón y los lebreles incógnitos al fondo,

Como otra rama de melocotonero anula lo perfecto

Se desenlaza del lenguaje del cielo

del ritmo de millares de estrellas

Peligrosamente se inclina hacia el musgo

Conos y círculos en la pendiente que ha ornamentado tu piel

Y el sol rehúsa, del éter divino

se aparta,

y baja a tenderse en el cuenco de una imagen final

al lado de sus restallantes frutos y sus aves

Como es tú y yo cuando vienen a combarnos los deseos

y escuchas más allá de la pureza de sus láminas

más allá del silbo del escorpión

y en tu seno esperas más que el monólogo de las piedras

Como es tú y yo cuando ya no hay arcángeles

ni corazones celestes chorreando por el pasto

ni el vertiginoso anhelo de la tierra bajo el lomo del caballo

Sino esas dos ramas inútiles pero maravillosamente juntas

en un creciente bamboleo sobre el gras

Esta vida irreal que ha de quebrarse en un beso real

Extraño ¿no? Sublime ¿no? Humanamente ajeno

Lo que hasta ayer fuera un árbol insensible

con ramos de hielo y flores de tinieblas

cambia rápidamente en el traspaso de dos leños

en el destino fulgurante de unas hojas

Espera el advenimiento de los brotes y el estampido bajo

Que es bello y colosal trabarse la cabeza en la luz

Olvidar las manos y los ojos en el pecho de la aurora

Y todo porque una rama de melocotonero quiso ser yo

en su descenso

Y otra rama no quiso perecer sino aferrarse

Ocurre claro y así es todo

Créelo por Dios la sangre quema en tus labios y va susurrando

una nueva locura

ENTRE LINCES, ACACIAS & ARCÁNGELES MUERTOS

Obscurece

Con las últimas sirenas solemnemente canta el

viento

En las lentas costas peruanas no hay victorias

Sólo una luna tallada encima de las bolicheras

Obscurece

Caballo de fuego el que salta por las lomas

y enfrenta la cólera del mar

mientras sirenas y medusas limpian sus heridas

Obscurece

En las lentas costas peruanas no hay gaviotas

y la luna no aplaca al amo de nuestras vidas

mas sus candelas merodean

tiemplan los sueños,

viajan con duendes y jureles ciegos

Obscurece

En las lentas costas peruanas no hay congojas

Es la luna que sale se escapa nunca se detiene

Así son las palabras, así son los deseos

y nos huye el amor

la eterna musiquilla en medio del desierto

Obscurece

Lámparas y cangrejos desesperan

Y entre linces acacias & arcángeles muertos

auscultamos los mares, este último reino de

desastres

de “Gaviotas en el lienzo”

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