Per la reixeta

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Aus der Reihe: Historia #179
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El mercedari Francesc Torrents, del convent de Nostra Senyora del Puig, és denunciat l’any 1775 per Vicenta Martínez, d’Albalat de Segart; en començar la confessió,

la dixo en ydioma valenciano: ¿Tu te has tocat les mamelles? De lo que ella se sobresaltó, y viendo el Padre que no le respondía, la repreguntó: ¿Te has tocat los pits? A lo que ella respondió que no, ni se los havía tocado jamás, si no es que tuviesse algún granito o malito, por necessidad, y en seguida de esto, la preguntó: ¿Y la figa, te l’as tocada, o tens en ella algun malet? De lo que ella se perturbó mucho más, y viéndola él toda turbada, la preguntó: Si te has tocat les tehues parts.14

Una tàctica relativament freqüent és convèncer la penitent que el que li proposa el confessor és normal i habitual; fra Antoni Personat, franciscà del convent de Benigànim, és denunciat l’any 1804 per Lluïsa Giner, de Salem, que assegura que fra Antoni li ha amollat: «Tú no quieres darme gusto, pues ahora se ha confesado una, y me ha dicho que un Frayle se lo havía hecho tantas veces»; també li diu que «en Carcaxente y en Benigánim tenía dos mozas a su disposición, y que él sabía el modo de tratarlas libremente».15

Actituds extremes quant a la «seducció» verbal a la penitent són el suborn i l’amenaça. Totes dues empra, segons l’encalçada Matilde Aiora, mossèn Florean Fuster, a Vila-real, el 1700: «[...] como hiziesse lo que él quería que le daría ocho sueldos y todo lo que avría menester cada semana, y que si hasía lo que él quería sería muguer de buena fortuna, y que si no sería muguer muy desdichada [...] y que le avía de guardar secreto de todo aquello y que si no se acordaría de él».16

Els manuals de confessors mostren una ostensible obsessió sexual, però alhora recomanen circumspecció i prudència en aquest tema: cal estar atent per no pertorbar i corrompre la innocència de la confessada, i per evitar l’excitament del confessor o de la penitent. Paradoxa del discurs repressiu: si no s’hi para atenció, un excés de zel pot arribar a ser contraproduent, i fins i tot induir a la luxúria ànimes innocents que ignoraven el que se’ls està prohibint. Tot i les directrius de Trento i dels manuals en aquest sentit, la pràctica de la confessió era un exercici, diu Dufour (1996: 69), de voyeurisme mental, en què s’esbrinaven tot gènere de detalls escabrosos.

Fem un colp d’ull a alguns manuals de confessors. Fra Antoni de Florència, a la seua Summa de confession llamada Defecerunt (1550), recepta prudència en parlar del sisè manament («no es necessario preguntar destas cosas sino que la necessidad lo fuerçe, por no avezar a alguno lo que no sabía»), però no s’està d’especificar-ne els pecats.17 La Breve instrucción de cómo se ha de administrar el sacramento de la penitencia (1579), de Fra Bartolomé de Medina, commina: «Fuera destas communes preguntas, no se pregunten más particularidades [...] porque no les enseñen a peccar ni los provoquen a alguna tentación, y quando confessaren el mal acto o la specie del peccado, no es necessario explicar las particularidades o los modos o cosas que de suyo son annexas a tal obra» (I, 18). En el capítol anomenat precisament «De la prudencia del confessor», repeteix aquests advertiments, però també en fa la llista.18

Noydens també ens ho explica, amb un tarannà més tolerant dient que

procuren en este Mandamiento con palabras breves y honestas declarar si pecaron con alguna muger. [...] El que ha tenido tocamientos deshonestos, no debe explicar los lugares donde los tuvo, porque todos miran a la fornicación, [...] mientras que no ayan sido de diferente especie, como son los tocamientos sodomíticos. [...] El Confessor también sea cuydadoso en no preguntar demasiado en esta materia deste Mandamiento, principalmente a doncellas; pregunte primero en los pensamientos [...] y en los tactos, y si aquí no ay nada, no pregunte en la obra. No sea escuela de malicias la confessión. [...] Y quando sucediere oir acaso y sin poderlo estorvar, algún pecado quanto al modo de explicarse feo y deshonesto, Dios le dará su gracia para que no haga mella en su coraçón.19

I fra Valentín de la Madre de Dios, amb El fuero de la conciencia o diálogo entre un confesor y un penitente a propósito del sexto mandamiento, del qual manegem la tercera soporífera edició, del 1704, afirma que «ha de ser muy parco el Confesor en preguntas del sexto Mandamiento con mujeres y muchachos, no sea que les enseñe a pecar y se cause así algún escándalo».20

I malgrat tots aquests advertiments, com veurem de seguit, és freqüent la morbosa curiositat del confessor sobre la vida sexual de la penitent. Vegem-ne algun exemple. Del carmelita fra Salvador de la Creu, en tenim una primera denúncia l’any 1761 de Margalida Molló, de València, jove casada; en confessió, ella explica que el seu marit li pregunta, «quando tenían acto conjugal, si le venía. Y no entendiendo la declarante lo que quería decir por aquellas palabras «si le venía», pues en realidad lo ignorava, le respondía unas veces que sí y otras que no». El confessor, amablement, li explica «que lo que su marido la preguntava era si sentía al tiempo del acto conjugal algunas punzadas, no está formal si dixo en las verendas o en la madre».

Ja engrescat fra Salvador, en successives confessions, va demanant a Margalida

si el miembro viril de su marido sería tan gordo como la muñeca, y si tendría un palmo de largo, [...] si quando su marido la introducía el miembro viril por las partes de la declarante le hacía mal. [...] Que recién casada sí, pero que por entonces no; si la declarante tenía las partes grandes o pequeñas, porque le parecía que por ser delgadita de cuerpo no las tendría grandes, y si en ellas tenía pelos.

En una ocasió, després de demanar-li

si en los pechos tenía pesones, y haviéndole respondido que sí, la dixo saliese a la portería del convento y la esperase allí. [...] La dixo: ¿Tienes pechos? ¿Tienes pechos? Y apartando la declarante el pañuelo que les cubría, ynclinó dicho confesor la caveza para verlos y luego les bolvió a cubrir la declarante con el mismo pañuelo, y aun le pareze que dicho padre Salvador alargó la mano para tocarlos, está cierta que no les tocó.

Això només és el principi. Sis anys després, fra Salvador és denunciat en sèrie per joves novícies del convent de penedides de Sant Gregori, de València. Sor Maria Agustina de Sant Gaetà declara al comissari que fra Salvador, coneixent el seu passat com a prostituta, li havia demanat de sobte «de qué edad se perdió la declarante, y respondiendo esta que de treze a catorze años de edad», aquest li va respondre:

Pues demonio, ¿cómo te lo pudieron meter teniendo el augero tan pequeño, y teniéndolo los hombres tan gordo? ¿Te devieron de hacer mucho mal. Escucha, y lo tenías peludo? ¿Y tenías mamellas? Aora ya las tendrás. [...] ¿Y les tocastes los botones? Porque ellos quieren que se les toquen para meter el palmo de carne que tienen, y al cabo de media hora que lo han metido, y han dado aquellas besotadas, y han hechado la symiente, se acabó todo. [...] Pues te devieron ver las ancas, las piernas, el vientre y todo. Escucha, ¿y te lo han hecho muchos?

Interrogada després sor Maria dels Dolors, diu que fra Salvador li demanava en confessió «la edad en que se perdió y comenzó a ofender a Dios, y respondiendo la que declara que tenía entonces de nueve a diez años de edad», li va dir «que lo tendría muy pequeño». També li va preguntar «si lo tenía peludo, [...] si tenía mamellas...» Literalment, les mateixes preguntes. En la ratificació, sor Maria afegeix que el confessor li havia preguntat «si tenía el augero muy grande». Denuncia després sor Gregòria de Sant Vicent: fra Salvador li havia demanat «quántos hombres tenía, si la hacían mal, si la hacían sangre, si le avían rompido el telo de la Virginidad y si le avían hecho muy grande el augero». El mateix any, el 1768, també el denuncia sor Tomasa del Salvador, per preguntar-li «si en los actos venéreoso carnales se avía advertido mojada; si en los mesmos actos con los hombres se ponía bajo o encima de estos; si tenía con pelos sus partes; si al confesarse con él sentía movimientos carnales, si era joven o vieja, y si después pasaría a la rexa».

A continuació va sor Tadea del Miracle de Jesús: fra Salvador li deia

si se avía tocado la figa, quántos hombres se lo avían hecho y cuántas veces, cómo se ponían los hombres quando se lo hacían, y ella cómo se ponía, si le metían lo que tenían ellos en la figa; añadiendo a esto porque como unos lo tienen más gordo que otros, lo hacen más veces unos que otros; [...] si quando se lo hacían derramava muchas veces, añadiendo que los hombres después de un rato que lo meten, arrojan dentro las mugeres la semilla, y de eso unas quedan preñadas y otras no; y por último, la dixo: ¿Te tocaban los pechos y las partes?

Encara una altra monja, sor Bernarda Barrero, denuncia que fra Salvador en confessió li havia demanat «si se tocava la figa».

Però no acaba ni tan sols ací la cosa. Un temps després, el 1773, quan fra Salvador de la Creu ja ha estat processat i sentenciat, els inquisidors reben encara una denúncia contra ell de Vicenta Tamarit, a la qual fra Salvador demanava en confessió, sis anys abans, «si su marido tenía las partes largas y si eran muy gordas, y si quando usaba del santo matrimonio se las metía todas dentro, él todo lo querría meter, y asta dónde llegaba con ellas». El monjo també li deia: «Si io viera tus partes, y tu las mías, no me causaría ninguna novedad, porque no eran para mí [...] he pensado estando en la celda, ¿esta chica cómo tendrá las partes?». En estar la dona malalta, fra Salvador la visita per confessar-la, i després al confessionari, li diu: «Para los pechos que tienes, los pezones tienes muy gordos». També li demana

 

si quando su marido se llegava a ella, si le ponía los dedos en sus partes; [...] si en sus partes tenía pelo, y también que quando bajase lo que acostumbra a las mugeres y se pegase la sangre al pelo, que se lo cortase, porque le dijo, las monjas así lo hazen; [...] si las partes de su marido eran como el puño, o si se podían albarcar con la mano; [...] que quando le picase en las partes, que se rascase por encima la ropa, que sería alguna pulga, y si criava piojos en las partes.21

Antònia Albert, fadrina de Picassent, denuncia l’any 1781 fra Agustí Soriano, que li demana en la confessió

si havía tenido conversación con otras tocante a sus partes vergonzosas, si se havía tocado, si se havía metido los dedos, si se havía cortado el vello o los pelos, si los havía cortado y los havía medido con otros de otra alguna, [...] si havía visto alguna vez las partes vergonzosas de algún hombre, y respondiendo que sí, la repreguntó el confesor si eran tan gordas como la muñeca, que qué pensamiento avía tenido la penitente, que si le havía venido algún derramamiento, que cómo era, diciendo la que denuncia que como mocos, prosiguió el confesor explicándola que ay dos especies de derramamiento, que uno es pecado, y es quando se derrama aquella materia de que se hazen niños, que quando se derrama otra cosa, que no es pecado, que antes bien es saludable, [...] que era presiso saberse qué es lo que se derramava, y turbada la penitente diciendo que ella no lo sabía discernir, la replicó el confesor que era preciso que él lo havía de ver, y él lo discerniría, y escusándose la penitente por rubor y que en su casa no podía ser, la dixo que saliese fuera, y que si allí le venía que él lo vería y discerniría bien los materiales.22

Caldrà potser explicar ací que, segons creu el paradigma mèdic galènic, el flux vaginal és un semen femení, necessari per a la concepció.

Fra Francesc Albero és denunciat per carta el 1791 per Clara Ripoll, d’Alcoi: el monjo li declara insistentment

un amor ciego, diciéndome que se moría por mí, [...] me daría tantos besos, me haría tantas caricias, y por fin que si yo me dexaba gozar y le daba ese gusto, me prometía todo quanto yo quisiese, dineros, vestidos, alhajas, regalos y quanto yo desease, y todo quanto un hombre enamorado y ciego suele decir a una muger para inclinarla a su gusto.

L’any següent fra Francesc fa una espontània: confessa com, deu anys enrere, en demanar-li una penitent

si pecava permitiendo a su marido el uso del Matrimonio en cierto modo no regular y contra el fin del matrimonio, atendida su rusticidad y modo de explicarse, le respondí con los mismos términos y palabras de ella, diciéndole le dijese a su marido: Si vols fer-m’ho del modo natural i sense perill de pecar, fes-ho. Pero que de otra manera que fuese pecado que no lo permitiese.

També com, fa un parell d’anys, una altra penitent, en confessar-se, «diciéndome que dormía con otra de su sexo, la dije que naturalmente habrían hecho cosas feas, y que se habrían dicho una a otra: Que cosa tan gran que tens». Confessa encara com en demanar-li una dona «si tener gusto en el Matrimonio era pecado, la respondí que no, que antes si procurava no tener gusto, pecaría por impedir la generación, que era uno de los fines del Matrimonio, y así quando usase del Matrimonio, hisiese lo que pudiese».

Tot seguit, fra Francesc fa una altra espontània: ara s’inculpa que, a una «doncella rústica, que se confesó de varios tocamientos con otro, [...] la pregunté si le havía puesto las manos dentro, y quantas vezes, [...] si su cómplice se havía puesto encima y si le havía puesto alguna cosa». I afegeix un altre episodi, amb una altra «doncella rústica», la qual,

accusándose con su modo rústico que li gu avia fet a un home, le pregunté si havía avido derramamiento en el hombre y si ella havía cooperado a él, y para conocer si en ella havía avido polución, le pregunté con los mismos términos de ella, si el hombre li gu avia fet a ella, y si ella misma s’o avia fet, y si gu avia fet en atres del seu sexo, y para conocer si havía tenido fornicación, la pregunté si el hombre havía usado de ella, y no entendiéndolo en estos términos, le pregunté si el hombre havía juntado sus partes con las de ella, y si las avía entrado dentro.

Encara el mateix any, el frare fa una tercera espontània. Hi reconeix, com havia explicat a la novençana Antònia Peidró, d’Alcoi, els pecats del matrimoni: «que si por su culpa derramaba fuera pecaba mortalmente, i que los tocamientos tenidos con su marido por gusto i sin ánimo del uso del matrimonio, i con peligro de polución eran pecado». També havia demanat a una tal Santonja, d’Alcoi, «si havía tenido tocamientos consigo misma, i si se havía puesto la mano dentro de sus partes», i de manera similar a una «viuda rústica» d’Alcoi, «si algún hombre la havía tocado, i si le havía puesto la mano dentro».23

Una variant particular és la dels excessos verbals de fra Joan Salvador, franciscà, que, en realitat, més que demanar a la dona, monja, sobre els seus pecats, s’adelita explicant-li la mecànica de la sexualitat i les temptacions que ell pateix. El denuncia sor Maria de Sant Pere d’Alcàntara, monja franciscana del convent de Nostra Senyora dels Àngels de Russafa, l’any 1714.

Fra Joan li havia contat en confessió que

havía soñado que llegava a una muger, que tuvo entonces polución, y tenía sus partes alteradas. [...] La explicó cómo se hacía la generación humana, diciendo que en ella el hombre se junta con la muger y que las partes del hombre entran en las de la muger, y que el hombre allí derrama una materia de la qual se forma la criatura, y que muchos no tienen hijos por no tener bastante de ella, y algunas mugeres porque suelen ser frías, y que los que llegan por atrás, aunque se deleytan más, no engendran hijos, y que quando el hombe es necio se pone debaxo y la muger encima, y que quando está preñada se suele poner arrodillado, o sentado, y que él también tenía alguna vez poluciones pensando en algunas mugeres, y que él, siendo estudiante, avía llegado, o juntádose con otro, y que las mugeres también podían, como los hombres, tener poluciones consigo solas, y que las que él tenía eran refregando o meneando sus partes, y que las mugeres las podían tener refregando las suyas, o metiendo los dedos o alguna otra cosa dentro de ellas, y le explicó el modo o forma como son las partes deshonestas del hombre; si bien no la solicitó formalmente [...] la dexó con gran confusión y no menor horror, por no aver oído jamás, ni concebido hasta entonces especies tan obscenas en toda su vida.24

La confessió, d’altra banda, és una ocasió magnífica per intercanviar discretament cartes i bitllets amorosos, en especial amb les monges; malgrat que siguen escrits i llegits fora de la confessió, aquests fets constitueixen sol·licitació. En el cas que acabem de veure, a banda dels seus discursos d’«educació sexual», fra Joan Salvador es dedica també a encalçar sor Maria amb cartetes; tot i haver cessat com a confessor interí del convent, encara per vuit mesos li les envia, a raó d’una o dues per setmana,

las quales recibía la Declarante sin registro, como cartas de Padre espiritual, mas luego las quemava para librarse de el peligro de que por alguna contingencia se lehessen, y por esso no puede exhibir ninguna; no puede la declarante individuar formalmente el contenido de ellas, sí que por lo regular las tentaciones que la comunicava eran de torpeza.25

La caritat a dones necessitades, tant si es tracta de menjar com d’almoines en diners, és una pràctica que, des del prisma de la sol·licitació, és propera a l’abús de situacions desesperades o de la prostitució. Fra N. Sancho,26 franciscà, és denunciat el 1778 per Francesca Palés, vídua amb dues filletes que sol demanar-li almoina al convent de la Corona de València; la cita al convent de monges de l’Encarnació, a les nou del matí, on ell havia de confessar, i li diu «que le esperara en el pasadizo o callejón que hai de la portería a la Iglesia, que en concluiendo entraría él i podría gozarla, pero la declarante no quiso consentir en tan depravado intento». En la ratificació, Francesca conta com hi anà, el va esperar i

concluídas las confesiones de las monjas, entró allí el Padre Sancho i le repitió desde luego sus deseos de gozarla, cogiéndose con las manos los hábitos i levantándolos i acercándose a la declarante, la que no quiso consentir en su depravado intento, i sin conseguirlo, le dio al fin limosna.27

La promesa de regalets a la dona també és un mitjà per a la seducció emprat per alguns sol·licitadors. A fra Camós, franciscà, això li costa car. L’any 1800 el denuncia Rosa Pérez, una criada d’Alcoi de quinze o setze anys, que diu que dos anys abans, «esta solicitó al dicho Padre a cosas torpes contra el sexto precepto, y este manifestó su consentimiento. [...] En las confesiones no se hablava más que de cosas desonestas y de los deleites que havían tenido Confesor y Penitente, prosiguiendo el Confesor en frequentar la casa de Rosa Pérez, teniendo con ella tactos impuros». En l’interrogatori davant el comissari, Rosa ho torna a explicar engrescada després de les:

conversaciones desonestas, le convidó ella misma al pecado carnal, cuio convite admitido por el Padre Camós, continuó tres veces en pecado consumado, y todo el resto de la Quaresma en tactos, ósculos y otras acciones torpes, siempre que havía lugar o proporción, en la misma casa, cuios pecados y acciones desonestas confesó la declarante con el mismo Padre Camós por consejo del mismo.

Però poc més tard, Rosa es presenta davant el confessor que li havia escrit la denúncia, per desdir-se’n:

[...] que procedió de alguna mala voluntad contra el dicho Padre Camós;– era ell qui l’assetjava–, provocándola a cosas torpes, aunque dicha muger no consintió; que le prometió un pañuelo y no le cumplió la palabra, y de esto está resentida y ha pasado a hazer lo que a hecho. En l’interrogatori següent, ella reconeix que ni la sol·licitació va ser en confessió, ni va haver-hi contacte sexual: [...] quanto dixo en la primera declaración, lo que confiesa ser falso y lo dixo por venganza de no haver cumplido el padre Camós la promesa que le hizo de un pañuelo que le havía prometido.28

El sol·licitador sol demanar on viu la penitent, amb la intenció de visitar-la i obrar amb més llibertat; també sol preguntar quan no hi és el marit, quan és sola a casa, de vegades amb excusa de devocions, penitències o negocis del món beat. I freqüentment emprant la malaltia de la dona com a motiu per anar a sa casa a confessar-la, com ja hem vist.

Fra Francesc Castelló, de València, té clara l’estratègia. L’any 1687 el denuncia Josepa Maria Bartomeu: l’havia sol·licitada, i en vista de la seua negativa, fra Francesc proposa a una tal Maria Grau, que sol anar a casa de Josepa, que el monjo i la xica es vegen a casa seua; Maria s’hi nega. Interrogada, Josepa conta com fra Francesc «en diferentes ocasiones instó en que quería ir a casa de esta, [...] la dixo que avía de llegar a ella antes que se casase, [...] antes de la absolución, [...] hiço acción de ponerle la mano en los pechos de esta [...] como con efecto lo executó y esta le apartó». L’any següent una altra dona, Josepa Martí, també el denuncia per fets similars. En dir-li ella que havia estat malalta, fra Francesc fa: «Cómo no me llamava a su casa a confesarla, que yo me hubiera acostado con usted». També li diu «que pensando en ella havía tenido tocamientos lascivos», i Josepa afegeix que «la abraçó y dio ósculos y hizo ademán de ponerla las manos en los pechos».29

 

Fra Clemente Cimbor, confessor de les malaltes de l’Hospital General de Saragossa de qui parlarem molt ací, fou processat el 1777. Segons el fiscal, intentava sistemàticament, a banda dels tocaments, concertar cites amb les dones a llurs cases.30

2. CONTACTES

El sol·licitant sovint demana a la dona que li ensenye les mamelles o les cames, freqüentment amb el pretext d’una malaltia, o de flagel·lacions o cilicis, tot i que si són al confessionari aquesta exhibició és forçosament limitada i ràpida. Vicenta Vilanova denuncia l’any 1796 fra Tomàs Peris; en confessió l’avisa que anirà a visitar-la a sa casa. «Padre, ¿Usted para qué me quiere visitar?», li pregunta la dona. «Entonces lo verás», li respon ell. En efecte, a la vesprada es presenta el frare a sa casa, a Petrés: «Muéstrame los pechos, y continuó provocándola a cosas impuras con besos y abrazos y con palabras tan indecentes que se podían tapar los oídos para no oirlas».31

Un cas curiós és el de fra M. Sanchis, denunciat el 1803 per Josepa Pla; després d’una confessió normal, a Alcoi, encara al confessionari, «le mandó este que se descubriese los pechos, lo que practicó la declarante, y vistos por el confesor, se separaron, sin mediar ninguna otra acción ni palabra perteneciente a solicitación en materia de luxuria».32

Sor Rita Gil, clarissa de Xàtiva, denuncia el 1815 fra Vicent Flors, franciscà, per aquest motiu. En una primera ocasió, acabada la confessió «la entretuvo con una conversación torpe. [...] Oxalá pudiera yo cometer acciones torpes contigo». En una segona,

con pretexto de confesión la solicitó a que apartara la cortinita que por decencia está puesta en los lugares destinados a oir Confesiones, que se levantara la toca y descubriese los pechos, y como si esperase el efecto de esta solicitación, advirtió que el referido hacía acciones de quien mira, y acecha a la parte interior del Confesionario.

Indignada, sor Rita s’alça i se’n va; a la tercera, «la entretuvo con tratados desonestos. [...] La animaba a cometer pecados torpes, y de que la inducía a que fuera a una rexa, a donde el mismo acudiría, para proseguir la conversación y cometer acciones desonestas».33

El fet contrari, les exhibicions dels genitals del confessor, potser no té altre sentit que provocar l’escandol de la penitent, més que no pas seduir-la o excitar-la. No és tan habitual; posem l’exemple de fra Pasqual Molina, franciscà de Xàtiva, denunciat el 1791 per dues dones. La primera, Vicenta Bosc, diu que, amb l’excusa d’emprovar-li un cilici i posar-li’l correctament, diverses vegades «le levantó las sayas y le ciñó el cilicio por la cintura». Afegeix que el mateix li havia passat a Francesca Gallac, la qual, interrogada, també admet que «le levantó las sayas y le ajustó el cilicio en un rincón de la capilla de la Tercera orden». Més tard, en la ratificació, Francesca completa la declaració: citada a la porteria del convent perquè fra Pasqual li ajustara el cilici, «sin confesarse, retirándose a un quartico de la capilla de la Tercera Orden, hizo que la declarante se hechara en el suelo, y él le mostró sus partes».34

Les carícies són freqüentment d’interpretació ambigua, sobretot pel que fa a dones escrupoloses i monges. Carícies en la cara, el cap, el coll, la mà de la penitent, poden ser innocents, però també una forma de provar-ne la reacció i sondejar-ne la disponibilitat sexual. Evidentment, la rígida segregació sexual de l’època no permetia aquestes familiaritats: xafar el peu de la penitent ja es considera una forma de provocació sexual. Més encara tocar-li altres parts, és clar. De manera ambivalent, el sacerdot, amb el seu vot de castedat, hauria d’allunyar-se d’aquests contactes com del dimoni, però, alhora, el seu tarannà asexuat i d’autoritat paternal li permet practicar-los sense escàndols excessius.

El cas de fra Miquel Guarner, franciscà, és paradigmàtic. És denunciat el 1671 per Gerónima Domingo, d’Albarrasí: «[...] se le arrimó al rostro, aunque por entonces no hizo reparo en ello, asta que después a oído decir que a una doncella havía quitado una arracada, y que a otras se les arimaba». Arran de l’acusació de Gerónima declaren un reguitzell d’escrupoloses joves del poble, que han experimentat el mateix; cap d’elles denuncia altres tocaments més agosarats, llenguatge obscè ni proposicions sexuals, sinó que tot es mou en un terreny molt ambigu.35

El de l’agustí Andreu Bernabeu –que va patir la repressió borbònica: «se le llevaron prisionero por Imperial a la ciudad de Almansa»– és molt més diàfan. A banda d’altres casos en un llarg historial de sol·licitacions, és denunciat per Antònia Canyes, de Xàtiva. Refugiades l’any 1707 Antònia i la seua família al convent de fra Andreu, durant el setge de Xàtiva per «las armas de nuestro Rey» Felip V, i aprofitant l’avinentesa, el religiós «la abrazó un día, y otro la abrazó y besó en el cuello». També li va dir «que si fuera secular se casaría con ella, e instándola mucho en que la dexasse ver sus ligas». Paradoxalment, quan fra Andreu confesse finalment davant els inquisidors, se centrarà en un altre episodi. Durant el setge, conversa amb Antònia i els seus germanets; el monjo diu: «Aora entrarán los franseses y todo será besos y abrasos, como en Francia». Algú li demana: «¿Cómo se besan y abrazan en Francia?». I fra Andreu respon: «Tomando de los carrillos a uno de dichos muchachos. De esta manera, y le besó en los labios».36

Les abraçades o amplexos, sobretot quan s’expliquen com a expressió d’una unió espiritual, tenen connotacions força sospitoses d’alumbradisme herètic. Fra Josep Pellisser, franciscà, segons declara l’any 1793 Francesca Cunyat, de Xàtiva, abans de confessar-la, a la sagristia, li feia el següent:

[...] tocarle la cara, besarla, abrazarla y tenerla asida estrechamente, manifestándola que se havían de unir los dos espíritus; que en una ocasión [...] la tocó los pechos. [...] No desistió de su empeño, y en este estado le cogió una sufocación; [...] que en otras ocasiones le tocó a la declarante los muslos por ensima la ropa; que sobre los pechos y vientre, estando la declarante en sinta, le hacía con su dedo una cruz.37

I el sospitosíssim fra Vicent Osca, franciscà, denunciat el 1818 per Vicenta Maria Tarasó per sol·licitacions fetes a Oliva i Gandia. Vicenta narra en primer lloc com sovint, al confessionari, «me hacía poner mi lado izquierdo sobre la misma rexa del Confesionario y él ponía el suio de la misma manera, diciéndome que le entregase mi corazón, que unido con el suyo lo quería todo para Dios, i en una de estas ocasiones me llegó a apretar fuertemente la mano contra el mismo Confesionario». També la feia anar a diferents cases d’Oliva, on, «apretando fuertemente su pecho al mío, ia drecha sobre la pared, ia echados los dos sobre la cama, me decía le entregase mi corazón, que lo quería todo para Dios, estando a las veces más de una hora en esta postura». En una altra ocasió, en una casa a Gandia, «se sentó sobre mis muslos, y alargando la mano, la iba a meter en la braga de las saias, i diciéndole io que allí no estaba el corazón la retiró, y estuvo un gran rato pegado su lado izquierdo al mío, diciéndome que le entregara su corazón, para que los dos unidos amaran a Dios». Al convent de Santa Clara de Gandia, després d’haver-la confessat, «en un pasadizo que hay del claustro a la iglesia, me metió su lengua dentro de mi boca, i unida un largo rato con la mía, me decía que quería su lengua para que alabase a Dios junto con la mía», pràctica que repeteixen en altres ocasions.38

Pel que fa als tocaments sexuals en plena confessió, tant si tenen lloc al confessionari com si no, la mateixa posició respectiva facilita que el sacerdot tire mà als pits de la penitent. És una acció molt freqüent. Per exemple, Maria Uris, de Cocentaina, denuncia fra Bernat Estanya, l’any 1651, perquè «comensándome a confesar me tomó la mano, y todo el tiempo que me estuve confesando, que duró gran rato, me la tuvo, y después me echó la mano a los pechos. Otro día [...] me dixo que me alsase las aldas, y refregava su cara con la mía y me quiso besar».39

Fra Jeroni Centelles, franciscà, és denunciat, entre d’altres, per Josepa Giralt, de València, l’any 1693; diu que, en acabant de confessar-la, fra Jeroni li assegurava «que la quería mucho [...] añadiendo algunas torpezas, como que tenía un señal negro en sus partes verendas». Un altre dia, al confessionari, el religiós «se levantó los hàbitos y le mostró los calzones, diciendo que los tenia apedazados». En una altra ocasió, «la puso la mano en los pechos, haciendo ademán de oscularla, y en otra la asió con sus dos dedos de los labios, alabándola de hermosura. [...] La refería cómo en tales calles havía malas mugeres, y la preguntaba dónde tenía su casa, y quién entraba en ella [...] ofreciéndola [...] dineros y quanto huviesse menester».40