El destino de Aries

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El destino de Aries
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Letrame Editorial.

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© Noemi Blumen

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1386-529-4

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

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Para mis padres y mi hermano, porque juntos hemos atravesado las peores adversidades y permanecimos unidos para salir adelante como personas y como familia.

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Era un día lluvioso, era hora de volver a casa y el tráfico no se hizo esperar. Una chica corría entra la multitud, sus oídos no podían percibir el sonido de las gotas chocando en el suelo y en el metal de los autos, pues sus audífonos la animaban con la música de Sheether y su melodía Tonight. Su atención estaba fija en el autobús que la llevaría a su destino. Estaba a una cuadra de distancia, repentinamente salió un auto que pretendía pasar un alto, su agilidad le permitió deslizarse por el capó sin sufrir daño. Sonrió, pues el autobús se había detenido. Deslizó un poco la bocina izquierda para poder oír al conductor que la saludó con gusto:

—¡Hey!, casi no lo logras —dijo él.

—Sabes que nunca he perdido uno de tus viajes —contestó ella con el aliento agitado.

—Pasa, pronto estarás en casa —replicó el chofer.

La chica tomó un asiento en la ventanilla a la mitad del autobús, observó su celular y revisó un mensaje: «Estamos juntos, te esperamos», ella solo guardó su teléfono. Ya no había paradas que hacer, un viaje directo la esperaba. Nunca había llovido como ese día, la gente hablaba preocupada alrededor y miraba por las ventanas con una expectativa extraña. El chofer parecía confiado, una curva en la carretera que ya había recorrido durante 10 años no le hacía temblar, aunque cayera un hielo gigante del cielo, los pasajeros reían al oír este comentario. La caída del granizo y la brisa que había no le permitió escuchar unas llantas frenando frente a ellos, un tráiler había perdido el control de la carga. Fue demasiado tarde para virar.

El choque dejó a la mitad de los pasajeros sin vida. La chica permaneció inmóvil entre los cuerpos, con los ojos abiertos comenzó a soñar.

1

El sueño

Todavía lo recordaba, tenía apenas 14 años. Esta lluvia era una tormenta inesperada. No había luz, pero aún era temprano, no tuve mucha alternativa de diversión más que leer un libro. Y entonces lo escuché, fue un ruido bastante fuerte en el patio trasero. Creí que había sido un rayo, aun así, decidí inspeccionar. «¿Qué?», mi aliento solo alcanzó para decir esa pregunta.

Corrí a buscar las llaves para abrir la puerta y comprobar que mis ojos no me mentían, era un cuerpo, un cuerpo con unas vestimentas blancas extrañas. Estaba boca arriba y descansaba sobre unas alas casi transparentes. No lo pude pronunciar, no pudo salir de mi boca la palabra que mejor describía a esa criatura. Siempre se escucha de algún afortunado o loco que creyó ver a un ángel o un ser de otro mundo, pero yo no sentí eso en mi cuerpo, era miedo, sí, miedo es lo que se aproxima a esa sensación que me paralizó. Abrió los ojos, un azul profundo y casi brillante, una mirada intensa y difícil de encarar.

—¿Estás bien? —Fue lo mejor que puede preguntar.

—Ayúdame… —contestó el ser.

De inmediato, me acerqué para levantarlo, era muy grande, pero liviano, las cosas no concordaban. Lo llevé dentro de la casa, su cuerpo comenzó a sentirse muy caliente, no lo soporté y me alejé.

—Lo siento —dijo, se recostó en el suelo y volvió a dormir.

Lo analicé más de cerca, tenía una herida grande detrás de una de sus alas, era como si las hubieran querido arrancar. Pasaron casi cuatro horas, la tempestad de la lluvia pasó dejando un bello arcoíris.

—Hey —escuché un leve murmullo—. Hielo —pronunció con debilidad.

—¿Quieres hielo? —pregunté para confirmar. Después de que asintió con la cabeza fui a la cocina a preparar su petición, lo llevé envuelto en un trapo, pues pensé que la usaría en su herida, no fue así, bebió los hielos como si fuera agua. Noté que, al tocar su lengua, estos se convertían en líquido inmediatamente. Quedé perpleja.

—Tu nombre —dijo.

—Soy Nemo, ¿y tú? –respondí.

—Nemo, cuando vuelva la lluvia podré sanar, hasta entonces, no menciones mi presencia. —Se volvió a recostar y cerró los ojos.

Me pareció descortés que no me dijera su nombre, pero no lo pensé demasiado. Mi familia volvió, la euforia no se hizo esperar. El ángel permaneció durante cuatro semanas con nosotros, mi madre estaba fascinada, pues creía que habíamos sido bendecidos, afortunadamente controló su ímpetu por contárselo a todo el mundo. Mi hermana insistía en preguntar cosas extrañas y mi padre hablando de filosofía y la existencia del universo, estoy segura de que el pobre deseaba haber caído con una familia menos parlanchina.

Y entonces pasó, aquella lluvia se presentó, era más tranquila, pero igual de poderosa. Él salió al patio, levantó sus manos hacia el cielo y disfrutó de la sanación de su herida. Lo sabía, se iba, volaría para no regresar. No quería perder su presencia y él notó mi tristeza. Se aproximó a mí y me dijo al oído:

—No pongas esa cara, nos volveremos a ver. —Apretó mi mentón y se alejó de mí. Con un poderoso salto y el rugir de sus alas cortando el viento, se elevó y desapareció en un agujero que abrió en el cielo. Por un instante, no percibí ninguna sensación en mi cuerpo y luego surgió un miedo intenso. ¿Por qué me dijo eso?

Han pasado 10 años desde entonces, ya lo había olvidado. ¿Por qué lo recuerdo ahora? Aquí, donde yace mi cuerpo inmóvil en una lluvia tan tupida.

Levanté mi mano derecha como aquel día en el que él voló y no recordé nada más.

—¿Cómo están los demás pasajeros? —dijo una voz varonil.

—Lo siento doctor, solo quedan tres personas con vida, ya perdimos a la niña —dijo con angustia una voz femenina.

—Llamen a sus padres, daré la noticia —dijo el hombre tras un gran suspiro—. Cuiden a esta paciente, su familia llegará hoy por la noche —terminó y sus pasos abandonaron la habitación.

Eran las 10:00 de la noche, Nemo permanecía inmóvil en la cama, su respiración controlada por un aparato y su pulso moribundo monitoreado constantemente. Una sombra negra entró a la habitación, sus pasos eran lentos y silenciosos, una luz tenue brilló en la oscuridad, en una hoja de un pequeño libro apareció la información de la chica.

—Eres tú, te he encontrado —dijo la sombra—. Desafortunado espíritu, tu poder interno los dioses reclaman —añadió. Tocó el pecho de la chica con su mano izquierda, su respiración y corazón se manifestaron solo una vez más. Su mascota, que habían llevado sus padres, se desvaneció a su lado.

—Al parecer están conectados, bueno, no le vendrá mal un poco de compañía —desapareció tras estas últimas palabras.

Su mente se perdió en el tiempo, había viajado una gran distancia, pero ya no había recuerdos, solo una sensación extraña en sus manos y cara. Era suave, como tocar las cenizas de una hoja de papel. De repente, sintió algo frío en su frente, pequeños toques que trataban de despertarla.

Abrió los ojos, estaba tendida en una tierra completamente gris y nublada, se levantó poco a poco, no distinguía el lugar, sus pies tocaban la suave ceniza. «¿Dónde estoy? —se preguntó mientras miraba a su alrededor—. Esto es muy extraño, la sensación en mis pies es increíblemente realista». Notó algo en el suelo.

—¡Hey!, estás conmigo. —Tomó a su gato en brazos.— ¿A dónde se supone que debería ir? —Estaba confusa. Su gato saltó repentinamente y comenzó a correr—. ¡Hey!, espérame.

Nemo corrió tras su gato Thomas, el paisaje del lugar era extraño, pero tranquilizador y bello a su modo. Pasó por un puente de madera negra para atravesar un río púrpura donde corrían flores rosas, la iluminación estaba a cargo de un enjambre de luciérnagas que danzaban sin cesar. La vegetación estaba llena de colores oscuros, pero brillantes, estaba en otro mundo. Nemo y Thomas alcanzaron un camino delimitado por antorchas de un fulgor rojo y azul, siguieron el sendero hasta un pequeño edificio de piedra. La puerta era de madera, parecía muy firme.

—¿Cómo la abrimos? —pregunto al gato—. Creí que por ser un sueño fantástico hablarías, pero solo me miras —se contestó Nemo. «Veamos, debe haber una palanca o bloque extraño», se dijo mientras palpaba las paredes. Por casualidad, logra dar con el bloque de algún mecanismo. Se escuchaba ruido tras aquella puerta, pero no veía nada más.

—Rayos, no sé qué está pasando —dijo mientras colocaba su oreja en la puerta—. ¿Qué es eso? —escuchó voces que venían del cielo, del norte, del sur, del este y del oeste. Eran llantos desgarradores, lamentos y angustia, perturbadores para un ambiente tan gris.

 

—Nemo —dijo una voz—. Tranquila —continuó.

—¡¿Quién es?! —gritó asustada. Los lamentos se escuchaban cada vez más cerca, casi en su oído, eran tan fuertes que se puso de rodillas.

—Solo son ecos, ya no están más. No los escuches, no te pueden hacer daño —le decía una voz.

Levantó la mirada y ahí estaba, el ser que llegó y se fue en un día lluvioso.

—Eres tú —dijo Nemo.

—Sí, te dije que nos volveríamos a ver —sonrió el ángel.

—Pero ¿cómo? Yo, bueno… —Pasó la mano derecha por su cabello con desesperación.

—Despacio, tienes mucho tiempo para preguntar. Sé que esto es perturbador, despertar aquí sin recuerdos del cómo, en un lugar extraño y lúgubre. Afortunadamente, estás acompañada —señaló al felino.

—¿Cómo has dicho? ¿Despertar? Pero si sigo dormida.

—¿Dormida?

—Sí, aunque debo admitir que esto se siente muy real. Estos sueños sí que son intensos y ahora tú apareces, es gracioso, ya que no había pensado en ti en muchos años —dijo ella convencida.

—Nemo, se siente real porque lo es, tu alma ya ha migrado a otra tierra.

—¿Qué dices?

—Después del accidente falleciste en el hospital, lo que tú ves es solo tu alma.

—¿Qué? —Nemo echó una carcajada—. ¿Esperas que crea eso? Esto no es real.

—¿Yo no soy real? —El ángel se acercó y tomó el brazo de Nemo.

—Pues… —No tuvo más palabras.

—Escucha, no te asustes, te prometo que te acompañaré en cada etapa de este viaje que experimentarás. Créeme, no estás sola. Toma. —Da una espada a Nemo.

—¿Qué es esto? ¿Esperas que tome la espada y camine después de este shock?

—Sí. —Fue la última respuesta del ángel.

Ella tenía más preguntas, pero él no estaba dispuesto a contestar, era momento de que ella partiera. El ángel tocó la puerta de madera, en un instante, esta quedó reducida a cenizas.

—Esta escalera te llevará al túnel de la conexión, camínalo hasta que veas la puerta celeste, una vez allí, podrás atravesar al mundo de los vivos. Camina por la ciudad hasta que encuentres a Curbano, recuerda su nombre, él te ayudará en ese lado. Ve, Nemo. —El ángel señaló la entrada.

Su alma estaba inmóvil, su mirada perdida, su cara sin gesto alguno.

—No temas, te estaré mirando. Si sientes dudas, mira hacia el cielo, entonces sabré que me necesitas.

Cuando reaccionó, el ángel había desaparecido. No tuvo otra alternativa que seguir por la escalera, escoltada por Thomas, camino por el laberinto iluminado por un fuego azul. Las gotas de agua se movían de abajo hacia arriba, todo un deleite para el gato, que disfrutó el trayecto. Ella solo caminaba sin saber dónde estaría la puerta celeste y aquel hombre cuyo nombre había de memorizar.

Repentinamente, escuchó un ruido a sus espaldas, parecía como el paso de una persona que arrastra los pies al caminar, Thomas erizó su pelo y gruñó cual gato enfurecido.

—¿Qué sucede? ¿Qué viene? —preguntó Nemo levantando eco.

Ante ella, un ser humanoide y encorvado, de su boca salió una rata putrefacta, de su piel, sangre casi negra. Ella no lo dudó, tomó a Thomas y comenzó a correr tan rápido que llegó a la puerta celeste al instante.

—¿Cómo la abro? —Comenzó a golpear desesperada, el ser se acercaba sin pausa—. Demonios, no hay nada —dijo mientras trataba de encontrar algún bloque especial como antes. Era tarde, el ser la había alcanzado, ella solo abrazó a Thomas y se tiró al suelo asustada. Aún con los ojos cerrados notó un fulgor intenso que iluminó todo el túnel. Una luz blanca había atravesado el corazón y cabeza del monstruo, este quedo pulverizado.

—Ya lo he terminado, no temas —dijo una voz varonil y un tanto seductora.

—¿Qué? —dijo mientras se incorporaba.

—Tú debes de ser Nemo, permite que me presente, mi nombre es Raduma. —Un hombre de vestiduras negras y mirada intensa apareció ante ella.

—¿Quién eres? —preguntó.

—Pero si ya he dicho mi nombre.

—No, no me refiero a eso, quiero saber qué quieres.

—Oh, me encantaría charlar contigo, pero hay mejores lugares que este espantoso túnel, del otro lado platicaremos con gusto. Anda, es hora de que cruces, no tenemos mucho tiempo —dijo mientras se aproximaba a la puerta celeste. Después de acomodar los cerrojos, la puerta se abrió dejando ver un portal extraño.

»Tal vez no te agrade el lugar donde aparecerás, pero es el portal que está abierto en esta temporada. Esa espada te protegerá de estos seres y cosas más lúgubres, no la olvides. Con ese atuendo parece que estás loca, desgraciadamente no traigo vestimentas para ti, tu despertar fue muy repentino, no pudimos prepararnos bien. Dame a tu amigo, él no puede salir. Recuerda a Curbano, lo tienes que buscar como tu prioridad, la gente sabrá orientarte, trata de no meterte en tantos problemas. Anda, no puedes esperar todo el tiempo.

—Yo…, no entiendo nada —dice preocupada.

—Lo sé, solo si te aventuras descubrirás. —Raduma señala el portal.

Se escucha ruido en el túnel, Raduma empuja a Nemo por el portal y cierra la puerta inmediatamente. Ella cae en una tumba recién cavada, parecía que ya estaba atardeciendo. Logra salir del hoyo, era un cementerio.

—Qué sutil —dijo.

Caminó por el lugar hasta localizar la puerta, alcanzó a percibir que una lápida se abría, sin dudarlo corrió hasta estar lo más lejos posible del panteón. Comenzó a recorrer el único sedero que había, a su derecha miró una laguna, había un cuerpo flotando.

—Tiene zapatos, pero no me acercaré. —Siguió su camino. A su izquierda, otro cuerpo, estaba partido por la mitad y colgando de un árbol.

—¿Qué es esto? —No se detenía a indagar, pues ya casi oscurecía. En su andar se topó con un cruce de caminos, había tres pueblos: Memphis, Cirenaica y Fayún.

—Hum…, el ángel y Raduma no me dijeron hacia dónde seguir. Iré a Fayún, por lo menos tengo un presentimiento.

Hacia su destino, encontró a una niña que cuidaba a una oveja, tras asegurarse de que no fuera un cadáver viviente, platicó con ella.

—Hola, ¿qué haces aquí sola?

—Hola, mi oveja, se lastimó la pata y ya no camina, tampoco la puedo cargar. —La niña tenía la cabeza del animal en su regazo.

—Yo puedo ayudarte, ¿dónde vives? —Se puso en cuclillas.

—En una granja a las afueras de Fayún.

—Vamos.

Repentinamente, se escuchó un ruido de entre los arbustos, un ser deforme y con la piel verdosa se dejó ver.

—No, ya apareció él primero. —Nemo se echó ligeramente para atrás.

—Tranquila, solo basta con gritar «Vindicatif» para que se vaya —dijo la niña.

—Ah, ¿sí? —respondió incrédula.

—¡Vindicatif! —gritó.

El ser corrió en cólera hacia ellas.

—¡Corre! —exclamó Nemo con la oveja en brazos. Llegaron a la granja lo más rápido que pudieron, el padre de la niña abrió de inmediato.

—Hija, ¿cómo has salido sola?

—Lo siento, la oveja se lastimó —respondió la niña agitada.

—¿Quién es ella? —señaló a Nemo.

—Ella me ayudó, es mi amiga.

—Hola, ¿qué tal? —Nemo se coló de inmediato en la casa.

—Gracias por ayudarla, soy Norman. Las viejas técnicas ya no funcionan, cada vez son más agresivos.

—Oye, Norman, ¿qué son esas cosas? —Nemo bajó a la oveja.

—¿Qué? ¿De dónde rayos vienes como para preguntar eso? —La miró con confusión.

—Créeme cuando te digo que soy ajena a todo esto.

—Son la peste de los gusanos verdes, vienen de tierras muy lejanas, pero ahora están proliferando, nos preguntamos qué lo está provocando. —¡Toc, toc!, se escucha en la puerta—. Julius, vamos, es hora de terminar con esos andantes.

—Sí, padre —contestó un muchacho.

—Ven con nosotros, tienes una espada interesante —dijo Norman a Nemo.

—Claro que no, yo me quedó —se negó al instante.

—Yo cuidaré a la oveja y aseguraré la puerta —agregó una mujer, parecía ser la madre.

—Vamos, si esperamos demasiado vendrán más —dijo Norman al abrir la puerta.

Norman clavó su hacha en la cabeza del gusano sin dudarlo, su hijo lo asistió para derribar a uno más. La mujer cerró la puerta a espaldas de Nemo, aunque no sentía temor, sus manos no alcanzaron a animarse a tomar la espada.

—¡Atrás! —gritó Norman. Un cadáver golpeó a la desprevenida dejándola en el suelo, por instinto, tomó la espada con las dos manos y la colocó frente a ella, el atolondrado gusano es atravesado y comienza a quemarse.

—¡Es una buena arma en verdad! —exclamó Julius.

Solo bastó un intento para animar a la joven a luchar con esos seres desorientados y torpes, una o dos tajadas fueron suficientes para derribar al pequeño grupo.

—Vamos, muchachos, ya hemos terminado —dijo Norman dirigiéndose a la casa.

La familia se reunió para cenar. Su cuerpo no reaccionaba ante los estímulos de la comida, en verdad, estaba inconsciente de la situación.

—No, de verdad, no tengo apetito —dijo Nemo al recibir la comida. Norman la miró con extrañeza.

—Vamos, no seas tímida, por lo menos acepta un vaso de leche —dijo Julius.

—Hum, está bien. —Acompañó ese sorbo con una mordida a una galleta, a pesar de que pasó por su paladar y garganta, al final no sintió nada.

—Olvidé presentarte, ella es Luci, mi esposa, la pequeña a la que rescataste es Rosi, mi hija, y este muchacho es mi hijo Julius. ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Nemo.

—Ella se dirigía a Fayún, papá —agregó la niña.

—Ah, eres un viajero, supongo que vas a descansar, aunque tus vestimentas me dicen que te han robado.

—No realmente, tampoco sé qué hay en Fayún.

—¡Ja!, no me lo creo, pero allá vas sin conocer qué encontrarás.

—En realidad, estoy buscando a un tal Curbano.

—¿Curbano? —preguntó Julius.

—¿Lo conocen?

—Claro, es un gran guerrero, pero es más famosos por su hija, es una belleza —balbuceó el muchacho.

—Eso te lo diría cualquier joven atolondrado. —Luci da un pellizco a Julius—. Nadie ha visto de cerca a esa chica, el mito lo ha generado su madre. ¿Por qué lo buscas?

—¡Pff!, es difícil decirlo. —Pasó su mano por su cabello.

—Bueno, no lo encontrarás en Fayún, desde que falleció su esposa se ha vuelto muy ermitaño, pero sé de alguien que te puede ayudar.

—Bien, dime.

—En el centro de Fayún busca a Gari, el dueño de la herrería, al parecer fabrica armas que él solicita especialmente.

La familia descansaba después del tormento, Nemo permaneció despierta tirada en el suelo cerca de una chimenea. Cuando el sol comenzó a salir, ella se dispuso a partir, unos pequeños pasos la interrumpieron.

—¡Oye! —exclamó Rosi.

—¿Sí? —Dio media vuelta.

—¿Te iras con esos harapos? —preguntó la niña.

—Eso creo. —Se encogió de hombros.

—Toma, mi madre te los envía. —Da unos huaraches negros, una playera y unos jeans de cuero. Nemo agradece el gesto y se retira de la casa. En poco tiempo alcanzó la puerta de Fayún, era custodiada por unos guardias que inspeccionaban a todos los que querían entrar.

—Ciudadano, no se permite el acceso a la ciudad con armas, tendrás que dejarlas en la torre —ordenó el guardia.

—No puedo dejarla aquí, es muy valiosa.

—Cuando salgas de la ciudad podrás recogerla.

—Bien, aquí está. —Trata de entregar la espada, cuando el guardia toca la empuñadura, esta se desvanece en un haz de luz y se introduce en el brazo de Nemo.

—¿Qué ha sido eso? Los actos de magia no se permiten en Fayún, lo siento, no puede entrar.

—¿Qué?, pero no sé qué es lo que ha ocurrido, no lo controlo.

—¡Retírese! —El guardia insiste apuntando a Nemo con una alabarda.

Nemo se retira y comienza a idear el modo de entrar a la ciudad, explora todas las zonas alrededor de la muralla, pasa cerca de la torre de vigilancia y escucha que a las 5 a. m. del día siguiente la guardia se reforzará dejando sin escolta la puerta norte. Había un problema, no tenía un reloj como para saber la hora, tal vez una vara y un buen lugar haría que la posición del sol le indicara el momento del día en que se encontraba. Después de buscar, logró encontrar el lugar propicio para su experimento, eran las 4 p. m. Demasiado tiempo, no estaba tan loca como para comenzar a hablar sola, miró al cielo y recordó al ángel: «Tal vez me está mirando», pensó. Los arbustos a su alrededor se movían, parecía que un animal estaba atrapado o tal vez un gusano. Saltó un cerdo salvaje, parecía herido, pero no lo suficiente como para no tratar de envestir a la joven.

 

—Bueno, en todo caso esto es mejor que un cadáver con vida —dijo.

Un ruido fino la distrajo, una flecha apareció repentinamente matando al cerdo.

—¿Se encuentra bien señorita? —dijo un joven que apreció entre los árboles.

—Estoy perfectamente —contestó.

—¿Qué clase de idiota le dio esa vestimenta? — dijo el joven burlándose.

—Tal vez deberías retirarte, el cerdo se te va a podrir en la boca —respondió disgustada al cruzarse de brazos. El muchacho dio media vuelta y se fue.

Oscurecía, la luna hacía gala con su brillante luz, pero no había nada más relumbrante que unas ardillas fosforescentes que saltaban entre los árboles. En ese momento, ella estaba dispuesta a creer en cualquier cosa. Se levantó del tocón en el que permaneció sentada un buen rato y se percató, había un cadáver justo a sus espaldas, la mitad de su cuerpo era solo un esqueleto, ya no tenía mandíbula y sus ojos estaban desorbitados; estático y extraño. Se alejó lentamente, pero este la perseguía al mismo ritmo. Se movió sin darle la espalda, esta vez el cuerpo permaneció sin moverse. Cuando lo tuvo a una distancia considerable, aceleró su paso y corrió tan rápido como pudo, al mirar hacia atrás notó que el moribundo no la perseguía, o eso creyó.

Regresó su mirada hacia al frente, un golpe fue lo que recibió. El gusano se abalanzó encima tratando de herirla con sus afilados huesos. Un fulgor rojo la cegó por un instante, luego no sintió más al atacante.

—Nemo, ¿estás bien? —preguntó el ángel mientras le daba la mano.

—Vaya, sí que esperas hasta el último momento. —Se puso de pie con ayuda del ángel.

—No vendré cada vez que tengas el menor de los problemas. —Toma el brazo de Nemo y extrae la espada.

—¿Cómo hiciste eso? —quedó atónita.

—Estas armas son especiales, son espirituales, solo seres como tú o yo las podemos utilizar, una vez no la necesites esta volverá a ti y se convertirá en el pequeño tatuaje que viste. Si quieres sacarla, solo basta con que toques el grabado en tu piel, ¿ves? —el ángel muestra como hacer el truco.

—Bien, si eso lo hubiera sabido antes ya estaría dentro de esa ciudad.

—Siempre hay otra oportunidad.

—Tengo una duda aún más importante. Si soy solo un alma, ¿cómo pueden verme?

—¿Ves esta pequeña piedra en el mango de la espada? Es un Herz, un corazón de cristal. Con él, las almas se pueden materializar, convierte parte de su energía en huesos, músculos, piel, dientes y voz, lo necesario para caminar entre los vivos. Si te arrancaran un brazo, no lo volverás a tener hasta que lo encuentres, pero si apagas el cristal, tu cuerpo perderá su forma y tu energía se reformará. —El ángel apaga el cristal, por un instante parte del cuerpo de Nemo se vuelve una luz azul.

—Está bien, ya entendí, no hagas eso —se preocupó.

—Debes saberlo. Hay otra cosa, aunque no sientas fatiga, llegará un punto en que sentirás que no tienes suficiente ímpetu. Herz se alimenta de ti, si no recibe la energía mínima necesaria para materializarte, comenzará a consumir tu energía vital. Esta es la fuente de tu propia existencia, si el corazón de cristal la drena, partes de ti desaparecerán para siempre, ten cuidado —aclaró el ángel.

—¿Qué pasaría si el cristal se rompe?

—Tu energía se esparcirá y será absorbida por el ambiente.

—De acuerdo. —Presiona su mentón.

—Retomando tus asuntos, ¿te topaste con alguien en el túnel?

—Sí, no me dijo mucho, solo su nombre, parecía muy apresurado por sacarme de allí.

—Entiendo. ¿Qué necesitas para entrar a esa ciudad?

—Un reloj.

—¿Reloj?, toma este entonces. —El ángel ofrece un reloj de bolsillo plateado.

—Vaya, sí que es bonito. Son las 12 a. m., parece que mi predicción del tiempo no fue tan exacta.

—Ya tengo que irme, no te involucres con la gente de Fayún, si comienzas a hacer favores, perderás el tiempo. —El ángel comienza a caminar y se pierde en la oscuridad.

Nemo se queda cerca de la puerta norte de la ciudad, decide subir a un árbol para descansar, una ardilla voladora era mejor que un cadáver devorador. Siendo puntual, la guardia desapareció de la zona norte, ella se aproximó para buscar una entrada, había unas tablas que cubrían una pequeña reja lo suficientemente amplia como para que ella cupiera, con la espada quemó la madera. Ya dentro, se escondió por los lugares más oscuros para poder caminar por la ciudad. La gente seguía en sus casas, mas había uno que otro madrugador. En un callejón, se topó con una tela roja tendida, al inspeccionarla, se dio cuenta de que era un vestido. «Es enorme, creí que era un mantel. ¿Qué clase de gente vive aquí?», se dijo.

En busca de la herrería halló una especie de posada, entró para preguntar acerca de Gari.

—Qué lugar tan colorido —dijo—. ¡Hey!, buenos días. —Nemo no pudo pronunciar más palabras ante la reacción de tan emocionado anfitrión.

—¡Perfecta! —exclamó.

—¿Qué? —dijo ella confundida.

—Excelente figura, justo lo que necesito. —El hombre entro por una puerta a sus espaldas.

—¡Oiga! —gritó ella.

—Ponte esto. —El hombre le dio un vestido a Nemo.

—¿Qué? Claro que no.

—Un extraño acento. Soy Antonio Alabi, diseñador y vendedor profesional. Tengo grandes ideas, pero por desgracia no encuentro una buena modelo, todas las fayunas tienen medidas diferentes, no ajusta —dijo cruzándose de brazos.

—Espere, espere, no entiendo de qué va esto, pero no vengo a lo que sea que esté pensando. Solo vengo a hacer una pregunta.

—Esto no es un periódico, es una casa de venta.

—Pero afuera dice posada.

—Oh, sí, no he cambiado el letrero. Pensé que venías por mi anuncio. Es raro que alguien se ofrezca, pero todo sea por salir de esta pobreza que invade la ciudad.

—No tengo tiempo para esto. —Nemo da media vuelta para retirarse.

—Espera, te pagaré si me ayudas.

—¿Cuánto…? No, espere, ¿qué tengo que hacer? —Vuelve la espalda interesada.

—Solo ponerte este vestido y caminar por las calles cuando amanezca. Seguro preguntaran por mí, entonces tú los mandas a mi tienda, ¿entiendes?

—Mmm, suena sencillo.

—Te conviene, además con esa combinación ridícula cualquier guardia de Fayún te tomará por delincuente. Anda, ganarás dinero. —Antonio frota sus dedos. Nemo no muestra mucha objeción, el hombre cierra el trato y ofrece una habitación mientras llega la hora del espectáculo. Dan las 8 a. m., Nemo sale de la tienda ataviada con un vestido escarlata, bastante tolerable, pero ajustado. Sin más, comenzó a buscar la herrería, el lugar parecía dedicado a la agricultura, había arado, molinos y almacenes, un lugar muy comercial. Los pobladores tenían una complexión muy robusta, podría decirse que eran obesos, a ella le pareció simpático su aspecto, por lo que no pudo evitar reír. En contraste, la gente que trabajaba arduamente era esbelta y fuerte.

—Hola —una mujer la saludó.

—¿Eh?

—¿De dónde sacaste ese vestido?

—¿Te agrada?

—Sí, ya pronto se aproxima el festival y todos buscamos ropa novedosa para atraer a los compradores.

—¿Festival?

—Sí, es para burlarnos de los idiotas de Ismailía, su desgracia es nuestra fiesta. Aprovechamos para vender algunos de los esclavos.

—¿Esclavos?

—Sí, la gente que trabaja para nosotros en las tierras. ¿Cómo no lo sabes? ¿De dónde vienes?

—Hum, de ninguna parte realmente.

—No me lo creo, tus brazos me dicen que eres del sur, no tienes nuestra complexión.

—Pues se podría decir que tengo la mitad de su complexión —responde con gracia.

—¡Ja!, claro, ustedes siempre hablan así, pero conocen bien su negocio, la prostitución les hace usar su creatividad.

—¿Qué? —Nemo queda perpleja—. No soy de ninguna de esas tierras, vengo de otro sitio, con eso le bastará.