Bolivia: El despertar de un pueblo explotado

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Bolivia: El despertar de un pueblo explotado
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LUCIANA E. PÉREZ

BOLIVIA

EL DESPERTAR DE UN PUEBLO EXPLOTADO

LA CONTRADICCIÓN DEL MNR


Sobre Bolivia

Internándonos en las lecturas sobre el lawfare descubrimos un problema mayor: las condiciones que lo posibilitaron con la instauración de gobiernos de excepción que en la región comenzaron con la presidencia de Mauricio Macri (2015) y la destitución de Dilma Rousseff (2016). Si Argentina y Brasil podían imponer neodemocracias (después de todo hay neoliberalismos, neonazis, neoconservadurismos), era de suponer que esos nuevos emprendimientos institucionales servirían de ejemplo para el resto. Democracias fraguadas, no por la manipulación de datos electorales, sino por el encarcelamiento, incubación de desprestigio y persecución de los principales candidatos a ganarlas. No tuvieron hijos no reconocidos, ni participaron de cohechos, ni desviaron fondos públicos, ni resultaron ser autores intelectuales de triples crímenes o de fiscal alguno.

La Argentina 2015 - 2019 fue gobernada desde el exterior de los márgenes legales ya que agencias estatales, alentadas desde la centralidad del poder político, estuvieron destinadas a la extorsión, espionaje, asfixia económica y encarcelamiento de opositores. La Dirección Nacional de Migraciones, AFIP, UIF, Servicios de Inteligencia (AFI), entre otras, operaron en tal sentido por si o tercerizando la labor en bandas conformadas por policías federales, periodistas, abogados, agentes inorgánicos, barras bravas, narcotraficantes, ex policías, etc. Del mismo modo que tampoco es democrático el gobierno cívico - militar de Jair Bolsonaro con sus llamamientos al golpe o el de Iván Duque (cada 30 horas un dirigente político o social es asesinado), y hasta recordando que Rafael Correa fue condenado a una inhabilitación para ejercer cargos públicos por 25 años (no podrá ser parte de la próxima contienda electoral).

Los poderes judiciales, con sus mecanismos de lawfare, fueron (son) parte indisoluble, principales engranajes, en la configuración de estas excepcionalidades democráticas.


LUCIANA PÉREZ

Nació en Buenos Aires en julio de 1988.

Docente de Filosofía (UBA). Especializada en Filosofía Latinoamericana. Desde joven ha participado en seminarios y congresos sobre historia, política, educación y comunicación desde la perspectiva decolonial. Es co-fundadora y editora de la revista digital "Centro de análisis geopolítico para la soberanía" (CAGS). Actualmente se desempeña como docente en terciarios, en secundarios y filosofía con niñas y niños.

Nota Editorial

Ante todo, previamente a esbozar algunas reflexiones sobre el contenido del libro, expresamos nuestro agradecimiento a la autora quien como docente de Filosofía de la Universidad Nacional de Buenos Aires, y especializada en Filosofía Latinoamericana, tuvo la elección de la Editorial Nuestra América para compartir esta investigación que enriquece nuestro amplio catálogo de publicaciones sociales y políticas. Además reconocer que ha tenido la suficiente paciencia, hasta llegar a esta instancia de la publicación, debido a que hemos trabajado largamente en un intercambio fructífero que esperamos haya enriquecido la versión que ponemos al alcance de los lectores. Su profesionalismo y pasión, que acompañaron la edición de este libro, nos obliga a este agradecimiento expreso.

Bolivia: el despertar de un pueblo explotado, la contradicción del MNR; aborda uno de los momentos bisagra en la historia de Bolivia y de nuestra América toda. En 1950, Bolivia era un país agrario con tres millones de habitantes, de los cuales un millón setecientos mil eran indios explotados por una ínfima minoría de pequeños y dispersos grupos oligárquicos, con una clase obrera minera de población económicamente activa del 27% frente al 72% de agrarios. Es con esa composición social que en 1952 vive su primera revolución nacional. Y no fue la mano de los agrarios, justamente la mayoría, quien encendió la chispa y comandó la revuelta.

Bolivia nace como proveedora de plata y ante la escasez surge el estaño. Los dueños de las minas explotadas, llamados Barones del estaño (tres hombres que a su vez manejan los medios de comunicación) tienen tal magnitud de poder económico que el presidente Saavedra le ofrecerá al capo máximo del estaño, Simón Patiño, lo mismo que un presidente argentino a un operador magnate los medios de comunicación en Argentina en los 90, que se haga cargo de la presidencia, a lo cual, 40 años antes en la historia de nuestra América, le respondió exactamente lo mismo: ese es un cargo menor.

En medio de este escenario nace, se desarrolla y llega al gobierno un movimiento político, el MNR, (Movimiento Nacional Revolucionario) que tiene su nacimiento con una logia militar nacionalista antimasónica y que luego tendrá un presidente (masón) que terminará colgado en un farol de la Plaza Murillo. Composición un tanto extraña la de este movimiento que claramente incidirá en las medidas adoptadas durante su vida política activa en la historia de Bolivia.

La autora define y sustenta tres momentos claves en la vida del MNR para intentar explicar, mediante un desarrollo fundamentado a través de su investigación y reflexión, los desafíos políticos y sociales de los procesos de liberación ante el poder hegemónico. Y lo hace con tal empeño y dedicación que nos exhibe el ayer y el hoy de nuestra América a través de ese período particular de la historia de nuestra América.

A esos tres momentos del MNR los denomina y define así:

Parcial – del nacimiento en 1942 a 1950. Sostiene aquí que la posición del MNR frente al pueblo y al imperialismo no es clara de definir.

Controversial – de 1951 a 1959. Con la Revolución nacionalista de 1952 en medio, el MNR suscita tremendas dudas debido a la contradicción entre las medidas adoptadas por sus gobiernos y la representación de las masas que lo condujo al poder administrativo del Estado.

Crítico – de 1960 a 1964. Donde un sector importante del MNR afianza su relación con los EEUU y se aleja de las bases populares mineras.

Este es un apasionante estudio donde la autora demuestra claramente que esa fue “la primera vez que la clase obrera toma el lugar de elemento de fuerza combativa y representación política” en Bolivia. Luego nos invita a navegar en una mar de interrogantes sobre la nave principal de lo concreto de lo histórico frente a lo abstracto de lo filosófico. Aquí es donde habrá naufragios y rescates para intentar comprender desde lo que pasó por qué nos pasa lo que nos pasa, que no es poca cosa ni afuera ni adentro de casa en los procesos de transformación de los pueblos frente al poder hegemónico.

Marcelo Cafiso Desde el BohíoLanús, Buenos Aires,22 de agosto de 2020

Índice

  Cubierta

  Portada

  Sobre este libro

  Nota Editorial

  Epígrafe

  Dedicatoria

  Nota

  ¿Por qué analizar la revolución boliviana?

  Introducción

  Caracterización de Bolivia

  Sectores Sociales

  La Guerra del Chaco

  Papel del Movimiento Nacional Revolucionario

  Conclusión

  Bibliografía

  Créditos

  Otros títulos de esta editorial

Por la reivindicación de las luchas sociales, por el despertar de los pueblos latinoamericanos ante los desafíos del siglo XXI.

A los mineros y mineras una de las clases más formidables y excepcionales de América Latina

René Zavaleta Mercado


“Esto explica por qué llegado el momento en el que las masas entran en la escena activa de las reivindicaciones sociales las derrotas son transitorias; la transitoriedad depende de una compleja serie de factores. Y con la segunda guerra mundial se abrió un proceso de elevación revolucionaria que dará como resultado una realimentación constante y un cambio en las relaciones sociales a nivel internacional. Lo mismo que en Bolivia, este curso inexorable se muestra en otras partes del mundo” 1

 

1 Pla, A. América Latina Siglo XX. Economía, sociedad y revolución, Carlos Pérez Editor, Buenos Aires, 1969, p.187.

Nota

El presente trabajo ha sido elaborado, transitado y modificado a lo largo de un período de al menos tres años. Con todas las vivencias y los cambios que implican una afección en nuestro pensar, sentir y representar.

Lo que comenzó como un mero trabajo monográfico sin mayores pretensiones, fue transformándose de manera gradual en un proyecto de libro, cuya intención en primera instancia fue la de reivindicar la revolución del pueblo boliviano como movimiento crucial de las fuerzas sociales latinoamericanas. Sus páginas fueron consultadas y revisadas, buscando respuestas ante el contexto histórico y político que se avecinaba.

¿Por qué es indispensable para el accionar latinoamericano, recuperar y descifrar su historia?

¿Qué mecanismos enraizaron en la sociedad la discriminación cultural y social hacia determinados sectores?

¿Por qué es un hecho fundamental para comprender los intereses económicos disputados en la actualidad?

Una vez decidido el propósito, fue menester, decidir qué metodología utilizar para abordar el análisis de este hecho histórico. El desafío fue la adopción del materialismo histórico para interpretar en clave histórica la revolución boliviana, mientras se enfatizaba sobre la necesidad de un pensar que padezca la gravidez del suelo que se habita.

Finalmente, en relación al uso de los conceptos, muchos de ellos se vieron resignificados ante un contexto histórico que así lo reclamaba. Se pretendió representar con el lenguaje, que no es neutral, la amplitud del debate actual. Paradójicamente, en cada cierre del libro, las aguas golpeaban con mayor ímpetu, pues la insurrección de 1952 aún tenía mucho que decirnos en contextos donde la historia parecía repetirse bajo los mismos esquemas pero con etiquetas actualizadas: neofascismo, fake news, golpes blandos, estados fallidos, desestabilización, evangelización.

Es por ello que haré una advertencia al lector y a la lectora: la diversidad precede a la unidad. Lo múltiple y caótico de los sucesos es previo al recorte que aquí se pretendió realizar. A su vez, ese recorte conserva en sí un intercambio de reflexiones rumiadas colectiva y popularmente.

Luciana Edith Pérez

29 de diciembre de 2019

¿Por qué analizar la revolución boliviana?

Acaso será como afirma Friedrich Nietzsche (1844-1900) que podemos servirnos de la historia, más precisamente de aquella Historia Monumental, como medio de escape ante la resignación cotidiana, que se ubica entre el dilema de actuar y el esfuerzo:

¿Quién podría sospechar en ellos esa difícil marcha de antorchas de la historia monumental por medio de la cual únicamente pervive lo grande? Y sin embargo, de vez en cuando, algunos despiertan de un modo tal que, en una mirada a la grandeza del pasado y fortalecidos por tal visión, se sienten tan animados como si la vida humana fuera un asunto grandioso y como si fuera incluso el fruto más bello de una amarga planta.2

Se extrae la idea de que lo grande alguna vez existió, que fue posible y por tanto ilusiona la eventualidad de que se manifieste nuevamente. En este sentido, se revisitaría la revolución boliviana con la esperanza encubierta, de que ella acontezca una vez más. Ella y sus protagonistas: los mineros como modelo. Y gracias a esa esperanza que nos mantiene vivos y vivas, se tienen motivos de sobra para escapar de la miseria cotidiana que nos alberga. En ello consiste la resignación: el presente no nos ofrece nada inspirador, nos impulsa a recurrir hacia un pasado admirable que valga la pena, propiciando de esta manera un sentido a nuestra propia existencia.

Sin embargo, para Nietzsche la verdadera historia debe ser entendida como una armonía de la vida, en la que se conjugan la racionalidad y la irracionalidad, el equilibrio y el desequilibrio, de tal manera que la vida en toda su riqueza y contradicción constituye el motor de la propia historia. La utilidad de ella residiría en los servicios que ella es capaz de prestar a la vida: le pertenece al ser como aquel que necesita actuar y esforzarse, o conservar y venerar, o aquel que sufre y necesita liberarse. En su justo término medio, porque incluso para Nietzsche la historia en exceso podría dañar lo viviente, a modo de ejemplo la acción de conservar y venerar en exceso, implicaría convertir a la historia en un museo, lo que denomina como historia anticuaria resultaría ser una tradición quieta y retrógrada, en la que se venera lo pasado y no se permite la irrupción de lo emergente. Venerar a los mineros como actores sociales nos impediría ver la fuerza de liberación y de cambio social de las mujeres latinoamericanas en el presente. Por último, sería sublime recordar que para Nietzsche, la enseñanza de la historia sin vivificación sería necesariamente odiosa. ¡Necesitamos de la historia para la vida y para la acción! ¡Pues reivindiquemos la vida!

Ahora bien, el motivo por el cual se ha citado esta obra de Nietzsche es para dilucidar por qué su ideología pudo haber sido rescatada por algunos y algunas representantes de posturas que reivindican la lucha contra el sistema económico capitalista. Pero es necesario aclarar, que la consideración histórica que se propondrá en el presente libro va a pretender un distanciamiento con respecto a algunos sistemas filosóficos y los modos de ver la historia que de ellos se desprenden. Para ello, se requiere de una crisis de nuestro pensar: el derrumbe de un pensar que no es nuestro, sino que nos resulta totalmente ajeno. Peor aún, copiado, transplantado, universalista. Más penoso, impuesto con violencia, reproductor de ideologías dominantes, silenciador. Nuestro pensar también ha sido colonizado.

Los filósofos como Immanuel Kant, Georg Wilhelm F. Hegel, F. Nietzsche hasta el propio Karl Marx, entre otros pensadores de la extensa tradición occidental, no nos dicen nada de nuestra cultura particular como pueblos esclavizados3. Sin embargo, los últimos dos son retomados por ideologías de izquierda con orientación latinoamericana.

Un primer motivo puede ser, porque ambos son fervientes críticos de esa tradición occidental, sobre todo de la alemana; ellos son reinterpretados, especialmente Marx, en la medida que sus reflexiones nos sirvieron y nos sirven aún, para criticar al modo de producción capitalista en todas sus fases. Resignificando aquellos conceptos como imperialismo, hegemonía, colonialismo, fascismo, a partir de las actualizaciones requeridas por los esquemas geopolíticos del presente. Sin embargo, más adelante veremos un motivo fundamental, para una posible adopción latinoamericana.

A José Carlos Mariátegui (1894-1930) se lo denominó el primer marxista de América4, recordemos que Mariátegui no sólo citó a Marx, sino que se sirvió del materialismo histórico para explicar la cuestión indígena a través de la articulación de la lucha anticapitalista, el antiimperialismo y el socialismo. Otro intelectual y militante que no puedo dejar de mencionar, tratándose de un libro sobre la revolución boliviana es René Zavaleta Mercado (1937-1984) quien nos brinda un aporte muy significativo desde el examen marxista para comprender los procesos no sólo bolivianos, sino también los demás procesos latinoamericanos. Su producción se centra en pensar los problemas históricos estructurales de la nación como construcción histórica, y los problemas del poder, en particular del poder como Estado-nación. A través de la noción de forma primordial, podemos reconstruir cada historia nacional (con su respectiva diversidad cultural), y articularla desde su especificidad en el horizonte de la generalización latinoamericana. Tenemos en Zavaleta una conciliación entre un corpus teórico muy lúcido (ideas, nociones y categorías) y un corpus práctico revolucionario concreto (realidad social, luchas sociales, revolución).5 Sostiene que el marxismo crece mediante las pugnas ideológicas: el pensamiento y la acción, se implican de manera bicondicional. Se puede afirmar, que es el principal pensador y militante de la historia boliviana.

Estos pensadores son sólo dos ejemplos de la extensa y nutrida tradición de intelectuales y militantes latinoamericanos que se han servido de las herramientas marxistas, y han construido a partir de ellas una nueva metodología para articular la estructura social de los pueblos latinoamericanos, teniendo en cuenta su diversidad cultural.

Quizás la problemática de un pensar no occidentalizado se resolvería, si Marx en su teoría hubiera desarrollado la situación particular de los países colonizados. O si Nietzsche no hubiera desprestigiado tanto al pueblo con su individualismo. Hasta el propio Gilles Deleuze (1925-1995) se ilusiona con su interpretación sobre la concepción de Nietzsche6. O tal vez, el pensamiento nietzscheano y el marxista, elaboran por sí mismos una dialéctica que implica la negación y superación de ellos mismos, en este caso, por intelectuales y activistas de orientación latinoamericana.

Para Enrique Dussel7, quién adopta una lectura marxista latinoamericana, la obra de Marx debe ser des-”fetichizada”, es decir, que no se trata de una obra acabada, sino que se la debe continuar de manera inventiva. Nuestras revoluciones exigen una inteligencia estricta, científica y dialéctica, pero al mismo tiempo “creadora”, plegada a la realidad de la praxis revolucionaria que “desolidifique” el discurso de Marx.

Resumiendo, el segundo motivo (primordial) , más allá de lo que Marx no llegó a analizar, su teoría nos deja la puerta abierta para reinterpretarlo, sin por ello, comprometernos de manera metafísica con sus categorías.

Ahora bien nos enfrentamos a un aparente callejón sin salida: por un lado tenemos la problemática de un pensar ajeno, que no nos considera y que nos oculta; por otro lado tenemos el problema de que hemos sido educados a partir de ese esquema y por tanto resulta utópico despojarnos de todo nuestro saber previo (a la manera cartesiana) y no utilizar esas categorías para analizar nuestra realidad social que nos interpela constantemente; tercero la problemática de ciertos pensadores europeos como el caso de Marx, que si bien son críticos de su tradición, no por ello consideran a las colonias oprimidas entre sus asuntos8, pero sin embargo son rescatados para la lucha de la reivindicación latinoamericana. Y un cuarto problema si se quiere, un gran porcentaje de los habitantes actuales de estas tierras tenemos gran diversidad de esa descendencia en nuestra sangre.

Pero todos estos problemas exceden en su intención y dimensión el presente trabajo, para ello será necesario elaborar otras investigaciones que desarrollen adecuadamente cada problemática a partir de un detallado y ordenado abordaje. Este libro lo que pretende lejos de esta maraña de tecnicismos, es la divulgación popular de los sucesos que acontecieron antes, durante y después de la revolución. En vistas a una finalidad práctica colectiva comprometida con el suelo que se habita. No procura, permanecer atrapado en el método, si bien es menester señalar y reconocer las problemáticas latentes de todo pensar latinoamericano.

Necesitamos por tanto de una historia que reivindique lo nuestro: que nos permita revisar ese pasado, en la medida que podamos adquirir de él, herramientas fundamentales para la comprensión y la articulación de los sucesos que se desenvuelven dentro de la totalidad social. Y en pos de ello, poder situarnos, con conciencia de clase, generando demandas que respondan a nuestros intereses populares emergentes. A su vez, elegir a quienes deben representarnos en esas demandas (sin burocratizarlas).

Conducir ese acceso a través de interrogantes actuales propios, es decir, críticos y descolonizados, para construir una lectura clara de lo que está en disputa en la geopolítica actual. Eso nos posibilita diseñar un futuro político realmente comprometido con nuestras necesidades como sociedad, oponiéndose a ideologías que justifican y continúan con la opresión hegemónica. La reproducción de grandes sistemas filosóficos políticos abstractos y universales9, sólo ha servido para perpetuar esa dominación. Aparatos de explotación económica-social, se consolidan una y otra vez, por sectores minoritarios que prefieren silenciar el pensar latinoamericano, y por ende ver las revoluciones como meras utopías. Como la construcción de un otro, que si no es absorbido debe ser exterminado. Desde esta totalidad real todo se homogeniza frente a las necesidades del capitalismo salvaje y flexible. Cualquier anomalía, es inmediatamente decodificada para ser succionada tenazmente dentro del flujo del sistema productivo en su afán universalista. Toda formación social depende de un modo de producción dominante10, por tanto toda formación social debe consolidar reproducciones que perpetúen el modo de producción imperante a través del sistema ideológico. Esos mecanismos se perfeccionaron a través de la tecnología y las redes sociales, la globalización, la comunicación, el control, el espionaje de las embajadas, el vaciamiento de ideología y la fomentación de la resignación. Aún hoy, los sectores dominantes (familias oligarcas) entregan nuestra soberanía en pos de intereses particulares: nos generan deudas eternas, empréstitos, destruyen nuestra industria tardía-dependiente y nuestras pymes, arrasan con los accesos a la educación y a la salud. Los ajustes son siempre para los sectores más vulnerables. Aún hoy los gobiernos populares son tildados de populistas, autoritarios y corruptos. E interviene a nuestro socorro el benevolente Estados Unidos, interfiriendo en nuestras políticas al grito de “defensa” ya que nos considera como estados fallidos. Aún hoy se profetiza el credo que desde la fuente del mal, puede emerger nuestro bien.

 
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