Del Edén al parque público

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Del Edén al parque público
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Bustamante Fernández, Juan Sebastián

De El Edén al parque público / Juan Sebastián Bustamante Fernández. -- Medellín: Editorial EAFIT, 2018

136 p.; 28 cm. -- (Colección Académica)

ISBN 978-958-720-538-1

1. Parques – Medellín (Colombia) - Historia. 2. Urbanismo – Medellín (Colombia) – Historia. 3. Bosque Centenario de la Independencia (Medellín, Colombia) – Historia. I. González Escobar, Luis Fernando, pról. II. Williams, Fernando, pról. III.Tít. IV. Serie

712.5 cd 23 ed.

B982

Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas

De El Edén al parque público

Primera edición: sseptiembre de 2018

© Juan Sebastián Bustamante Fernández

© Editorial EAFIT

Carrera 49 # 7 Sur - 50

Tel. 261 95 23, Medellín

http://www.eafit.edu.co/fondoEditorial

Correo eléctrónico: fonedit@eafit.edu.co

ISBN: 978-958-720-538-1

Edición: Juan Felipe Restrepo David

Correcciones: Emma Lucía Ardila y Juana Manuela Montoya

Diseño: Alina Giraldo Yepes

Diagramación: Artes & Letras S.A.S.

Imagen de carátula: El bosque de la independencia. c. a Por: Gabriel Carvajal Pérez (1916-2008) Archivo fotográfico Biblioteca Pública Piloto

Créditos de imágenes: Archivos Sala Antioquia Biblioteca Pública Piloto y Sala Patrimonial Biblioteca Universidad EAFIT, Medellín

Agradecimientos: URBAM (Centro de Estudios Urbanos y Ambientales), Universidad EAFIT; Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Sala Patrimonio Documental, Universidad EAFIT; Biblioteca Pública Piloto, Sala Antioquia, Medellín

Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad. Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158, emitida el 13 de febrero de 2018

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editorial

Diseño epub: Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Es innecesario hacer grandes disertaciones sobre la conveniencia de los parques y espacios abiertos dentro de la ciudad. Son como las ventanas para los edificios; como los pulmones para el cuerpo humano. Tienen una influencia extraordinaria sobre la vida colectiva, pues dan salud y placer, alegría y vida. Es imposible concebir una ciudad sin parques donde jueguen los niños y el pueblo busque aire y sol.

Ricardo Olano, Propaganda Cívica, 1930

Contenido

Presentación

Fernando Williams

Prólogo

Luis Fernando González Escobar

Introducción

Capítulo 1. El parque público como dispositivo político y estético. Contexto internacional y colombiano

Europa: parque, industrialización y reforma de la sociedad

América: el parque y la ciudad nueva

Colombia: parque, símbolo de progreso y libertad

Importancia de las imágenes en la configuración del parque público

Capítulo 2. Medellín y sus particularidades: el desarrollo urbanístico como contexto para entender el parque público en la ciudad

El Plano de Medellín Futuro: higienismo y el Bosque Centenario de la Independencia de Antioquia

El Planeamiento Regulador Arquitectónico: la ciudad humanizada y el Parque Nacional

El Plan Piloto: el urbanismo moderno, el nuevo mercado y la nueva estación del ferrocarril

El Plan de Parques: el desarrollo del Estado y la consolidación del Parque Norte

El urbanismo social y el Nuevo Norte

Capítulo 3. La construcción del Nuevo Norte y el parque público

El Carretero norte y los nuevos barrios

El higienismo y los nuevos equipamientos

El higienismo, sus discusiones y la idea de naturaleza local

Capítulo 4. El Bosque Centenario de la Independencia de Antioquia y las imágenes fotográficas

La fotografía como fuente de información

Las miradas de los fotógrafos de Medellín

Álbumes y guías de Medellín

Fotógrafos, álbumes, guías y el Bosque Centenario de la Independencia de Antioquia

La siembra del bosque

El lago

Las nuevas construcciones

La recreación

Conclusiones

Referencias

Notas al pie

Presentación
Fernando Williams
La Plata, julio de 2017

En su más de una década de existencia, la Maestría Paisaje, Medioambiente y Ciudad, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata, ha constituido un punto de encuentro no solo para profesionales provenientes de diferentes disciplinas, sino también para estudiantes y profesores de diferentes países de Latinoamérica. Fue ese el ámbito donde tuve el gusto de conocer a Juan Sebastián Bustamante Fernández, quien siguiendo la línea de los Andes había “bajado” hasta Argentina en un trayecto que enlazando ciudades y territorios diversos se vinculó directamente con los temas investigados durante la preparación de su tesis.

El presente libro está basado en dicha tesis y su publicación representa una oportunidad para mirar hacia atrás y dar cuenta de la investigación que lo respalda. En primer lugar, y como director de la tesis, quisiera agradecer no solo la confianza de Juan Sebastián, sino también la posibilidad de haber sido parte de un proceso de investigación y escritura que, personalmente, me permitió conocer un caso como el de Medellín, y una historia urbana que se enmarca en procesos comunes a otras ciudades latinoamericanas pero que se destaca también por particularidades específicamente colombianas y antioqueñas que resultó interesante descubrir.

Uno de los principales méritos de la investigación que da origen a este libro estriba en la interdisciplinariedad que supo animarla, más concretamente, en los desafíos implícitos en una perspectiva interdisciplinaria que el autor no dudó en hacer suya desde el principio. En boga durante las últimas tres décadas, el paisaje como tema y también como objeto de cursos de especialización y posgrado, ha constituido una plataforma desde la que arquitectos y arquitectas se han visto confrontados con la necesidad de adoptar nuevos puntos de vista e incorporar nuevos conjuntos de saberes. Los desafíos están implícitos en la discutida definición de “paisaje”, término que no solo designa una porción del territorio, sino también los distintos modos de representarlo. Las implicancias de esta particular definición explican lo atractivo que se ha vuelto el “paisaje” como perspectiva de estudio. A su vez, el despliegue de esa perspectiva exige una actualización teórica cuyos costos rinden sus frutos muy pronto, en tanto permiten inscribir proyectos arquitectónicos o urbanos en agendas de discusión mucho más amplias. Es que no solo arquitectos y urbanistas reclaman autoridad sobre la compleja relación que las sociedades tejen con el territorio, también lo hacen pintores y estadistas, poetas y legisladores, fotógrafos y botánicos.

 

Como bien puede decirlo el autor de este libro, el estudio histórico de una ciudad o de un sector de la misma incluye no solo las transformaciones físicas –proyectadas o no–, sino también las imágenes desde las que muchas de esas transformaciones fueron en principio prefiguradas y luego también resignificadas. Esta faz representacional exige reparar, entonces, en la especificidad de las imágenes –en este caso las fotográficas– pero también en sus significados. En este sentido, el autor del presente libro no solo ha usado las fotografías para documentar las transformaciones de su área de estudio, sino que se ha detenido en un conjunto de determinaciones vinculadas con las decisiones de los fotógrafos –encuadre, punto de vista, etc.– y con otras que trascienden la agencia de estos últimos, como la existencia de verdaderos géneros dentro de la fotografía –el retrato, la vista, etc.– que de por sí condicionan el modo en que son consumidas o interpretadas las imágenes. De esta manera, a la recopilación de un valioso corpus fotográfico, el autor suma una clasificación y un estudio basados en estas diferentes determinaciones.

Por otro lado, la restitución de un contexto específico, marcado por la presencia de actores concretos y por sus aspiraciones e intereses –la Sociedad de Mejoras Públicas es un excelente ejemplo–, permitió a Bustamante Fernández avanzar sobre los usos de las fotografías y dar cuenta del papel que ellas desempeñaron en una disputa simbólica en la que se pusieron en discusión el propósito y el significado de operaciones concretas como las de la creación de parques urbanos, operaciones que gracias a estudios como el aquí publicado se revelan no solamente como urbanísticas, sino también como político-culturales. El autor ha abierto así una vía que bien podría seguir explorándose, tanto para las fotográficas como para otros tipos de imágenes.

Por último, cabe resaltar la importancia del área de estudio que el autor ha sabido escoger, área que en los últimos años fue sede de un conjunto de iniciativas y proyectos que han puesto a Medellín en el centro de la escena urbanística mundial. Así, Bustamante Fernández da cuenta de un espesor histórico y simbólico que permitiría explicar que el Bosque del Centenario se convirtiera casi un siglo después en epicentro de transformaciones internacionalmente reconocidas. En estas coordenadas, el presente libro puede ser entendido como una propuesta de arqueología simbólica de esta significativa porción de la ciudad y en definitiva como una invitación a estudiar a Medellín desde esta particular perspectiva.

Prólogo
Luis Fernando González Escobar
Profesor Asociado, adscrito a la Escuela del Hábitat, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia sede Medellín

En los últimos años una de las mayores apuestas de transformación urbana que se ha emprendido en la ciudad de Medellín es el proyecto Parques del Río Medellín,1 planteado inicialmente como un sistema estructurante tanto del espacio público como de la transformación de los suelos urbanos adyacentes al mismo, siguiendo de manera longitudinal y paralela el eje del río, no solo para la ciudad de Medellín, sino para buena parte del área metropolitana, desde el municipio de Caldas, al sur, hasta el municipio de Bello, al norte, en una longitud de 19,8 kilómetros y un área estimada de 327,5 hectáreas; aunque solo se ha ejecutado una mínima parte que alcanza algo así como 1,5 kilómetros y un área de 14,5 hectáreas, esto es, apenas un 4% del total proyectado, que corresponde a la etapa 1A, inaugurada el 29 de agosto de 2016.2 Así como se le ha cambiado de denominación desde su planteamiento inicial hacia 2011, también se han variado los argumentos justificativos de su construcción, al definirlo primero como eje estructurante del desarrollo futuro metropolitano, pasando por potenciar los valores urbanísticos y ambientales de la ciudad, hasta contribuir a disminuir el déficit de espacio público en la ciudad, entre otros muchos esgrimidos en los discursos oficiales que lo han apoyado en su construcción. Pero en toda esta dinámica lo único que no ha variado y se ha mantenido como constante es la denominación de Parque.

Medellín inauguró su primer parque urbano entre 1888 y 1892 con el nombre de Parque de Bolívar, delimitado y construido al interior de la plaza de Villanueva, alrededor de la cual se intentaba desde décadas atrás, como su nombre lo indicaba, la nueva ciudad de estirpe burguesa debido a sus promotores y por los ideales estéticos que se trataron de implementar en la expansión urbana al norte de la antigua villa, después de superar la quebrada Santa Elena, y conectar la antigua plaza Mayor con la nueva plaza mediante la calle de Junín, nombre independentista que se le dio a la tradicional calle del Resbalón. Así, el concepto “parque” desde entonces se empezó a utilizar y entró a definir un espacio singular dentro de la estructura formal de una villa que ya hacía el tránsito hacia una ciudad. El parque se convirtió en el espacio fundamental de encuentro, socialidades y ritualidades urbanas, además de caracterizar las nuevas formas urbanísticas y sus materialidades, en las que el jardín y el árbol urbano jugaron una importancia fundamental y entraron a singularizar, en buena medida, ese nuevo paisaje urbano anhelado por las élites que los acercara al espíritu civilizatorio y de progreso desde el ornato.

Desde entonces se inició una tradición espacial en la ciudad que con Parques del Río llegó a más de ciento veinte años. A la cicatera tradición de plazas, plazuelas, placitas y atrios de origen colonial, de poca extensión, forma irregular y discreta intervención material, se fueron sumando e incorporando al tejido urbano los emblemáticos parques principales –el ya mencionado de Bolívar o el de Berrío, por ejemplo–, las transformadas plazas de los antiguos distritos parroquiales convertidas en parques barriales –como los casos de Belén, Robledo o El Poblado–, la construcción de los nuevos parques en los barrios de reciente formación que expandían la malla urbana –como el parque de Sucre en el barrio Boston, La Independencia, Aranjuez, o Campo Valdez–. A estas configuraciones se sumaron también, de manera temprana, cerros aledaños que fueron urbanizados en sus faldas como el caso de El Salvador, en el cual se construyó un monumento de carácter religioso que también se configuraba como un parque; y, luego, en la década de 1930, otros cerros en la Otrabanda del río Medellín, en la medida en que la trama urbana se extendía hacia el occidente y los fueron encerrando, como los casos de El Volador y el Nutibara; a este último, que de su nombre tradicional de Morro de los Cadavides pasó a llamarse Cerro de Nutibara, mediante un concurso público, se le definió en 1930 un proyecto de “arquitectura paisajista moderna” con el nombre del Nutibara Futuro, según la propuesta de los arquitectos de la firma de arquitectos de H. M. Rodríguez e Hijos. Cerros que en el Plan de Parques formulado en 1964 por la administración municipal quedarían incorporados como dos grandes parques urbanos.

Había una enorme distancia de concepción, sentido y formalización, entre la idea de parque tipo Bolívar y el planteado para el Cerro Nutibara. Mientras el de Bolívar correspondía al jardín intraurbano, delimitado por el paramento de las fachadas urbanas, delimitado por la reja de hierro forjado perimetral, al interior el jardín con ejes compositivos y eras geométricas de inspiración versallesca –obviamente sin la enorme perspectiva y a una mínima escala–, con su respectiva arborización ordenada desde esa planta compuesta, más la entronización de la simbología independentista y el templete para la música, en el caso del Cerro Nutibara, era un jardín suburbano, que se pretendió delimitar perimetralmente mediante bulevares arborizados, al interior paseos con senderos arbolados, miradores, kioskos, jardines, lagos, cascadas, entre otras amenidades y exotismos propios a la época, además de las carreteras de acceso a la cúspide coronada con un monumento a la bandera, en síntesis, un gran mirador urbano.

Entre esos dos extremos se concibieron otros proyectos significativos con componentes paisajísticos o totalmente paisajísticos en la Medellín a principios del siglo XX: el primero fue el jardín del Circo Teatro España y en el segundo caso el Bosque Centenario. El Circo Teatro España fue una edificación construida entre 1908 y 1910, con un uso múltiple: corridas de toros, teatro, musicales, cine, entre otros eventos que hicieron uso de este espacio, cuya arquitectura estaba implantada en un lote de varias manzanas, en el área de expansión al nororiente de la ciudad, entre el parque de Bolívar y el de Bostón; alrededor de la edificación propiamente dicha y delimitada por muros perimetrales, con portadas esquineras que permitían el acceso, se diseñaron los jardines, con senderos arborizados, lagos, pajareras y canchas deportivas, constituyéndose en un sitio privilegiado para la recreación de la ciudad, con tal importancia que el anunció de su cierre y demolición en 1928 para ser urbanizado fue lamentado, especialmente por las mujeres, en revistas como Letras y Encajes o Progreso. En estas revistas expresaron su malestar y lamentaron perder un jardín para dar paso a una treintena de casas cuando estas se podían construir en otro lote, mientras un tipo de espacio de estos era difícil volverlo a tener por los costos y la prioridad dada a otras inversiones por parte de la administración, como la construcción del tranvía, en una ciudad que carecía de suficientes parques con árboles, y en la que ya se expresaba la preocupación por la falta de árboles, por la polución del aire, por la carencia de espacios recreativos para los niños; por eso, desde una visión muy femenina, señalaban en un artículo: “pidamos aire para nuestros hijos, parques y jardines para la ciudad que no los tiene. Sembremos flores mientras los hombres hacen política”.3 El Bosque del Centenario fue planteado por iniciativa de la Sociedad de Mejoras Públicas (SMP) para celebrar el Centenario de la Independencia de Colombia el año de 1910, con diseño del arquitecto Enrique Olarte, pero solo comenzó a ser realidad en mayo de 1913, cuando el Concejo de Medellín autorizó la compra del terreno para “fundar” en él un “Bosque público”, como se señalaba en el acuerdo que autorizó la compra. En ese lote estaba incluida una vieja casa, reconocida como uno de los más significativos baños públicos de las afueras de la ciudad junto a El Jordán –en el sector de Robledo, al occidente de la ciudad–, el cual era conocido como El Edén y utilizaba aguas de la quebrada El Molino. El desarrollo del Bosque fue relativamente lento, tanto por la reparación de la casa de El Edén en 1916, para ser adaptada en un “ameno sitio de recreo para familias honorables”, como se le decía en aquellos años, como por el trabajo de adecuación del lago, aprovechando la quebrada y la arborización introducida que para 1917 ya era de aproximadamente 1.900 árboles entre especies nativas e importadas. Pero todo ese desarrollo seguía lo delineado por el arquitecto Olarte que, en medio de la infraestructura urbana de camellones y carreteros al norte de la ciudad, implementó una especie de jardín inglés, con su propio lago, los senderos y caminos en medio de jardines, a su vez contenidos en vías circulares, conectando fuentes, pajareras, kioskos, canchas de tenis, entre otras infraestructuras. Un sitio en las afueras de la ciudad en el que se recogieron los intereses de la “buena sociedad”, que adoptó nuevos modales y ritualidades, nuevas formas de esparcimiento y recreación, como los deportes –caso del tenis– o los conciertos de música.

Con la demolición del Circo Teatro España, el Bosque del Centenario ganó cada vez más importancia, fue mayor su demanda y los cambios experimentados en el desarrollo urbano y en la conformación social de la ciudad se fueron expresando allí. Tenía una importancia tal en su momento que podemos comparar su impacto de cierta manera con lo que ocurre en el presente, pues cuando se planteó el Bosque en 1910, la ciudad tenía un poco menos de 70.000 habitantes, con lo cual le correspondieron de acuerdo con el área adquirida 1,89 m2 por habitante; mientras que en la ciudad del 2016, en la que se proyectaron 2.819.480 habitantes, con la mitad de la primera etapa construida de Parques del Río les corresponderían apenas 0,5 m2. Pero sobre ese espacio del Bosque se fueron concentrando diversas actividades que se incorporaron en la ciudad, en donde cada vez fueron menos las actividades contemplativas y recreativas para sectores de la élite y cada vez fueron más para los sectores populares, con actividades dentro y alrededor del lago, carreras de caballos que tuvieron allí su escenario por varios años, actividades deportivas más allá del tenis, juegos infantiles o parques de diversiones, bailes con orquestas o el encuentro furtivo de parejas, lo cual competía con el cine –la mayor diversión urbana– y los partidos de futbol, las mayores diversiones populares, mientras las élites se concentraron en las corridas de toros y los clubes sociales. En la ciudad industrial de Colombia, como se autodenominaba a mediados del siglo XX, se decía que no tenía “sitios de diversión porque solo desea trabajar”. Pero los obreros y las clases medias cada vez demandaron más espacios en esa Medellín que “solo quiere trabajar. En su dura faena cotidiana no existe ni una sola pausa, ni un solo momento de alegría colectiva, ni la más leve insinuación de sosiego. El tremendo desarrollo de la industria no permite el descanso, el ajetreo permanente de sus negocios no puede prolongadas [...]. Como lugar de recreo, Medellín no tiene ‘fisonomía’”.4 De ahí que se plantearan proyectos como el ya referido Plan de Parques en 1964, en los que se incluyó un Parque Norte integrado con el Bosque de la Independencia para formar un conjunto de 74,53 hectáreas, en el que a la remodelación del bosque se sumaba un parque con escenarios recreativos y deportivos. Un Parque Norte que demoraría hasta finales de la década siguiente para ser construido e inaugurado. Mientras que el Bosque la Independencia pasó a ser el Jardín Botánico, inaugurado en 1972 durante el Congreso Mundial de Orquideología, cambiando el objetivo y sentido original, pero manteniéndose como un elemento fundamental en la configuración del paisaje urbano de Medellín.

 

De ahí la importancia de esta tesis que, como señala el mismo autor, apunta a demostrar que el “Bosque Centenario de la Independencia de Antioquia fue construido respondiendo a una serie de discursos, prácticas y representaciones puestas en circulación por la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín (SMP); estas gestiones lograron que este sector se convirtiera en el área de parques más importantes de la ciudad”. Establecer las condiciones y causalidades que le dieron origen, la manera de concebir los espacios urbanos desde la óptica de la clase dirigente, el papel que cumplieron estos espacios en la determinación no solo de la estructura urbana, sino de las prácticas de socialidad y de la integración o exclusión de los grupos sociales, es de suma importancia para entender no solo lo que ocurrió en su momento, sino cómo esto se proyecta o no al presente, pues no se trata de una mirada nostálgica. La pregunta por el paisaje cultural configurado en la ciudad de Medellín es de una relevancia cada vez más urgente, significativa y de suma utilidad para el futuro de la ciudad. Tal vez con lo desarrollado por el autor no se alcanzan a dilucidar todos los interrogantes, pero comienzan a establecerse hipótesis y plantear explicaciones de suma pertinencia, a partir de la historia cultural, en la cual tienen un papel relevante las representaciones visuales. Una tesis importante que se suma a otros esfuerzos como los trabajos alrededor del árbol urbano, que van marcando la senda para entender ese complejo paisaje cultural urbano de Medellín tan elusivo, fragmentado, multitemporal y complejo.