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Por Todos los Medios Necesarios

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Aus der Reihe: Un Thriller de Luke Stone #1
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Jack Mars

Jack Mars es un ávido lector y fanático de toda la vida del género thriller. POR TODOS LOS MEDIOS NECESARIOS es el thriller de debut de Jack. A Jack le gusta saber de ti, así que no dudes en visitar www.Jackmarsauthor.com para unirte a la lista de correo electrónico, recibir un libro gratis, recibir regalos gratis, conectarte en Facebook y Twitter, ¡y mantenerse en contacto!

Copyright © 2015 por Jack Mars. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o por ningún medio, o almacenada en un sistema de base de datos o de recuperación de información sin el consentimiento previo del autor. Este libro electrónico está disponible sólo para su disfrute personal. Este libro no puede ser revendido o dado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir una copia adicional para cada destinatario. Si está leyendo este libro y no lo compró, o no lo compró para su uso exclusivo, entonces por favor devuélvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan ficcionalmente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de la cubierta del libro Copyright wavebreakmedia y Michael Rosskothen, usada bajo licencia de Shutterstock.com.

PARTE UNO

Capítulo 1

5 de junio, 1:15 a.m.

Condado de Fairfax, Virginia – Suburbios de Washington, DC

El teléfono sonó.

Luke Stone yacía en la cama entre dormido y despierto. Por momentos, aparecían imágenes en su mente. Era de noche en una carretera vacía barrida por la lluvia. Alguien resultó herido. Un accidente de automóviles. A lo lejos, se acercaba una ambulancia moviéndose rápidamente. La sirena sonaba a alto volumen.

Abrió los ojos. Junto a él, en la mesa de noche, en la oscuridad de su habitación, el teléfono estaba sonando. Había un reloj digital en la mesa al lado del teléfono. Echó un vistazo a sus números rojos.

"Dios mío", susurró. Había estado dormido tal vez durante una media hora.

La voz de su esposa Rebecca, entre dormida: "No respondas".

Un mechón de su pelo rubio asomaba por debajo de las mantas. Una suave luz azul de una luz de noche en el baño se filtraba en la habitación.

Tomó el teléfono.

"Luke", dijo una voz. La voz era profunda y áspera, con un mínimo indicio de acento sureño. Luke conocía la voz demasiado bien. Era Don Morris, su antiguo jefe en el Equipo de Respuesta Especial.

Luke se pasó una mano por el pelo. "¿Sí?".

"¿Te desperté?", dijo Don.

"¿Qué te parece?".

"No te habría llamado a tu casa. Pero tu teléfono celular estaba apagado".

Luke refunfuñó. "Es porque lo apagué".

"Tenemos problemas, Luke. Te necesito en esto".

"Dime", dijo Luke.

Escuchó a medida que la voz hablaba. Pronto, tuvo esa sensación que solía tener; la sensación de que su estómago estaba en un ascensor descendiendo rápidamente cincuenta pisos. Tal vez por eso había renunciado al trabajo: no por la gran cantidad de escapadas por un pelo, no porque su hijo estaba creciendo tan rápidamente, sino porque no le gustaba esa sensación en el estómago.

El saber era lo que lo enfermaba. Sabía demasiado. Pensó en los millones de personas por ahí, viviendo sus vidas felices, felizmente ignorantes de lo que estaba pasando. Luke les envidiaba su ignorancia.

"¿Cuándo sucedió?", dijo.

"No sabemos nada todavía. Hace una hora, tal vez dos. El hospital se dio cuenta de la violación de seguridad hace unos quince minutos. Tienen empleados con paradero desconocido por lo que, por ahora, parece un trabajo interno. Eso podría cambiar a medida que entre mejor información. La policía de Nueva York se ha vuelto loca, por razones obvias. Llamaron a dos mil policías adicionales y, para mí, no va a ser suficiente. La mayoría de ellos ni siquiera llegará hasta el cambio de turno".

"¿Quién llamó a policía?", dijo Luke.

"El hospital".

"¿Quién nos llamó a nosotros?".

"El Jefe de la Policía".

"¿Llamó a alguien más?".

"No. Sólo a nosotros".

Luke asintió.

"Okey, bien. Vamos a mantenerlo de esa manera. Los policías tienen que sellar la escena del crimen y asegurarla. Pero tienen que mantenerse fuera del perímetro. No quiero que la pisen. También tienen que mantener esto lejos de los medios de comunicación. Si los periódicos se enteran, va a ser un circo".

"Hecho y hecho".

Luke suspiró. "Supongamos que haya una ventaja inicial de dos horas. Eso es malo. Están mucho más adelante que nosotros. Podrían estar en cualquier lugar".

"Lo sé. La policía está vigilando los puentes, los túneles, los subterráneos, los trenes a los suburbios. Están viendo los datos de peaje de autopistas, pero es una aguja en un pajar. Nadie tiene el personal para hacer frente a esto".

"¿Cuándo vas para allá?", dijo Luke.

Don no lo dudó. "Ahora. Y vas a venir conmigo".

Luke miró el reloj de nuevo. 1:23.

"Puedo estar en la plataforma de helicóptero en media hora".

"Ya he enviado un coche", dijo Don. "El conductor acababa de llegar. Va a estar en tu casa en diez minutos".

Luke colocó el teléfono en su soporte.

Rebecca estaba medio dormida, con la cabeza apoyada en un codo, mirándolo. Su cabello era largo y caía hacia sus hombros. Sus ojos eran azules, enmarcados en pestañas gruesas. Su bonita cara era más delgada que cuando se conocieron en la universidad. Los años transcurridos habían afinado su cara a fuerza de problemas y preocupación.

Luke se lamentaba por eso. Lo enfurecía pensar que el trabajo que tenía le había causado dolor alguna vez. Esa era otra razón por la que había dejado el trabajo.

Se acordó de cómo era cuando eran jóvenes, siempre riendo, siempre sonriente. En aquel entonces era despreocupada. Hacía mucho tiempo desde que había visto esa parte de ella. Pensó que quizás este tiempo lejos del trabajo la haría regresar a cómo era antes, pero el progreso era lento. Había destellos de la verdadera Becca, sí, pero eran fugaces.

Se dio cuenta de que ella no confiaba en la situación. No confiaba en él. Ella estaba esperando esa llamada telefónica a mitad de la noche, la que él tendría que responder. En la que iba a colgar el teléfono, levantarse de la cama y salir de la casa.

Habían tenido una buena noche esta noche. Durante unas horas, había sido casi como en los viejos tiempos.

Ahora esto.

"Luke…", comenzó. Su ceño fruncido no era amable. Le decía que iba a ser una conversación difícil.

Luke se levantó de la cama y se movió rápido, en parte porque las circunstancias lo exigían, en parte porque quería salir de la casa antes que Becca organizara sus pensamientos. Se metió en el baño, se echó agua en la cara y se miró al espejo. Se sentía despierto pero sus ojos estaban cansados. Su cuerpo parecía enjuto y fuerte. Una cosa que tanto tiempo libre había significado era que iba al gimnasio cuatro veces por semana. Treinta y nueve años, pensó. Nada mal.

En el interior del vestidor, sacó una larga caja de seguridad de acero del fondo de un estante alto. De memoria, pulsó la combinación de diez dígitos. Se abrió la tapa. Sacó su Glock de nueve milímetros y la enfundó en una pistolera de cuero. Se agachó y sujetó una pequeña pistola calibre .25 a la pantorrilla derecha. Sujetó una hoja plegable serrada de cinco pulgadas a la pantorrilla izquierda. El mango hacía las veces de nudillera.

"Pensé que ya no ibas a tener más armas en la casa".

Levantó la vista y por supuesto Becca estaba allí, mirándolo. Llevaba una bata de baño apretada al cuerpo. Llevaba el pelo recogido hacia atrás. Tenía los brazos cruzados. Su rostro estaba fruncido y sus ojos alertas. La mujer sensual de más temprano esa misma noche quedó lejos. Muy lejos.

Luke sacudió la cabeza. "Nunca dije eso".

Se puso de pie y empezó a vestirse. Se puso los pantalones cargo negros y tiró un par de tambores adicionales para la Glock en los bolsillos. Se puso una camisa de vestir apretada y aseguró la Glock sobre ella. Deslizó las botas con punta de acero en sus pies. Cerró la caja para armas y la empujó de nuevo a la parte superior del armario.

"¿Qué pasa si Gunner encuentra esa caja?".

"Está en lo alto, donde no puede verla y no puede alcanzarla. Incluso si de alguna manera consiguiera bajarla, está cerrada con una cerradura digital. Sólo yo sé que la combinación".

Un bolso con dos días de mudas de ropa colgaba del perchero. Lo agarró. Un pequeño bolso sobre uno de los estantes estaba lleno de artículos de tocador de tamaño de viaje, gafas de lectura, un puñado de barras energéticas, y media docena de píldoras Dexedrine. Agarró eso también.

"Siempre listo, ¿verdad, Luke? Tienes tu caja con tus armas y tus bolsos con tu ropa y tus medicamentos y estás más que listo para irte en cualquier momento, siempre que tu país te necesite. ¿Estoy en lo cierto?".

Él respiró hondo.

"No sé lo que quieres que diga".

"¿Por qué no dices: He decidido no ir. He decidido que mi esposa y mi hijo son más importantes que un trabajo. Quiero que mi hijo tenga un padre. No quiero que mi esposa se siente durante noches completas, preguntándose si estoy vivo o muerto, o si alguna vez voy a volver? ¿Podrías hacer eso, por favor?".

 

En momentos como estos, sentía una distancia cada vez mayor entre ellos. Casi podía verla. Becca era una figura diminuta en un vasto desierto, desvaneciéndose en el horizonte. Quería traerla de vuelta hacia él. Quería desesperadamente, pero no sabía cómo hacerlo. El trabajo lo necesitaba.

"¿Se va de nuevo papá?".

Los dos se pusieron colorados. Allí estaba Gunner en la parte superior de los tres escalones que llevaban a su habitación. Por un segundo, el aliento de Luke quedó atrapado en su garganta cuando lo vio. Se parecía a Christopher Robin de los libros de Winnie the Pooh. Tenía sus mechones rubios arremolinados. Llevaba pantalones de pijama azules cubiertos con lunas y estrellas amarillas. Llevaba una camiseta de Walking Dead.

"Ven aquí, monstruo".

Luke puso los bolsos en el suelo, se acercó y alzó a su hijo. El niño se aferró a su cuello.

"Tú eres el monstruo, papá. Yo no".

"Bueno. Yo soy el monstruo".

"¿A dónde vas?".

"Tengo que irme por trabajo. Tal vez un día, tal vez dos. Pero voy a volver tan pronto como pueda".

"¿Mamá te va a dejar como dijo?".

Luke extendió sus brazos sosteniendo a Gunner. El niño se estaba haciendo grande y Luke se dio cuenta de que un día no muy lejano ya no sería capaz de sostenerlo así. Pero todavía ese día no había llegado.

"Escúchame. Mamá no me va a dejar y todos vamos a estar juntos por mucho, mucho tiempo. ¿Sí?".

"Está bien, papá".

El niño desapareció por las escaleras hacia su habitación.

Cuando se había ido, se miraron el uno al otro. La distancia parecía más pequeña ahora. Gunner era el puente entre ellos.

"Luke…"

Él levantó las manos. "Antes de que hables, quiero decir algo. Te amo y amo a Gunner más que a nada en este mundo. Quiero estar con los dos, todos los días, ahora y siempre. No me estoy yendo porque me da la gana. No me da la gana. Lo odio. Pero esta llamada… está en juego la vida de las personas. En todos los años que he estado haciendo esto, en todas las veces que me he ido a mitad de la noche como ahora, la situación fue una amenaza Nivel Dos exactamente dos veces. La mayoría de las veces, era Nivel Tres".

La cara de Becca se suavizó una mínima pizca.

"¿Qué nivel de amenaza es esto?", preguntó.

"Nivel Uno".

Capítulo 2

1:57 am

McLean, Virginia – Sede del Equipo de Respuesta Especial (ERE)

"¿Señor?", dijo alguien. "Señor, llegamos".

Luke se despertó de golpe. Se incorporó. Estaban aparcados en la puerta del helipuerto. Caía una ligera lluvia. Miró al conductor. Era un tipo joven con el pelo muy corto, probablemente recién salido de la milicia. El niño estaba sonriendo.

"Se quedó dormido, señor".

"Claro", dijo Luke. El peso de la tarea se posó sobre sus hombros de nuevo. Quería estar en casa en la cama con Becca, pero en su lugar estaba aquí. Quería vivir en un mundo en donde los asesinos no robaran materiales radiactivos. Quería dormir y soñar con cosas agradables. Por el momento, ni siquiera podía imaginar cuáles podrían ser esas cosas agradables. Su sueño estaba envenenado por saber demasiado.

Se bajó del coche con sus bolsos, mostró al guardia su identificación y paso a través del escáner.

Un elegante helicóptero negro, un gran Bell 430, estaba posado sobre la plataforma, rotores girando. Luke cruzó el asfalto mojado, agachándose bastante. Mientras se acercaba, el motor del helicóptero pasó a otra marcha. Estaban listos para salir. La puerta del acompañante se abrió y Luke ingresó.

Ya había seis personas a bordo, cuatro en la cabina de pasajeros, dos en la delantera, en la cabina de mando. Don Morris estaba sentado junto a la ventana más cercana. El asiento frente a él estaba vacío. Don hizo un gesto para que se sentara.

"Me alegro de que hayas podido venir, Luke. Toma asiento. Únete a la fiesta".

Luke se aseguró al asiento mientras el helicóptero se tambaleaba hacia el cielo. Miró a Don. Don estaba viejo ahora, su pelo rapado se había puesto gris. Su barba de varios días era gris. Incluso sus cejas eran grises. Sin embargo, aún se veía como el comandante de la Fuerza Delta que una vez había sido. Su cuerpo era macizo y su rostro era como un risco de granito – todos acantilados rocosos y afiladas bajadas. Sus ojos eran láseres. Sostenía un cigarro sin encender en una de sus manos de piedra. No había encendido uno en diez años.

A medida que el helicóptero ganaba altura, Don hizo un gesto hacia las otras personas en la cabina de pasajeros. Rápidamente hizo las presentaciones. "Luke, estás en desventaja porque aquí todo el mundo ya sabe quién eres, pero puede que tú no los conozcas. Sí conoces a Trudy Wellington, oficial de ciencia e inteligencia".

Luke asintió hacia la bella y joven mujer con el pelo oscuro y las grandes gafas redondas. Había trabajado con ella muchas veces. "Hola, Trudy".

"Hola, Luke".

"Está bien, tortolitos, suficiente. Luke, por aquí está Mark Swann, nuestro oficial de tecnología en este trabajo. Y con él está Ed Newsam, armas y tácticas".

Luke saludó a los hombres con un gesto. Swann era un tipo blanco, pelo rubio y gafas, podría tener treinta y cinco años, podría tener cuarenta. Luke lo había visto una o dos veces antes. Newsam era un tipo negro que Luke nunca había visto, probablemente unos treinta y pico, calvo, barba muy corta, en capas y cincelada, pecho ancho, unas pitones tatuadas de unos sesenta centímetros asomándose por una camiseta blanca. Parecía que sería infernal en un tiroteo, e incluso peor en una pelea callejera. Cuando Don dijo "armas y tácticas", lo que quiso decir fue "matón".

El helicóptero había llegado a altitud de crucero; Luke supuso cerca de tres mil metros. Se estabilizó y comenzó a moverse. Estas cosas no pasaban los 240 kilómetros por hora. A esa velocidad, se podía esperar tardar mínimamente una hora y media hasta la ciudad de Nueva York.

"Está bien, Trudy", dijo Don. "¿Qué tienes para nosotros?".

La tablet en sus manos brillaba en la oscuridad de la cabina. Ella se quedó mirándola. Le daba a su rostro una cualidad extraña, como la de un demonio.

"Voy a suponer que no hay ningún conocimiento previo", dijo.

"Me parece bien".

Ella comenzó. "Hace menos de una hora fuimos contactados por la unidad antiterrorista del Departamento de Policía de Nueva York. Hay un gran hospital en el lado este de Manhattan llamado Centro Medical Center. Almacenan una gran cantidad de materiales radiactivos en el lugar en una bóveda de contención a seis pisos por debajo del nivel de la calle. En su mayoría, los materiales son productos de desecho de radioterapia para pacientes con cáncer, pero también surgen de otros usos, incluyendo imágenes radiográficas. En algún momento hace unas pocas horas, personas desconocidas se infiltraron en el hospital, violaron el sistema de seguridad y quitaron los residuos radiactivos alojados allí".

"¿Sabemos cuánto quitaron?", dijo Luke.

Trudy consultó su tablet. "Cada cuatro semanas, los materiales son retirados en camiones y se transportan a una instalación de contención radiactiva en el oeste de Pennsylvania controlada conjuntamente por el Departamento de Seguridad Nacional y el Departamento de Protección Ambiental de Pennsylvania. La próxima entrega estaba prevista para dentro de dos días".

"Así que cerca de veintiséis días de residuos radiactivos", dijo Don. "¿Cuánto es eso?".

"El hospital no lo sabe", dijo Trudy.

"¿No saben?".

"Tienen un inventario de los residuos y los registran en una base de datos. Quienquiera que haya robado el material accedió a la base de datos y la borró. Las cantidades varían de mes a mes, en base a los programas de tratamiento. Pueden recrear el inventario a partir de los registros de los tratamientos, pero va a tomar varias horas".

"¿No hacen copias de seguridad de esa base de datos?", dijo Swann, el tipo de tecnología.

"Sí hacen copia de seguridad, pero la copia de seguridad también fue eliminada. De hecho, fueron eliminados los registros de todo el año".

"Así que alguien sabe lo que está haciendo", dijo Swann.

Luke tomó la palabra. "¿Cómo sabemos que esto es una emergencia si ni siquiera sabemos lo que fue tomado?".

"Varias razones", dijo Trudy. "Esto fue más que un robo. Fue un ataque bien coordinado y planificado. Las cámaras de video vigilancia se apagaron en puntos estratégicos del hospital. Esto incluye varias entradas y salidas, escaleras y ascensores de carga, la bóveda de contención y el garaje de estacionamiento".

"¿Alguien habló con los guardias de seguridad?", dijo Luke.

"Los dos guardias de seguridad que manejaban la consola de video fueron encontrados muertos dentro de un armario para equipamiento cerrado. Eran Nathan Gold, cincuenta y siete años, hombre de raza blanca, divorciado, tres hijos, sin vínculos conocidos con el crimen organizado u organizaciones extremistas. También Kitty Faulkner, treinta y tres años, de sexo femenino de raza negra, casada, un hijo, sin vínculos conocidos con el crimen organizado u organizaciones extremistas. Gold trabajó en el hospital por veintitrés años. Faulkner trabajó allí ocho años. Los cadáveres fueron desvestidos, faltan sus uniformes. Ambos fueron estrangulados, con decoloración facial evidente, hinchazón, trauma en el cuello y marcas de ataduras asociadas a la muerte por garrote o una técnica similar. Tengo fotos si quieres echar un vistazo".

Luke levantó una mano. "No es necesario. Pero supongamos por un momento que eran hombres los que hicieron esto. ¿Un hombre mata a un guardia de seguridad mujer y luego se pone su uniforme?".

"Faulkner era alta para ser mujer", dijo Trudy. "Medía un metro setenta y ocho y era corpulenta. Un hombre podría fácilmente utilizar su uniforme".

"¿Eso es todo lo que tenemos?".

Trudy continuó. "No. Hay un empleado del hospital que estaba de turno y se encuentra actualmente con paradero desconocido. Ese empleado es un miembro del personal de custodia llamado Ken Bryant. Tiene veintinueve años de edad, de sexo masculino de raza negra que pasó un año en prisión preventiva en Rikers Island y después treinta meses en el Centro Correccional Clinton en Dannemora, New York. Fue declarado culpable de robo y asalto simple. Tras su liberación, completó un curso de capacitación laboral y desvío de cárcel de seis meses. Ha trabajado en el hospital durante casi cuatro años y tiene un buen historial. No hay problemas de asistencia, no hay problemas de disciplina".

"Como custodio, tiene acceso a la bóveda de contención de residuos peligrosos y puede tener conocimiento de las prácticas de seguridad y del personal del hospital. Una vez tuvo vínculos con traficantes de drogas y con una pandilla de prisión afroamericana llamada La Familia de Pandilleros Negros. Los traficantes de drogas eran dealers callejeros de bajo nivel en el barrio en el que creció. Es probable que se haya afiliado a la pandilla para protección personal".

"¿Piensas que una pandilla de prisión o una pandilla callejera estuvo detrás de esto?".

Ella negó con su cabeza. "Absolutamente no. He mencionado las afiliaciones de Bryant porque sigue siendo un cabo suelto. Para acceder a una base de datos y borrarla y para corromper un sistema de video vigilancia se requiere conocimientos técnicos no asociados generalmente a las pandillas callejeras o de prisión. Pensamos que el nivel de sofisticación y los materiales robados sugieren una célula terrorista durmiente".

"¿Qué pueden hacer con los químicos?", dijo Don.

"Tiene toda la pinta de ser un dispositivo de dispersión radiológica", dijo Trudy.

"Bomba sucia", dijo Luke.

"Bingo. No hay otra razón para robar residuos radiactivos. El hospital no conoce las cantidades que fueron tomadas, pero sí saben lo que era. Los químicos incluyen cantidades de iridio-192, cesio-137, tritio, y flúor. El iridio es altamente radiactivo y la exposición concentrada puede causar quemaduras y síndrome de irradiación aguda en cuestión de minutos u horas. Los experimentos han demostrado que una dosis pequeña de cesio-137 mata a un perro de veinte kilogramos en tres semanas. El flúor es un gas cáustico peligroso para los tejidos blandos, como los ojos, la piel y los pulmones. En concentraciones muy bajas, hace llorar los ojos. En concentraciones muy altas, inflige daño pulmonar masivo, provocando paro respiratorio y la muerte en cuestión de minutos".

"Maravilloso", dijo Don.

"El punto importante aquí", dijo Trudy, "es altas concentraciones. Si eres un terrorista, para que esto funcione, no buscas una amplia área de dispersión. Eso limitaría la exposición. Buscas armar una bomba con el material radiactivo y un explosivo convencional como la dinamita, y buscas detonarla en un espacio cerrado, preferiblemente con un montón de gente alrededor. Un metro lleno de gente o una estación de metro en hora pico. Centros de trenes como la Terminal Grand Central o la Estación Penn. Una terminal de autobuses o aeropuerto grande. Una atracción turística como la Estatua de la Libertad. El espacio cerrado maximiza las concentraciones de radiación".

 

Luke imaginó la estrecha y claustrofóbica escalera que sube a la parte superior de la Estatua de la Libertad. En un día cualquiera, atestado de gente, a menudo de niños en edad escolar en excursiones. En su mente vio la Isla de la Libertad llena de diez mil turistas, los transbordadores abarrotados con aún más personas, como los barcos de refugiados de Haití.

Luego, vio las plataformas del metro de la Terminal Grand Central a las 7:30 a.m., tan llenas de pasajeros que no habría lugar para estar parado. Un centenar de personas una detrás de la otra en las escaleras, a la espera de la llegada de un tren para que se vacíe la plataforma y así el siguiente grupo de personas pueda descender. Se imaginó una bomba detonando entre esa multitud.

Y luego las luces apagándose.

Lo atravesó una ola de repulsión. Más personas morirían en el pánico, en el aplastamiento de cuerpos, que en la explosión inicial.

Trudy prosiguió. "El problema que enfrentamos es que hay demasiados blancos atractivos para vigilarlos a todos y el ataque no tiene por qué tener lugar en Nueva York. Si el robo ocurrió hace tanto como tres horas, entonces ya podemos considerar un posible radio de operaciones de al menos doscientos cuarenta kilómetros. Eso incluye a toda la ciudad de Nueva York y sus suburbios, Filadelfia y las principales ciudades de Nueva Jersey como Newark, Jersey y Trenton. Si los ladrones siguen en libertad durante una hora más, se puede ampliar ese radio para incluir Boston y Baltimore. Toda la región es un núcleo de población. En un radio tan grande, podríamos estar frente a tantos como diez mil posibles blancos fáciles. Incluso si se quedan con blancos de perfil alto, de gran renombre, todavía estamos hablando de cientos de lugares".

"Está bien, Trudy", dijo Luke. "Nos diste los hechos. Ahora, ¿qué presientes?".

Trudy encogió sus hombros. "Creo que podemos asumir que esto es un ataque de bomba sucia y que está patrocinado por un país extranjero, o posiblemente un grupo terrorista independiente como ISIS o Al-Qaeda. Puede haber americanos o canadienses involucrados, pero el control operativo está en otra parte. Definitivamente no es un grupo doméstico local como ecologistas o de supremacía blanca".

"¿Por qué? ¿Por qué no doméstico?", dijo Luke. Ya sabía por qué, pero era importante decirlo, tomar las cosas un paso a la vez para no pasar nada por alto.

"Los izquierdistas queman concesionarios Hummer a mitad de la noche. Ponen clavos en troncos en bosques de tala y luego pintan los árboles con clavos para que nadie salga herido. Tienen cero historial de ataques a zonas pobladas o de asesinatos y odian la radiactividad. Los derechistas son más violentos y la Ciudad de Oklahoma demostró que atacarían a la población civil así como a símbolos de gobierno. Pero es probable que ninguno de estos grupos tenga la formación para esto. Y hay otra buena razón por la que probablemente no sean ellos".

"¿Cuál es?", dijo Luke.

"El iridio tiene una vida media muy corta", dijo Trudy. "La mayoría no servirá en un par de días. Además, el que robó estos químicos tiene que actuar con rapidez antes de que ellos mismos tengan el síndrome de irradiación aguda. El mes sagrado musulmán del Ramadán comienza esta noche en la puesta del sol. Así que creo que tenemos un ataque diseñado para coincidir con el comienzo del Ramadán".

Luke casi dio un suspiro de alivio. Había conocido y trabajado con Trudy por algunos años. Su información era siempre buena y su capacidad para interpretar escenarios era excepcional. Tenía razón mucho más a menudo de lo que se equivocaba.

Miró su reloj. Eran las 03:15. El sol se había puesto probablemente a alrededor de las ocho esa noche. Hizo un cálculo rápido en su cabeza. "Así que, ¿crees que tenemos más de dieciséis horas para localizar a estas personas?".

Dieciséis horas. Buscar una aguja en un pajar era una cosa. Pero tener dieciséis horas para hacerlo, con la tecnología más avanzada y los mejores profesionales, era otra muy distinta. Era casi pretender demasiado.

Trudy negó con su cabeza. "No. El problema con el Ramadán es que comienza al atardecer, pero ¿al atardecer de quién? En Teherán, la puesta del sol de esta noche será a las 8:24 p.m., que son las 10:54 a.m. de aquí. Pero, ¿qué tal si eligen el inicio del Ramadán a nivel mundial, por ejemplo, en Malasia o en Indonesia? Tendríamos que considerar un horario tan temprano como las 7:24 a.m., lo cual tiene sentido porque es el comienzo de la hora pico de la mañana".

Luke resopló. Se quedó mirando por la ventana a las grandes megalópolis iluminadas debajo de él. Miró su reloj de nuevo. 03:20. Más adelante, en el horizonte, podía ver los edificios altos del Bajo Manhattan y las luces azules idénticas cortando el cielo a lo alto en donde el World Trade Center una vez estuvo. En tres horas, las estaciones de metro y tren comenzarían a llenarse de pasajeros.

Y por ahí, en alguna parte, alguien estaba planeando matar a esos pasajeros.