Buch lesen: «El cine silente en el Perú», Seite 2

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Capítulo 1
Primer período: 1895-1919
Los antecedentes del cine: El kinetoscopio

Las noticias llegaron al iniciarse el año 1895. Eran ecos de los “ingenios” del neoyorquino Thomas A. Edison, cuyos inventos se acogían con una mezcla de escepticismo y entusiasmo. En enero de ese año, la prensa anunció que en Estados Unidos se usaba ya el fonógrafo para amplificar el sonido de la caída del agua en las cataratas del Niágara y se proclamaba la llegada inminente del aparato reproductor de imágenes móviles.

Para dentro de poco, ya no se necesitará derroche alguno de fantasía, gracias al aparato recientemente inventado por Edison, el kinetógrafo, se verá realmente la inmensa caída de las aguas del río, como si estuviera a sus orillas.

No hay para qué ponderar la importancia de este inestimable progreso […]. (El Comercio, 4 de enero de 1895.)

Pocos meses después, los limeños se ahorraron el derroche de fantasía: el kinetoscopio arribó a la capital del Perú.

El 24 de mayo de 1895, un ciudadano norteamericano, W. H. Cole, dependiente de la casa encargada de la comercialización del equipo, se presentó en Lima con uno de esos dispositivos de fotografías animadas, el kinetoscopio, aparato de visión individual, patentado por Edison en 1891, que se mostraba junto con un fonógrafo perfeccionado.

Las vistas traídas por Cole se encontraban registradas sobre celuloide (nitrato de celulosa), material inventado en 1869 que el norteamericano George A. Eastman, fundador de Kodak, aplicaba como soporte a la fotografía desde 1885. Edison recibió de Eastman, en 1889, la licencia exclusiva para el uso de la tira resistente de celuloide, flexible y transparente, para la obtención de imágenes móviles.

El mecanismo del aparato de Edison, semejante al presentado en el Perú por Cole, fue descrito de la siguiente manera:

El visor kinetoscope era una caja de madera vertical conteniendo una serie de bobinas sobre las que corrían 14 metros de película en un bucle continuo. La película, en constante movimiento, pasaba por una lámpara eléctrica y por debajo de un cristal magnificador colocado en la parte superior de la caja de madera. Entre la lámpara y la película se encontraba un obturador de disco rotatorio perforado con una estrecha ranura, que iluminaba cada fotograma tan brevemente que “congelaba” el movimiento de la película, ofreciendo al ojo humano aproximadamente cuarenta imágenes por segundo. La máquina se ponía en movimiento echando una moneda que activaba el motor eléctrico, y ofrecía un show de aproximadamente veinte segundos de duración. (Historia Universal del Cine, volumen 1, 1982.)

Las exhibiciones en el Perú del kinetoscopio, con mirilla de visión individual, y del fonógrafo acompañante, se iniciaron la noche del sábado 25 de mayo de 1895, en el local del Jardín Estrasburgo de la Plaza de Armas de Lima. Para entonces, había transcurrido apenas un año desde la inauguración de la primera sala comercial dedicada a la explotación de imágenes móviles para fruición individual, el 14 de abril de 1894, en el denominado Kinetoscope Parlor, de Nueva York.

Se registran testimonios periodísticos de las primeras exhibiciones limeñas del kinetoscopio:

Indudablemente que el aparato que nos ocupa es sorprendente, y se reduce a una especie de panorama iluminado por un foco de luz eléctrica, en el cual se observa una fotografía, ya de una escena en un teatro, de una bailarina o un caballo galopando, etc. Pero lo notable consiste en que todo se ve al natural y las figuras tienen los mismos movimientos que los seres que representan, siendo la ilusión perfecta. (El Comercio, 27 de mayo de 1895.)

El kinetoscopio era una caja de madera de un metro con veintitrés centímetros de altura, con un visor instalado en su parte superior. El espectador, luego de abonar unos pocos centavos, se asomaba al visor para contemplar, en forma individual, más o menos diez filmes, integrados cada uno de ellos en una secuencia de setecientas cincuenta fotografías, impresas sobre una tira de celuloide de treinta y cinco milímetros de ancho y quince metros de extensión. Accionado el mecanismo del aparato, la cinta se desplazaba a velocidad continua, dando la ilusión del movimiento. Las imágenes móviles se registraban con una cámara denominada kinetograph y ofrecían representaciones de pasajes históricos, danzas exóticas —a veces de contenido erótico—, números de magia, entre otras.

Desde entonces, el kinetoscopio se integró a la programación de actividades festivas de Lima. La naturaleza portátil del aparato facilitaba su traslado a diferentes lugares de la ciudad.

En junio de 1895, se exhibía ya en el Parque de la Exposición, instalado “en el quiosco, frente al de las Palmeras” (El Comercio, 1 de junio de 1895). Muy cerca se realizaban concursos de tiro al blanco y giraban los carruseles mientras una banda dejaba escuchar melodías festivas.

El kinetoscopio, siempre aparejado con un fonógrafo, era la atracción dominical de retretas y regatas, en compañía de los dioramas y espectáculos primitivos de linternas mágicas que proyectaban vistas fijas iluminadas de paisajes peruanos, sobre todo de la región amazónica, proporcionadas por la Sociedad Geográfica de Lima, o por establecimientos fotográficos como la casa Courret.

Los dioramas y linternas mágicas llegaban al auditorio apelando a la atracción por los territorios exóticos e inexplorados. Del programa ofrecido por uno de esos aparatos se dijo:

[…] es una brillante ocasión que se le presenta al público para conocer, mediante diez centavos que cuesta la entrada, regiones hasta ahora desconocidas. (Aviso del Diorama Martrow. El Comercio, 1 de marzo de 1897.)

Uno de los primeros peruanos interesados en la fantasmagoría de las imágenes móviles fue el médico y político Ricardo L. Flores (Lima, 1854-1939), cultor de la fotografía, fundador del Foto Club de Lima (1888) y presidente de la Sociedad Geográfica de Lima. Flores era propietario de una linterna mágica, bien provista de vistas, que puso a disposición del público en más de una oportunidad. Ligado al Orfeón Francés, centro social de la colonia francesa en Lima, organizaba en sus salones proyecciones luminosas, recibiendo comentarios entusiastas:

Muchas de ellas (las vistas) eran de movimiento, y algunas de ellas tan cómicas que despertaron la hilaridad general; sobresaliendo entre ellas un barrista que, con su rapidez e inusitados movimientos de agilidad, hizo reír a la concurrencia a mandíbula batiente… (El Comercio, 6 de enero de 1898.)

El kinetoscopio de Edison recorrió entonces algunas ciudades del interior, sobre todo del norte, como Tumbes, Piura y Chiclayo, donde se registró su presencia en ese mismo año de 1895.

El periodista Miguel Patiño Maldonado, en una serie de artículos sobre la llegada del cine al Perú, publicados en 1984, recordó que el Jirón de la Unión, principal calle de Lima, era transitada por empresarios ambulantes del kinetoscopio. Las vistas se acompañaban con “charlas ilustrativas”, incitando a los curiosos a depositar más monedas para ampliar la duración de la exhibición (Patiño, 1984).

El vitascopio: El otro aparato de Edison

¿A qué aparato capaz de proyectar imágenes móviles se le llama vitascopio? ¿Fue Thomas Alva Edison el inventor del primer aparato cinematográfico del mundo? ¿El Perú conoció el cine a través de las imágenes proyectadas por él?

Las preguntas se multiplican y la discusión entre los historiadores del cine es ardua. Sin embargo, algunas dudas se esclarecieron con la publicación del primer volumen de History of the american cinema, firmado por Charles Musser con el título The emergence of cinema: The american screen to 1907 (Musser, 1990).

En detallada explicación, Musser describe el modo en que el aparato empezó su recorrido universal. Vitascope —del latín vita, “vida”, y del griego scope, “ver”— era el nombre comercial de un dispositivo puesto en funcionamiento en 1893 y perfeccionado en 1895 por C. Frances Jenkins y Thomas Armat con el nombre de phantascope. Se trataba de una linterna que tenía adicionado un sistema de proyección intermitente que la diferenciaba tanto del kinetoscopio de Edison, de visión individual, como de otros sistemas de reproducción de imágenes móviles.

El phantascope fue el aparato que permitió realizar exhibiciones comerciales en Estados Unidos, proyectando películas ante un auditorio. Creaba la ilusión de imágenes en movimiento, pues ellas eran impulsadas por un mecanismo de reproducción intermitente.

Las películas usadas en las funciones organizadas por Jenkins y Armat fueron filmadas por Edison Manufacturing Company para los espectadores individuales del kinetoscopio e impresas sobre un celuloide casi opaco inadecuado para la proyección pública. Para su beneficio económico, Armat entregó su invención a Raff & Gammon’s Kinetoscope Company, usufructuaria del aparato de visión individual de Edison.

De manos de Raff & Gammon, la única sociedad con capacidad para financiar la difusión de la flamante máquina, el phantascope se mostró en el vasto territorio de los Estados Unidos y en el resto del mundo.

El 15 de enero de 1896, Raff & Gammon obtuvo de Edison el consentimiento para abastecer al phantascope con filmes de Edison Manufacture Company. A cambio, se obligó a fabricar el número suficiente de aparatos para permitir su difusión comercial.

Como condición de la estrategia del lanzamiento del aparato al mercado, Raff & Gammon propuso un cambio de denominación, aceptado por Armat y Jenkins, separados por entonces por diferencias personales y comerciales. El aparato se llamó desde ese momento vitascope o vitascopio.

Al mismo tiempo, se asoció la invención de la máquina al prestigio de Edison, que realizaba experiencias desde mucho antes con un sistema de proyección equivalente al phantascope. La propuesta identificó el conocido nombre de Edison, llamado el “genio de Menlo Park”, al del nuevo y eficiente aparato. Nació así el Edison’s Vitascope.

En marzo de 1896, llegó a oídos de Raff & Gammon que en Londres causaba sensación el reproductor de imágenes en movimiento de origen francés denominado Cinématographe Lumière, exhibido en París en diciembre de 1895 y estrenado en Londres en febrero de 1896. El vitascopio, como se le conoció en los países de lengua castellana, empezó entonces su itinerario comercial por todo el planeta.

El vitascopio llega al Perú

Un grupo de comerciantes convertidos en titulares de los derechos reservados para la explotación del vitascopio llegó al país al iniciarse la campaña de difusión planetaria del aparato, y la prensa anunció así la visita:

Por el último vapor de Panamá han llegado tres caballeros norteamericanos que son portadores de una de las más sorprendentes maravillas con que haya asombrado al mundo el genio de Edison. Se trata del Vitascopio Edison, mediante el cual se admiran las sorprendentes aplicaciones de la electricidad al arte de la fotografía, aplicaciones mediante las cuales puede verse la representación de óperas completas, bailes e infinidad de escenas interesantes. Próximamente harán su primera exhibición en el Jardín Estrasburgo, situado en el Portal de Escribanos […]. (El Tiempo, 28 de diciembre de 1896.)

El suelto periodístico revelaba la ruta seguida por los primeros empresarios cinematográficos para llegar al Perú, descubriendo la impresión causada por la novedad del aparato: “Es la aplicación de la electricidad al arte de la fotografía”.

El aporte de Edison aparecía como el resultado del matrimonio de la energía con las tecnologías capaces de facilitar la duplicación de la realidad y la génesis de la imagen móvil. Ellas podían captar la representación de espectáculos efectuados en forma previa e independiente, como óperas, obras teatrales, fiestas populares y diversos sucesos cotidianos.

Al comenzar el nuevo año, el día 2 de enero de 1897, se efectuó la primera proyección del vitascopio en Lima. El diario El Tiempo reseñó la exhibición del aparato:

Anoche se efectuó en este hermoso Jardín la primera exhibición del Vitascopio, ofrecida por los señores C. J. Vifquain y W. H. Alexander. La audiencia, aunque reducida, era selecta, comprendiendo al Jefe de Estado, a quien los referidos empresarios se propusieron explicar y pormenorizar el aparato. En diversas y admirables experiencias tanto del Vitascopio como del fonógrafo se pasó una agradable velada desde las nueve hasta cerca de las once de la noche.

No siendo posible describir ni juzgar al Vitascopio al primer golpe de vista, sólo diremos que el invento es digno de admiración. El señor Burbank, jefe electricista de la nueva Compañía Industrial de Santa Catalina, ha corrido con la implantación eléctrica indispensable para el Vitascopio. (El Tiempo, 4 de enero de 1897.)

Hasta el Jardín Estrasburgo, salón de recreo en boga ubicado en la Plaza de Armas de Lima, acudió el presidente Nicolás de Piérola junto con algunos de sus ministros, que apreciaron la demostración del aparato.

El diario El Comercio, en su edición del 4 de enero de 1897, describió las ocurrencias de la función misma, las películas proyectadas y las reacciones observadas en el público:

En la noche del sábado se efectuó, por primera vez en esta capital, la exhibición del Vitascope o Cinematógrafo [sic] ante un concurso de personas especialmente invitadas al acto, entre las que se hallaban el Presidente de la República, acompañado de sus Ministros. La exhibición se realizó en el Jardín de Estrasburgo, siendo este lugar el más apropiado que han hallado los propietarios de tan curioso aparato, señores C. J. Vifquain y W. H. Alexander.

Un magnífico fonógrafo Edison, de quien es también el Vitascopio, se encargó de abrir la velada, dejando oír una preciosa canción inglesa y luego varios trozos de ópera que el auditorio escuchó a competente distancia del fonógrafo sin necesitar aplicar el fono a sus oídos. Después se escuchó la potente voz del barítono Steptont cantando el Miserere de El Trovador. ¡Qué maravilla oír en Lima la voz de un cantante que nunca ha pisado esta ciudad y que en la fecha se hallará, quién sabe si en Nueva York, o en Londres, o en la Eternidad!

Enseguida Mr. Vifquain hizo funcionar el Vitascope que es un aparato sencillo a primera vista, colocado en una especie de garita situada detrás de los espectadores, a la distancia de unos treinta pies de un lienzo blanco, bien tenso, donde se fijan las imágenes y escenas lanzadas por el Vitascopio. Este aparato consta de un concentrador de luz eléctrica y el foco donde se coloca toda la fotografía que ha retratado todos los movimientos y figuras, y las que se hallan impresas en cintas transparentes de algunos pies de largo, que se desarrollan con una vertiginosa rapidez, fijando todas las variaciones y movimientos instantáneos y sucesivos de los cuerpos vivos.

El Vitascopio hace el efecto de un espejo, en el que se reproduce todo lo que pasa delante de él. Para el efecto se cortó la corriente eléctrica que iluminaba el recinto, cerrándose también el cuartucho en el que se dejó el foco de luz eléctrica indispensable, apareciendo en el lienzo acto continuo dos bailarinas empeñadas en un animado baile. Viose después una escena de pugilato, y rodar por el suelo uno de los combatientes que se levantó enseguida; y dando las espaldas al espectador continuó la lucha. El fonógrafo emitió una linda canción acompañada de una serie de carcajadas tan entusiastas que contagiaron de risa al auditorio.

Era de ver a un individuo en el gabinete de un dentista que atormentado por el dolor de muelas no puede hallarse tranquilo y ora se pone de pie, ora se sienta, cambia de posición, se lleva las manos a la cara, etc., mientras el dentista se ocupa de extraer las cordiales a otro doliente.

Otra escena interesante es el interior de una carrocería en la que trabajan sobre un yunque varios obreros, mientras otro toma una rueda y la hace rodar por el suelo pasando por delante del yunque. Uno de aquellos dándole tregua al martillo toma una botella y se bebe un trago.

Tanta fidelidad y exactitud hay en este cuadro que verdaderamente sorprende y cautiva al espectador.

Sin embargo, nos pareció anoche que algunas figuras no aparecían con la claridad que era de desear, y lo cual, sin duda, se conseguirá en las funciones posteriores.

Causando la ilusión más grata y embelesando a los espectadores, pasaron a su vista el baile de la serpentina, un jocoso tango, dos individuos que se esconden y dos novios.

S.E. se retiró agradablemente impresionado, así como las demás personalidades que compusieron el concurso.

El fonógrafo que tanto contribuyó a amenizar el espectáculo, es dirigido por Mr. Alexander y, especialmente al final de la exhibición del Vitascopio, dejó oír algunos trozos de zarzuelas y canciones populares. (El Comercio, 4 de enero de 1897.)

En días sucesivos, las expectativas por contemplar el espectáculo fueron en aumento. El público de Lima asistió pagando sesenta centavos, tratándose de adultos, y treinta centavos los niños.

El 8 de enero, la prensa informó:

[…] día a día va aumentando el interés del público de Lima por el nunca bien ponderado Vitascopio […] todas las familias están acudiendo a presenciar el nuevo prodigio de Edison y a escuchar el fonógrafo. (El Tiempo, 8 de enero de 1897.)

Con el vitascopio se presentó, por primera vez en Lima, una novedad tecnológica, el “fonógrafo con bocina”, pues los que hasta entonces se conocían eran los llamados de “tripitas”, provistos con dos tubos de jebe delgados terminados en auriculares que permitían escuchar composiciones grabadas en discos de cera cilíndricos (El Comercio, edición especial del centenario del diario, 4 de mayo de 1939).

El fonógrafo cumplía su cometido en los intermedios, al dejar escuchar un “crecido repertorio de trozos musicales”. Las funciones eran amenizadas con la actuación de algunos comediantes. Así lo hizo la empresa de este vitascopio, que presentó al bajo cómico Claudio Bertrand como suplemento de su programación (El Tiempo, 23 de enero de 1897).

Luego, arribaron nuevas versiones del vitascopio, empeñadas en liquidar los aparatos cinematográficos que presentaran competencia. En abril de 1897, Horacio M. Wilson, agente de la empresa de Edison, mostró un vitascopio simplificado que proyectaba vistas de colores cambiantes colocadas en bandas de mil fotogramas unidas por los extremos, de manera de poder reproducir la vista en movilidad continua y sucesión indefinida, según lo describió El Comercio en su edición del 15 de abril de 1897.

El vitascopio y la segregación social

La novedad de las imágenes móviles, verdadera primicia de fin de siécle, se reservó para la clase alta, aquella que se encontraba empeñada, junto con el presidente Nicolás de Piérola, en realizar la reconstrucción nacional después del desastre económico, social e histórico de la Guerra del Pacífico. La sociedad civil comprendió los beneficios de dialogar y entenderse, estableciéndose entonces un no formulado, pero eficaz, pacto civil de gobernabilidad.

El gobierno, a su turno, reformó el Estado para tornarlo eficiente y moderno, impulsando un desarrollo asentado en la orientación de la economía hacia los mercados exteriores mediante la exportación intensiva de productos primarios, azúcar y algodón.

En su libro clásico Sociología de Lima, publicado entre 1895 y 1902, Joaquín Capelo dio cuenta del modo en que la capital de la República se configuró teniendo como norte la importancia de las posibilidades del aprovechamiento de sus recursos agrícolas. Lima, dijo Capelo, es una organización “agrourbana” y fundó su dicho en la dimensión de las áreas rurales vecinas a la ciudad, superiores en cincuenta veces al área urbana construida.

Lima mostraba una conformación social acorde con esta realidad: sus habitantes eran propietarios y peones agrícolas, comerciantes, profesionales y parceleros independientes. Ellos conformaban el horizonte poblacional de la capital en esos años finales del siglo XIX.

La elección del Jardín Estrasburgo —centro de recreación de propietarios y electores— como sede de la primera función del vitascopio, demostraba que el aparato presentado en sociedad era visto como un modo de vincular a ese público selecto con lo mejor y más moderno de la tecnología, y de recrearlo con paisajes y situaciones capaces de impactar con la percepción de lo distante y lo inédito.

Entretenimiento tanto más eficaz si consideramos que las ciudades peruanas vivían encapsuladas en sus propios ritmos y rutinas, consumiendo la producción alimenticia y cultural obtenida en su vecindad geográfica. Las comunicaciones con el interior se llevaban a cabo por las rutas ferroviarias tendidas en el curso del siglo XIX, ya que no había empezado aún la construcción de la red de caminos que se hizo intensiva en las décadas siguientes. En ese horizonte, el cine apareció como una posibilidad de apertura a estímulos culturales venidos desde lejos y como un modo de poner al alcance de la vista los paisajes que las dificultades materiales o la lejanía negaban.

La segregación de otros sectores sociales en las primeras funciones cinematográficas de gala resultó flagrante y el entusiasmo de la sociedad alta de Lima con el nuevo espectáculo motivó la ocurrencia de episodios de exclusión social:

Ha concurrido al Jardín Estrasburgo, en estas noches, sinnúmero de espectadores de nuestra mejor sociedad, pues aunque multitud de gente del pueblo acude atraída por el maravilloso invento de Edison, el Vitascopio, no se le ha permitido la entrada. Por esto es conveniente que cuanto antes trasladen los señores Vifquain y Alexander a alguno de los teatros su exhibición, para que todas las clases logren recrearse con el Vitascopio y el fonógrafo. Antes de trasladarse a Chorrillos deben realizar los empresarios nuestra indicación. (El Tiempo, 15 de enero de 1897.)

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