Buch lesen: «Pregúntale a Alicia», Seite 2

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Junio 3

Hoy, Beth y yo platicamos de sexo. Su abuela le dijo que cuando dos jóvenes judíos se casan, si alguien dice que la chica no es virgen y puede demostrarlo, el chico no tiene por qué casarse con ella. Nos preguntamos cómo se podría demostrar exactamente algo así, pero ni ella ni yo lo sabemos. Dijo Beth que prefería preguntárselo a su abuela que a su madre, pero yo, si tuviera que preguntárselo a alguien, se lo preguntaría a mamá aunque, claro, no lo haré. De todos modos, mi madre no sabe nada de las costumbres judías.

Beth dice que tiene unas pesadillas en donde se ve por un largo pasillo, con un hermoso y largo vestido blanco de novia, hay centenares de personas en su boda y alguien susurrándole al rabino que ella no es virgen, y el novio dando media vuelta y abandonándola. No la culpo: a mí me pasaría lo mismo. Algún día, cuando ella tenga suficiente aplomo, se lo preguntará a la abuela o a otro. Espero que después me lo cuente, porque también quiero saberlo.

Junio 10

Querido Diario:

Pronto terminará el curso, y ahora no quiero que acabe. ¡Beth y yo nos divertimos tanto! Ninguna de las dos es muy popular entre los compañeros, pero a veces Beth tiene que salir con los hijos judíos de los amigos de su madre. Dice que, por regla general, se aburre solemnemente con ellos, y los chicos no le gustan más que ella a ellos, pero las familias judías son así: quieren que sus hijos también se casen con judíos. Una de estas noches, Beth va a concertarme una cita a ciegas con “un buen muchacho judío”, como dice su madre. Beth dice que le encantaría, pues yo no soy judía y el muchacho tendría la impresión de hacerle una faena a su mamá. Creo que, sin conocerlo, ya me gusta el chico.

Junio 13

¡Viva! Acabó la escuela. Pero también me siento algo triste.

Junio 18

Hoy recibí la espantosa noticia de que Beth tiene que pasar seis semanas en un campamento de verano. Su familia se va a Europa y han hecho gestiones en un campamento judío para que ella pase todo ese tiempo allí. Me partió el alma, y a ella también. Hablamos las dos con mis padres, pero fue como si le hubiéramos hablado al viento. No nos oyen, ni siquiera nos escuchan. Me imagino que yo pasaré el verano con los abuelitos, como estaba previsto. Ni siquiera esto me interesa ya.

Junio 15

Beth me encontró un chico llamado Sammy Green. Fue increíblemente pulcro y cortés con mis padres, con el fin de gustarles, y así fue; pero una vez en el coche, fue todo manos. Los padres son unos jueces pésimos al enjuiciar un carácter. A veces me pregunto cómo pueden ser tan ilusos a su edad. De todos modos, la noche fue verdaderamente estúpida. Sam no me dejó ver siquiera la película tranquilamente. Además, resultó ser un filme asqueroso; Beth y yo nos fuimos a los lavabos de señoras y allí nos quedamos hasta que terminó la proyección. Éramos demasiado conscientes para salir antes, pero como tampoco podíamos pasarnos la noche en los lavabos, finalmente hicimos nuestra gran aparición en el vestíbulo, como si no hubiera pasado nada. Los chicos trataron de discutir sobre la película, pero ambas los ignoramos, y a la película también.

Junio 23

Solamente nos quedan dos días de estar juntas a Beth y a mí . Parece como si nuestra separación antecediera a la muerte. Es como si la hubiera conocido toda la vida, pues ella me comprende. Debo admitir que hubo un momento en que, cuando su madre le organizaba salidas con muchachos, yo tuve celos de éstos. Espero que no sea raro que una chica sienta por otra lo que yo siento. ¡Espero que no! ¿Será posible que esté enamorada de ella? Oh, esto sería una idiotez, incluso en mí. Simplemente es la amiga más querida que he tenido y que tendré.

Junio 25

Se acabó. Beth se va al mediodía. Anoche nos despedimos y lloramos las dos, nos abrazamos como niñas asustadas. Beth está tan sola como yo. Su madre es una gritona y le dice que es infantil y necia. Por lo menos, papá y mamá son simpáticos y comprenden lo sola que voy a estar. Mamá me llevó con ella de compras y me dejó adquirir en un medallón dorado con una inscripción grabada en el interior; papá me dijo que puedo hacer una llamada telefónica a larga distancia para hablar con Beth. En verdad que es decente, y una buena idea de su parte. Tendré que considerarme una chica con suerte.

Julio 2

Querido Diario:

Estoy en casa de mi abuelita y nunca me había aburrido tanto en toda mi vida. Se habla de un largo y cálido verano y todavía no ha llegado. Creo que voy a perder el juicio. He leído un libro por día desde que llegué, y ya estoy mortalmente aburrida. Es increíble, pero cuando estaba en la escuela esperaba con ansiedad el día que pudiera quedarme en la cama y holgazanear por ahí, y leer, leer y ver la tele, y hacer lo que me diera la gana. ¡Oh, agonía mortal! Sharon se mudó de casa, Debbie sale con un chico y Marie está de vacaciones con su familia. Tendré que hacer el sacrificio de quedarme por lo menos una semana antes de pedir regresar a casa. ¿Podré aguantar sin volverme loca?

Julio 7

Hoy ha pasado una cosa muy extraña, o por lo menos espero que suceda. Oh, sí. El abuelito y yo fuimos al centro a comprar un regalo para el aniversario de Alex, y mientras estábamos en la tienda llegó Jill Peters. Dijo: “Hola, tú” y se detuvo para hablarme. No la había visto desde que nos trasladamos; realmente, nunca pertenecí a su pandilla compuesta por gente de postín pero, pese a esto, dijo que quiere estudiar en la universidad de papá, cuando termine el bachillerato, y añadió que ya no podía soportar la pequeña ciudad provinciana y que quería irse a algún sitio donde pasen cosas de verdad. Yo fingí que en nuestra nueva ciudad éramos muy sofisticados y alegres pero, en realidad, no veo gran diferencia entre ambas. Creo que, pese a todo, conseguí contarle una hermosa mentira, pues dijo que mañana por la noche visitarán algunos muchachos su casa y que me llamaría para invitarme. ¡Oh, cómo me gustaría que lo hiciera!

Julio 8

¡Oh, Diario, qué feliz estoy!, tanto, que podría llorar de felicidad. Ocurrió lo que te dije. Llamó Jill, exactamente a las 10:32. Lo sé porque estaba sentada junto al teléfono con el reloj en la mano, tratando de enviarle señales. Recibe unos amigos para una fiesta de autógrafos, y yo me llevaré mi libro. No será como el que tienen ellos y no contendrá ninguna foto suya, pero tampoco en su libro habrá una mía. Voy a ponerme mi nuevo traje pantalón blanco; ahora debo lavarme el pelo y peinarlo. Verdaderamente se ha puesto muy, muy largo, pero si lo enrollo con latas de jugo de naranja, puedo arreglármelo. Espero que tengamos muchas latas en casa. Es preciso tenerlas, es absolutamente indispensable.

Julio 10

Querido Diario:

No sé si debería estar avergonzada o feliz. Sólo sé que anoche viví la experiencia más increíble de mi existencia. Cuando lo expreso con estas palabras suena algo morboso, pero realmente fue algo tremendo y maravilloso.

En casa de Jill los chicos fueron tan afectuosos y naturales, tan a sus anchas, que inmediatamente me hicieron sentir como en mi propia casa. Me aceptaron como si siempre hubiera sido una de los suyos, y todos parecían contentos y sin prisas. La atmósfera me encantó. Fue estupendo. Luego, un poco después de mi llegada, Jill y otro chico trajeron una bandeja con refrescos y en seguida se sentaron todos por el suelo, sobre almohadones o enroscados en sofás y sillas.

Jill me hizo un guiño y dijo: “Esta noche jugamos a botón, botón, ¿quién tiene el botón? Ya sabes, el juego que solíamos jugar de pequeños”. Bill Thompson, tendido por el suelo junto a mí, se puso a reír. “Sólo que ahora —dijo— es una lástima que alguien deba hacer de niñera”. Lo miré y sonreí. No quise parecer estúpida.

Todos sorbieron sus bebidas lentamente, y cada uno parecía observar al otro. Fijé mis ojos en Jill, suponiendo que debía imitarla.

De repente, comencé a sentir algo extraño en mi entraña, algo como una tempestad. Recuerdo que, desde que habíamos tomado nuestras bebidas, se habían tocado dos o tres discos, y en ese momento todos empezaron a mirarme. Las palmas de mis manos sudaban y noté gotas de humedad en mi cráneo y en la nuca. La habitación me pareció insólitamente silenciosa, y cuando Jill se acercó para cerrar totalmente las persianas de la ventana yo pensé: “Tratan de envenenarme ¿Por qué querrán envenenarme?”. Cada uno de los músculos de mi cuerpo se puso tenso, y un extraño sentimiento de aprehensión me envolvió toda, me estrangulaba, me asfixiaba. Al abrir los ojos me di cuenta de que Bill rodeaba mis hombros con su brazo, eso era todo.

“¡Qué suerte tienes! —me decía con un tono de voz parecido al que produce un disco puesto a menor velocidad que la normal—, pero no te preocupes. Yo te cuidaré. Harás un buen viaje. Vamos, relájate, gózalo”. Acariciaba tiernamente mi rostro y mi nuca, diciendo: “No dejaré que te ocurra nada”. De repente pareció como si se repitiera incesantemente, una y otra vez; como un eco muy lento procedente de un espacio cóncavo. Empecé a reír, salvajemente, histéricamente. Me pareció oír la cosa más divertida, lo más absurdo que había oído en mi vida. Luego noté unas formas extrañas moviéndose en el techo. Bill me atrajo hacia sí y recliné mi cabeza en su pecho, sin dejar de mirar el remolino de cambiantes colores, enormes planos rojos, azules y amarillos. Intenté que otros compartieran conmigo aquella hermosura, pero mis palabras salían espesas, húmedas y chorreando o saboreando color. Me incorporé y di unos pasos, sintiendo un leve escalofrío tanto dentro como fuera de mi cuerpo. Quise decírselo a Bill, pero sólo conseguí reír.

Pronto entre cada una de las palabras, se atropellaban los pensamientos. Había encontrado el lenguaje perfecto, auténtico y original: el lenguaje que utilizaron Adán y Eva. Pero, al tratar de expresarlo, las palabras que pronunciaba no tenían nada que ver con mis pensamientos. Perdía, se me escapaba ese objeto maravilloso, incalculable y auténtico, eso que debe ser guardado para la posteridad. Me sentí terriblemente, incapaz de decir una palabra, y caí sobre el suelo, cerré los ojos y la música empezó a absorberme físicamente. Podía olerla y tocarla con la misma precisión que la oía. Nunca había existido nada tan hermoso. Yo era parte de cada uno de los instrumentos. Cada nota tenía carácter, forma y color propios y parecía enteramente autónoma, de manera que yo podía captar y precisar su relación con la composición en su conjunto, antes de que sonara la nota siguiente. Mi mente poseía la sabiduría de los siglos y no había palabras apropiadas para describirlo.

Mis ojos se detuvieron en una revista que estaba sobre la mesa y pude verla en cien dimensiones. Era tan bella que no podía soportarla, y cerré los ojos. Inmediatamente me quedé flotando hacia otra esfera, otro mundo, otro estado. Las cosas se escapaban de mi ser y volvían, privándome del aire, como al descender velozmente en ascensor. No podía distinguir lo real de lo irreal. ¿Era yo mesa, libro, música, o sólo parte de ellos? Pero en realidad no tenía la menor importancia pues, fuera yo lo que fuera, aquello era maravilloso. Por primera vez en mi vida supe que todo me estaba permitido. Bailaba ante el grupo, interpretando, exhibiéndome y disfrutándolo en todos sus instantes.

Mi sensibilidad alcanzó tal nivel que podía oír la respiración de alguien en el piso de al lado, podía oler a millas de distancia a quien estuviera preparando gelatina de naranja, roja, o verde...

Tras lo que me pareció una eternidad, empecé a desplomarme y la fiesta se disgregaba. Creo haberle preguntado a Jill qué había ocurrido, y ella dijo que diez de las catorce botellas de refresco contenían LSD y que, al igual que en el juego de “botón, botón”, nadie sabía cuál le tocaría. ¡Uy, qué contenta estoy de haber sido una de las afortunadas!

La casa de los abuelos estaba a oscuras cuando yo llegué, y Jill me acompañó hasta mi cuarto, me desvistió y me acostó en la cama. Caí en una especie de sueño como el que produce el mareo, envuelta en una sensación de bienestar general, pero con una ligera migraña que, seguramente, era resultado de haber reído tanto y tan intensamente. ¡Qué divertido fue! ¡Qué éxtasis! ¡Fue glorioso! Pero no creo que vuelva a probarlo. He oído contar demasiadas historias espantosas sobre la droga.

Ahora que lo pienso, creo que debí haberme dado cuenta de lo que pasaba. Hasta la tonta más tonta pudo saberlo, pero la fiesta me pareció tan extraña y excitante que, seguramente, ni siquiera oí lo que se decía, o tal vez no quise escuchar. De haberlo sabido, me habría muerto de miedo. Así que me gustó que lo hicieran sin advertirme, pues ahora puedo sentirme libre, honesta y virtuosa porque no tomé yo misma la decisión. Además, la experiencia se acabó por completo y no volveré a pensar en ello.

Julio 13

Querido Diario:

Durante dos días me he tratado de convencer de que tomar LSD me convierte en una “adicta a las drogas” y a todas esas cosas vulgares, sucias, despreciables que, según dicen, hacen los chicos que toman LSD y otras drogas. Pero yo soy tan, tan, tan curiosa, que no puedo contener la impaciencia de probar la hierba, sólo una vez, ¡lo prometo! Es preciso que vea si es todo tan desastroso. Las cosas que he oído contar sobre el LSD fueron, sin duda, escritas por gente mal informada, gente ignorante como mis padres, quienes, evidentemente, no saben de qué hablan. Quizá con la hierba pase igual. De todas formas, Jill me llamó esta mañana, va a pasar el fin de semana con unos amigos, pero lo primero que hará el lunes es llamarme por teléfono.

Le dije que la había pasado muy bien en su fiesta, y pareció complacida. Estoy segura de que, si se lo insinúo, Jill se dará cuenta de que quiero probar la hierba una sola vez, sólo una; luego me iría volando a casa y olvidaría todo el asunto de la droga, pero es agradable estar informada, saber cómo son las cosas en realidad. Por supuesto, no quisiera que alguien supiera que he tomado drogas, y tal vez será mejor que me consiga una de esas cajitas de metal, como las que tienen los pescadores, para encerrarte con candado, Diario mío. No puedo arriesgarme a que te lea alguien, especialmente ahora. Pensándolo bien, creo que será mejor que te lleve conmigo a la biblioteca para buscar información sobre las drogas. Gracias a Dios está la sección de catálogos, pues no me atrevería a preguntárselo a nadie.

Además, si voy a primera hora, al abrir la biblioteca, seguramente estaré sola.

Julio 14

Camino a la biblioteca me encontré con Bill. Esta noche me invitó a salir con él. Estoy impaciente por ver lo que pasa. Estoy explorando un mundo totalmente nuevo y ni siquiera puedes imaginar las anchas puertas que se abren ante mí. Me siento como Alicia en el País de las Maravillas. Quizá Lewis G. Carroll también se drogaba.

Julio 20

Querido Diario, íntimo, cálido, cercano amigo mío:

¡Qué semana tan fantástica, increíble, agotadora y excitante he tenido! Ha sido lo más grande jamás ocurrido. ¿Recuerdas que te dije que tenía cita con Bill? Bueno, pues el viernes me introdujo a los torpedos, y el domingo al rápido. Ambos son como estrellas galopando en el firmamento, sólo que un millón, un trillón de veces mejor. El rápido, al principio, daba un poco de miedo, porque Bill tuvo que inyectármelo en el brazo derecho. Recuerdo la rabia que me daban los pinchazos cuando estuve en el hospital, pero ese fue distinto, ahora no puedo esperar, realmente estoy impaciente por probar de nuevo. Con razón lo llaman rápido. Apenas podía controlarme. La verdad es que, aun queriendo, no me habría controlado; pero no quise. Bailé como jamás soñé que podría bailar un ratoncito introvertido como yo. Me sentí en la gloria, libre, suelta, diferente, mejorada; una especie perfeccionada de una distinta especie mejorada. ¡Algo salvaje! ¡Qué hermoso! Fue hermoso, realmente.

Julio 23

Querido Diario:

Anoche el abuelito tuvo una pequeña crisis cardiaca. Gracias a Dios sucedió cuando yo me disponía a salir y no resultó ser nada serio. La pobre abuelita está loca de inquietud, pero permanece serena, al menos exteriormente. Desde que estoy aquí no me han regañado, y están tan encantados de que yo me divierta y que tenga tantos amigos que no interfieren en absoluto. Queridas, bondadosas y rectas almitas de mis abuelos. ¡Si supieran lo que está pasando! Se habrían quedado estupefactos.

El ataque que ha sufrido el abuelo sólo significa que tendrá que guardar cama unas semanas, pero yo procuraré no crearles ningún problema, para que no me envíen a casa. Tal vez si ayudo más en los trabajos domésticos lleguen incluso a pensar que me necesitan.

Deseo que nada malo le pase al abuelito. ¡Lo quiero tanto! Yo sé que algún día él y la abuelita tendrán que morir, pero espero que tarde mucho tiempo. ¡Qué raro!, hasta ahora nunca había pensado en la muerte. Supongo que también yo tendré que morir un día. ¿Habrá vida más allá de la muerte? Oh, eso espero. Pero esto es, precisamente, lo que me preocupa. Yo sé que nuestras almas retornan a Dios, pero cuando pienso en nuestros cuerpos enterrados en la oscura y fría tierra, devorados por los gusanos y pudriéndose, apenas puedo soportar la idea. Creo que preferiría ser incinerada. Sí, lo preferiría, definitivamente. En cuanto llegue a casa voy a pedírselo a mamá y papá y a los hermanitos: cuando me muera quiero ser incinerada. Lo harán, pues mi familia es maravillosa. Los amo. ¡Qué suerte la mía tener una familia así! Debo acordarme de escribirles de nuevo todos los días. No he sido buena escribiéndoles, pero debo serlo, debo ser mejor. Creo que voy a decirles que quiero volver a casa, ahora mismo. Quiero alejarme de Bill, de Jill y de los demás. No sé por qué no puedo yo drogarme, aunque sea peligroso, es hermoso y maravilloso; pero sé que no debo, y no me drogaré. Nunca más. Desde aquí prometo solemnemente que, a partir de este día, viviré de tal manera que todos aquellos que conozco estén orgullosos de mí y pueda estarlo yo de mí misma.

Julio 25

El abuelito se repone muy bien. Yo he guisado y he limpiado la casa para que la abuelita pudiera estar siempre con él. Lo aprecian, realmente, y yo los aprecio a ellos.

6:30 pm

Ha llamado Jill y me ha invitado a una fiesta, pero le dije que debo estar con mis abuelos hasta que mejoren las cosas. Estoy contenta de haber tenido un pretexto para no ir.

Julio 28

Mamá y papá llaman por teléfono todos los días desde que el abuelito tuvo la crisis. Me preguntaron si quería volver a casa. Yo quisiera verdaderamente volver, pero tengo la impresión de que debería quedarme por lo menos hasta la semana que viene, para ayudar a los abuelos.

Agosto 2

Me aburro como una ostra, pero al menos tengo el apoyo moral de la abuelita; y después de todo lo que ella ha hecho por mí en el curso de mi vida, es lo menos que puedo hacer yo. Bill llamó de nuevo y me pidió una cita. La abuelita insiste en que debería salir, de modo que a lo mejor acepto la invitación y salgo con Bill, pero si quiere emprender viaje yo me limitaré a cuidarlo.

Agosto 3

Anoche, en casa de Bill había tres parejas. Su familia había salido de la ciudad y no volvería hasta la una o las dos. Los chicos tomaron ácido, y como yo había estado tanto tiempo enjaulada decidí que bien podía hacer también un último viaje. Cuando vuelva a mi casa no tomaré ninguna de estas cosas. Fue algo abismal, mejor todavía que los otros viajes. No sé por qué cada viaje puede ser mejor que el anterior, pero así es. Durante horas estuve sentada, examinando lo exótico y la magnificencia de mi mano derecha. Podía ver los músculos, las células y los poros. Cada una de sus venitas era fascinante, y mi mente todavía flamea con tanta maravilla.

Agosto 6

Pues bien, ya: ocurrió anoche. Ya no soy virgen. En cierto modo lo siento, pues siempre quise que Roger fuera el primero en mi vida, pero está ausente, de visita; además, no lo he visto desde que llegué. De todos modos, a lo mejor se ha convertido en un pazguato estúpido, en un vago idiota.

Me pregunto si el sexo sin ácido sería tan excitante, tan maravilloso, tan indescriptible. Siempre creí que era cuestión de un minuto, o que sería un acoplamiento como el de los perros, pero no fue así; en absoluto. Realmente, anoche me costó mucho emprender el viaje. Me quedé sentada en un rincón, sintiéndome como rechazada, como antagónica, cuando súbitamente ocurrió: sentí el deseo de bailar alocadamente y hacer el amor. Ni siquiera sospechaba que me atraía Bill. Me parecía una persona agradable y tranquila, que se ocupó de mí cuando necesité su apoyo; de repente, no tuve ningún reparo en tratar de seducirlo, aunque él no necesitaba que le insistieran mucho. Aún no me parece que haya sido real.

Toda mi vida había creído que la primera vez que tuviera relación sexual con alguien sería algo especial, y tal vez doloroso, pero sencillamente resultó ser como un desahogo caprichoso y luminoso, trazado para siempre. Aún no puedo separar totalmente lo real de lo irreal.

Me pregunto si todos los chicos y chicas han tenido relaciones sexuales, pero no, sería tremendamente animal e indecente. Me pregunto hasta qué punto se disgustaría Roger si lo supiera, y mis padres, y Tim y Alex, y los abuelitos. Creo que se mortificarían, pero no más de lo que me mortifico yo.

Tal vez esté realmente enamorada de Bill, pero ahora mismo apenas puedo acordarme de su aspecto. ¡Oh, estoy tan horrorosamente confundida! ¿Y si quedé embarazada? ¡Oh, cómo desearía tener alguien con quien hablar de todo esto, alguien que me comprendiera! No había pensado en eso. ¿Puede ocurrir en la primera vez? ¿Se casará Bill conmigo si quedé embarazada o pensará, simplemente, que soy una golfa facilona que lo hace con todo el mundo? Claro que no se casará conmigo. Sólo tiene quince años. Yo no podría soportar el tener que dejar la escuela como yo la abandoné el año pasado. Los chicos no hablaron de otra cosa durante semanas. ¡Oh, Dios mío, por favor, haz que no esté embarazada!

Voy a llamar a mamá ahora mismo. Le pediré a la abuelita que compre un billete de avión y mañana regreso a casa. Odio este podrido lugar, odio a Bill Thompson y a toda la tropa. No sé cómo pude mezclarme con ellos; sin embargo, me gustó tanto, me creí tan lista cuando me aceptaron. Ahora me siento miserable y avergonzada, como si todo eso no fuera a llevarme a nada nuevo.

Agosto 7

Mamá y papá piensan que debería esperar hasta la semana entrante para volver a casa. No pude discutirlo porque, realmente, la abuelita me necesita. Mientras, no contestaré el teléfono ni pondré los pies fuera de nuestra propiedad.

Más tarde

Ha llamado Jill, pero le pedí a la abuelita que le dijera que no me encontraba bien. Aun para la abuelita es evidente que no estoy bien de salud. Vivo entre dudas, recelos y temores que nunca pude imaginar siquiera.

Agosto 9

El mundo se ha detenido en su órbita. Mi vida acabó por completo. Después de la cena, cuando la abuelita y yo estábamos sentadas en el jardín, oímos unos golpecitos en la parte posterior de la verja y, ¿a ver si adivinas quién era la visita? Roger, su mamá y su papá. Habían regresado aquella tarde y se habían enterado de la enfermedad de mi abuelito, de manera que decidieron pasar un momento a visitarlo.

Yo me quedé aturdida. Roger está más guapo que nunca y quise, al verlo, echarme en sus brazos y llorar en su pecho. Pero nos limitamos a un apretón de manos, y yo me fui corriendo a buscar unos refrescos para los visitantes. Luego, después de un rato de conversación, la abuelita me mandó a buscar unas papas fritas y Roger me siguió. ¿Te imaginas a Roger siguiéndome? Incluso me invitó a salir un poco con él. Quise morirme allí mismo. Luego, cuando estábamos en el jardín, empezó a contarme que el año próximo iría a la escuela militar, hasta estar preparado para la universidad. Incluso me dijo que estaba algo asustado al pensar que por vez primera tendría que volar solo; me confió que deseaba ardientemente ser ingeniero aeronáutico y trabajar para crear nuevas técnicas para el viaje aéreo. ¡Tiene algunas ideas maravillosas! Es como leer a Julio Verne, y tiene tantos proyectos para su vida, incluso con eso del ejército y lo demás.

Luego me besó y fue como lo había soñado siempre desde que íbamos a la guardería. Otros chicos me han besado, pero no así. En ese beso hubo afecto, y gusto, y deseo, y respeto y admiración, y cariño y ternura, y simpatía y anhelo. Fue lo más hermoso, lo más maravilloso que me haya ocurrido en mi vida. Pero ahora estoy aquí, asqueada hasta la médula. ¿Qué pasará si se entera de lo que he estado haciendo desde que llegué? ¿Cómo iba a perdonármelo? ¿Cómo podría comprenderlo? ¿Lo comprendería? Si yo fuera católica tal vez podría hacer penitencia, una terrible penitencia para pagar mis pecados. Fui educada en la creencia de que Dios perdonaría los pecados de la gente pero, ¿cómo perdonarme a mí misma? ¿Cómo podría perdonarme Roger?

¡Oh, terror, horror, tormento interminable!

Agosto 10

Roger ha llamado hoy cuatro veces, pero me negué a contestarle. Los abuelitos quieren que me quede unos días más hasta que me encuentre mejor, pero no puedo, sencillamente no puedo mirar a Roger cara a cara mientras no ponga orden en mis ideas. Oh, ¿cómo pude meterme en este embrollo? ¿Te das cuenta que perdí mi virginidad cuatro noches antes de volver a ver a Roger? ¡Qué ironía, qué espanto! Pero aun sin esto, ¿habría comprendido lo de los viajes con ácido? ¿Me habría querido después? Antes, realmente no me importaba, pero ahora sí. ¡Y es demasiado tarde!

Debo hablar con alguien. Necesito encontrar a alguien que sepa sobre drogas y hablarle. ¿No podría hablar con alguien de la universidad de papá? ¡Oh, no, no, no!, se lo dirían a él y luego me encontraría realmente en un lío tremendo. Tal vez podría decir que estoy escribiendo un deber escolar sobre las drogas, algo para la materia de ciencias, pero eso no podría hacerlo hasta que empiecen las clases. Creo que será mejor que me tome algunas de las píldoras que el abuelito tiene para dormir. Sin ellas no podré pegar ojo. Incluso será mejor que me lleve unas cuantas de reserva. Tiene muchas y estoy segura que en casa, antes de que todo entre en orden, pasaré unas cuantas noches malísimas. ¡Oh, ojalá sólo fuesen unas cuantas...!

Agosto 13

Es todo lo que puedo hacer para no llorar. Mamá y papá acaban de llamar para decir que están muy orgullosos de tener una hija como yo. No hay palabras que puedan expresar lo que siento.

Agosto 14

La abuelita me acompañó hasta el avión. Cree que Roger y yo nos peleamos. Me estuvo diciendo que todo se arreglaría y que este mundo está hecho para que la mujer sea sufrida, paciente, tolerante y comprensiva. ¡Oh, si supiera! Mamá, papá, Tim y Alex vinieron a recibirme y me dijeron que estaba muy pálida y lánguida, pero jamás fueron tan cordiales y encantadores. Es bueno estar en casa.

Debo olvidarlo todo. Debo arrepentirme y perdonarme y empezar de nuevo; después de todo, apenas tengo quince años y no voy a detener la vida ni abandonarla. Además, desde que reflexioné sobre la probable muerte del abuelito no quiero morir. Tengo miedo. ¿No es horrible e irónico? Tengo miedo de vivir y miedo de morir, como dice el “espiritual” negro.

Agosto 16

Mi madre me obliga a comer. Me prepara todos mis platillos, pero apenas los pruebo. Roger me escribió una larga carta preguntando si me encuentro bien, pero no tengo ni la energía, ni la fuerza, ni el deseo de contestarle. Todo el mundo está terriblemente preocupado por mí, y la verdad es que yo estoy preocupada por mí misma. Todavía no sé si estoy encinta, no lo sabré hasta dentro de diez o doce días. ¡Oh, le ruego a Dios que no lo esté! No dejo de preguntarme cómo pude ser tan idiota, y no hay más respuesta a la pregunta que ésta: soy una idiota. Una estúpida, taruga, insensata, necia, ignorante idiota.

Agosto 17

Ya consumí las últimas píldoras para dormir que le quité al abuelito y estoy hecha una lástima. No puedo dormir y estoy completamente deshecha, mamá insiste en que debe verme el doctor Langley. Quizá me pueda ayudar. Haré lo que sea.

Agosto 18

Esta mañana fui a ver al doctor Langley y le dije todo sobre mi insomnio. Me hizo muchas preguntas sobre por qué no puedo dormir, pero yo le contesté repetidamente que lo ignoraba. “No lo sé”. Finalmente cedió y me dio píldoras. En realidad no necesito tanto dormir como evadirme, escapar. Es una manera de escapar maravillosa. Cuando pienso que ya no puedo aguantar más, me tomo una píldora y espero esa dulce nada que va llenándome. A este punto de mi vida, la nada es mucho mejor que el algo.

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