Radicalismo y Tauromaquia

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Radicalismo y Tauromaquia
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

info@Letrame.com

© Antonio Casanueva Fernández

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 9788411144025

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

PROEMIO

La fiesta de los toros que, a decir del querido autor de este libro, el Dr. Antonio Casanueva, tiene más de un milenio de vida entre los pueblos mediterráneos, está en peligro.

Y lo está por un radicalismo negador de verdades evidentes que se ha declarado enemigo de ese realismo que, a lo largo de los últimos veinticinco siglos, ha tratado de analizar con espíritu sincero y profundo las últimas causas de cada cosa, en vez de adoptar actitudes soberbias ante lo que circunda la realidad a la que se enfrenta la persona, haciéndole creer neciamente que esas son simplemente producto de su mente y que, si esa mente subjetivista las quiere ver de otra manera, las cosas cambiarán como por arte de magia.

Alguna vez, un alumno en clase me cuestionó un argumento que yo, como profesor, había sostenido, aduciendo él ante el grupo lo que establecía categóricamente un filósofo alemán subjetivista al que citó: «Si la cosa no es como tú la piensas, pues peor para la cosa».

Ante su argumentación, yo le formulé una invitación más o menos en el siguiente sentido: «salga usted, por ejemplo, al Periférico o a alguna autopista y póngase en el centro de un carril y cuando vea a un tráiler, que viene contra usted a ochenta kilómetros por hora, piense que ese objeto es simplemente una hermosa mariposa que revolotea en su dirección. A ver cuánto más le dura el subjetivismo de su profesor alemán».

Pero el problema de este imperio del radicalismo subjetivista no es solamente para la tauromaquia, es, sobre todo, para el conjunto de la humanidad que por esta dictadura del subjetivismo individualista lo menos grave que ha provocado es el relativismo cínico, la subsistencia de un pensamiento debilitado y la manipulación globalizada entre otras cosas a través de las llamadas fake news.

Independientemente de movimientos New Age que sostienen posturas panteístas en el sentido de que la creación no es que sea obra de Dios, sino que es ella misma Dios; independientemente de movimientos que defienden el respeto al animalismo incluso por encima del respeto a la dignidad de la persona humana; sin importar el auténtico culto que muchos les dan a sus mascotas y le niegan al semejante que sufre; a parte de la existencia de auténticos enemigos fanatizados de la fiesta brava que se instalan en las puertas de las plazas de toros para lanzar insultos agresivos a todo aquel que ingrese al coso, pretendiendo ellos ser civilizados y amantes de la vida en tanto que el aficionado taurino es incivilizado, asesino y cruel.

Independientemente de estos y otros muchos enemigos que le han surgido en muy pocos años a la tauromaquia, lo cierto es que como esta encarna realidad que muchos de nuestros contemporáneos quisieran eludir de sus personales vidas, es que actúan con tremenda inquina en contra de esta fiesta artística de gran tradición.

El toreo ha sido descrito por innumerables poetas, filósofos, intelectuales de muy diversas ramas científicas y humanísticas como arte de sol y sombra, de triunfo y muerte, de valor y belleza, es decir, es realidad de los más diversos contrastes que están implícitos en la vida misma.

El saber sobreponerse al miedo legítimo y natural que supone estar a solas frente a un reto del cual no podemos saber cuáles pueden ser sus consecuencias, que encuentra una escenificación plástica y gráfica en el torero, que está solo en el centro del redondel frente a un burel que lo puede matar de una cornada, pero al cual puede también dominar con su técnica y su arte al manejar un pequeño pedazo de tela y un estoque, es algo no solamente incomprensible para muchos, sino que debe ser desterrado por absurdo.

Un taurino, por lo general, aprecia la vida, por supuesto, la de cada una de las personas que se encuentran dentro de un redondel, desde el humilde monosabio hasta la más encumbrada figura del toreo. Valora la vida del toro bravo, que es realmente un animal privilegiado que vive a cuerpo de rey en una dehesa cuatro años y medio o cinco para, después, vender cara su vida en el ruedo haciendo lucir su bravura, a diferencia de la multitud de animales que son sacrificados en los rastros de cualquier pueblo con auténticas torturas previas.

Un taurino aprecia la naturaleza en general y un ejemplo son las ganaderías de reses bravas donde el equilibrio ecológico es patente y la biodiversidad se da en una armonía de la que no se pueden jactar otros tipos de desarrollos agropecuarios.

Aprecia a Dios en un ritual verdaderamente litúrgico que no se encuentra en otro tipo de espectáculos o deportes porque se sabe que un instante es frontera no solo entre el triunfo o el fracaso sino, quizá, ente la vida y la muerte y, por ello, hay que estar siempre preparados.

Aprecia la cultura y prueba de ello son la cantidad de manifestaciones artísticas que a lo largo de los pasados dos siglos han acompañado al mundo taurino.

Antonio Casanueva profundiza en todos los variados ámbitos que confluyen en esa que ha sido la gran afición, la gran pasión suya heredada de su padre, de su abuelo y, quizá, de otras generaciones anteriores que han visto en la fiesta de los toros un ámbito no solo para distraerse sanamente, sino para profundizar en muchísimos de los misterios que encierra la vida.

Cada uno de los ocho capítulos de este libro es un ejercicio que el doctor Casanueva desarrolla con esa maestría adquirida de su labor investigadora, coronada con un doctorado en prestigiada universidad británica, con la didáctica que le dan sus varios años dedicados a la formación de líderes empresariales a los que hay que enseñarles con el ejemplo de vida, con la congruencia personal, pero también con una didáctica siempre actualizada para captar las atenciones.

Pero, sobre todo, el conjunto de su trabajo editorial, que tengo en inmerecido honor de presentar, es el resultado de esa riqueza de la tradición de una familia que, a lo largo de las décadas de padre a hijo, va entendiendo por qué la tauromaquia debe ser no solo defendida, sino alimentada con la pasión de las nuevas generaciones, con la sensibilidad de personas como Paloma, su esposa, quien le aporta ese delicado sentido de su feminidad culta y profunda a la riqueza con la que Antonio ve esa fiesta que le enseñaron a amar sus dos Antonios predecesores.

Dr. Juan de la Borbolla Rivero

Rector de la Universidad Panamericana campus Guadalajara (2008 a 2018).

TESTIMONIOS A MANERA

DE PREFACIO

«Antonio Casanueva ha escrito un libro muy original desde su postura como estudioso de la filosofía y aficionado a la tauromaquia. Sus argumentos son claros, elocuentes e invitan a la reflexión. Porque en ese constante “juego” entre el hombre y el toro se encierra un gran misterio que forma parte del colectivo imaginario de las culturas mediterráneas, y otras más allá de las fronteras del Mare Nostrum. El toro sigue siendo un extraordinario catalizador de emociones que permearon en varios de los pueblos de esta orilla del Atlántico. Y, a partir de esta evidencia, Casanueva desentraña su significado, el que provoca un ser maravilloso y único de la naturaleza».

Juan Antonio de Labra Madrazo

Director general

Al Toro México

«No hay desperdicio en este libro de Antonio Casanueva Fernández, escrito con el rigor al que está acostumbrado por su formación académica e intelectual. Sin sacrificar la amenidad, nos presenta de manera clara la situación actual del Toreo respecto de sus valores enraizados en la cultura judeocristiana, los cuales han permitido subsistir en un mundo dominado cada día más por la hipocresía de lo políticamente correcto. Su lectura nos refuerza el convencimiento de que la llamada fiesta brava, es más, muchísimo más de lo que ven o quieren ver en ella sus detractores. Fundamenta el derecho a que siga existiendo el toro bravo, los toreros y quienes como aficionados encontramos en su interacción en el ruedo, una estética y unos valores ya caducos para algunos, pero plenamente vigentes en millones de personas distribuidas no solo en los países taurinos, sino también en muchos otros, y cuyos derechos a su cultura no son menores que los de quienes están en contra. Valiosísimo libro para leerlo y releerlo».

Miguel Ángel de la Garza

Ingeniero, fue alto ejecutivo de Volkswagen México y

aficionado a los toros de la ciudad de Puebla.

 

«Este libro trata sobre la historia de la tauromaquia, desde los toros en la mitología griega, pasando por la cultura española y la espiritualidad de los mexicanos, así como una crítica al animalismo exacerbado y sus tácticas plagadas de sofismas y radicalismos; para concluir con una defensa optimista y honesta de los valores de la tauromaquia, que encuentran cobijo en los principios universales del arte, la cultura y la libertad.

Antonio Casanueva Fernández es aficionado taurino y doctor en Filosofía, lo cual le permitió dar vida a este libro en el que, conjugando la academia y su afición a los toros, dio como resultado un magnífico texto donde el lector es conducido por la erudición y el arte hacia el conocimiento de la fiesta de los toros.

Este libro es, también, una compilación de las conferencias y ponencias que el propio autor dictó entre 2018 y 2019, en diversos foros académicos y de aficionados taurinos, con el propósito de defender los valores universales de la tauromaquia. Motivado en un inicio por un malentendido que había ocurrido en la Universidad Panamericana, campus Guadalajara, ante la presunta cancelación de una conferencia que iba a dictar el torero valenciano Enrique Ponce que, por fortuna, las autoridades universitarias aclararon que se había tratado de un problema con la organización del evento, dicho suceso hizo brotar en el alma del filósofo la necesidad de profundizar sobre los valores de la tauromaquia, para defenderla.

En una de aquellas conferencias, que tuve la satisfacción de reseñar en mi columna Aguafuertes Taurinas del periódico El Informador, el doctor Casanueva dijo que “… la fiesta brava es un ritual con un rico valor histórico y cultural, de carácter mítico y espiritual, que tiene sus orígenes en la mitología griega. Desde entonces hasta nuestros días, a través del tiempo de la vida de los hombres este arte noble ha tenido que soportar varios embates de poderosos y detractores, que han buscado terminar con él sin lograrlo. Porque las cosas que pertenecen al espíritu de los hombres y las mujeres, que son libres de expresarlas, perduran a través del tiempo a pesar de los pesares”.

De eso va, pues, este magnífico libro, para que los aficionados taurinos se deleiten en el conocimiento de la historia y los valores de la tauromaquia, y de igual manera para que, quienes aún no son aficionados taurinos o no conocen la fiesta brava la entiendan, se acerquen a ella y comprendan que los ataques de los que ha sido objeto son producto de radicalismo, ignorancia y en la mayoría de las veces de oportunismo político, que tanto daño hace a la sociedad».

Patricio Fernández Cortina

Abogado, empresario y escritor

Responsable de la sección taurina de El Informador.

1. INTRODUCCIÓN

1.1 Antecedentes

El debate sobre la moralidad de la tauromaquia no es nuevo. En 1567 el papa San Pío V emitió una bula contra la costumbre de lidiar toros, en la que vedaba a los cristianos a participar en aquellos bárbaros espectáculos bajo pena de excomunión. En México, Benito Juárez –en su intento de obtener reconocimiento internacional y para “civilizar al pueblo”– prohibió las corridas de toros en 18671; Venustiano Carranza hizo lo propio en la capital de la República Mexicana para así poderle incautar los bienes a Rodolfo Gaona en 1916.2 La diferencia con la actualidad es el contexto de sensibilidad ecológica y los sentimientos pro-animal que se viven en el siglo XXI.

Muchos taurinos pensaban que el arte de torear no requería defensa alguna puesto que su propia grandeza, como arte y como movimiento cultural, la ponían a salvo de vanas diatribas.3 Horacio Reiba opina al respecto: “Yo considero, por el contrario, que tales ataques no son para nada vanos, y que a la vista está lo caro que nos ha salido permanecer impasibles ante la andanada de insultos e irracionales ataques provenientes de la tauro fobia globalizada, que olió la sangre y viene por más.”4 Lo cierto es que a consecuencia de la prohibición de la fiesta brava en Cataluña en el 2010, se han multiplicado las ofensivas contra la tauromaquia. Los vituperios a los taurinos vienen de todos lados.

En octubre del 2018 se corrió una noticia que conmocionó a los aficionados a los toros de Jalisco, México: aparentemente el campus Guadalajara de la Universidad Panamericana (UP) había cancelado una invitación que le había hecho a Enrique Ponce para dar una conferencia. Había desconcierto y molestia. Las siguientes preguntas flotaban en el ambiente taurino: ¿Por qué canceló la UP la invitación? ¿Se está la UP volviendo una universidad antitaurina? ¿Es la tauromaquia contraria a los valores de la UP? ¿Molestan las corridas de toros a directivos, profesores o alumnos de dicha universidad? De ser así, ¿a todos por igual? ¿Estaban buscando las autoridades de la UP ser “políticamente correctos”?

Era el momento de actuar. No podía continuar pasivo o permanecer neutral. Me acordé de la carta pública que, en diciembre del 2015, ante la intolerancia de animalistas, escribió el torero francés Sebastián Castella en donde invitaba a los taurinos a dejar de lado la cobardía, la hipocresía y a que nos sintiéramos orgullosos de nuestra afición: “Salgamos del armario y llenemos las plazas. Tomemos las calles. Son tan nuestras como de los prohibicionistas. Y nosotros somos más. Y podemos gritar más fuerte.”5 Castella explicó que la corriente animalista encierra algo más que una persecución política e ideológica. Con una supuesta bandera de progresía, atentan con el derecho de la libertad, del trabajo, vulneran el honor y cierran plazas por capricho. El torero exhortó no solo a los aficionados a los toros, sino a todos aquellos que quieren una sociedad libre:

…vamos a juntarnos, a darnos la mano; vamos a alzar la voz y a decir con orgullo que queremos ejercer nuestra libertad para ir a los toros sin que nos acorralen en las puertas de las plazas; para decir que nos gustan los toros sin que nos llamen asesinos. Porque hoy son los cosos taurinos, pero mañana será cualquier otra manifestación artística que no les caiga en gracia. El pensamiento único es así.6

Así que busqué al Rector José Antonio Esquivias y le pedí que me permitiera explicarle al Consejo de Dirección de la UP campus Guadalajara que estaban cometiendo un error. Tuve que estudiar para poderme poner frente a un grupo de afamados académicos y directivos universitarios para defender los valores de la tauromaquia.

Resultó que había sido una confusión. La UP no había cancelado dicha invitación. Había sido un problema de organización. La UP estaba abierta a discutir ideas. De hecho, la Dra. Rocío Ruiz, Vicerrectora de la UP, me recordó lo que había escrito sobre vida universitaria: era necesario crear espacios propicios para el diálogo y la reflexión.7 En ese mismo ensayo la Dra. Ruiz citaba a Miguel Urmeneta: “Esta universidad podría ser una gran promotora del diálogo a través de la revaloración del discurso público y del respeto a todas las personas. Y, en definitiva, la brújula que necesita Occidente.”8

Me alegró la apertura de la UP tanto a escuchar mi ponencia, como a abrirse al debate para provocar reflexión en sus estudiantes. No solo eso, el pretexto me ayudó a profundizar sobre la necesidad de defender los valores de la tauromaquia. Me di cuenta de lo que defendemos al hablar de toros y que la lucha es más trascendente que únicamente proteger al toro de lidia o la misma fiesta brava.

Meses después, el Capítulo Jalisco de Tauromaquia Mexicana organizó una serie de conferencias en la Cámara de Comercio en Guadalajara, Jalisco y ofrecí adaptar aquella ponencia que había impartido en la UP. La charla causó buen impacto. Así que ante la solicitud de algunos medios de comunicación, la transcribí y dividí en pequeñas entregas que publicaron semanalmente Intolerancia Diario, Megalópolis Mx y Al Toro México.com. Derivado de aquellos escritos, Tauro Magazine me pidió que les mandara un artículo para su segundo número y escribí un texto que titulé “¿Qué defendemos cuando respaldamos la Tauromaquia?”

Dada la repercusión de la conferencia y las publicaciones, el ganadero Enrique Núñez me propuso que lo convirtiéramos en libro que permitiera ahondar sobre el tema y llegar a una mayor audiencia.

1.2 Objetivos y estructura del libro

La tauromaquia es una actividad marginal en la sociedad mexicana, son unos cuantos los que disfrutan con el toreo. ¿Por qué entonces genera tal animadversión de grupos radicales de animalistas? ¿De dónde surgen los antitaurinos que lanzan, a veces con violencia, vituperios a los aficionados a la fiesta brava? ¿Por qué fundaciones holandesas, suizas y norteamericanas dedican recursos millonarios para financiar grupos que luchan contra la tauromaquia en México y otros países hispanoamericanos?9

El ganadero Victorino Martín se refiere al animalismo como el regreso a la época de las cavernas. Y, en su carácter de presidente de la Fundación del Toro de Lidia, en enero del 2019 afirmó ante el Senado español: “Intentarán acabar con todo. Después del toro, la caza y el circo, viene todo lo demás: la equitación o la romería del Rocío. El animalismo prohíbe hasta el uso de los animales en la investigación (…) Es una involución tremenda, la vuelta a época de las cavernas”.10

El tema es aún más grave. Es un atentado contra los valores que son los pilares de la sociedad occidental. Los toros son solo un pretexto. Los animalistas lo ven como una batalla fácil que genera simpatía de una sociedad sensible ante un supuesto maltrato animal. La lucha real es contra los valores emanados de las tradiciones grecolatinas y judeocristianas.

San Agustín de Hipona decía que quien se manifiesta indiferente ante la vida y la muerte es que no ama. Los animalistas lo entienden muy distinto. Ellos, los animalistas, pretenden “salvar” a los animales del sufrimiento, pero sobre todo intentan ocultar el dolor y la muerte. La aspiración del animalismo es realizar una revolución abolicionista que humanice al animal y animalice al humano. El objetivo de los animalistas es imponer un pensamiento único, una homogenización de la cultura donde impere el gregarismo y la insolidaridad.

Parece que la tauromaquia está anatematizada en la sociedad actual, lo que ha vuelto punible sus loas inclusive en el ámbito literario y académico. El maestro Luis Francisco Esplá lo explica de la siguiente forma: “Porque donde esté el actual pragmatismo científico, ¿qué sentido tiene calentarle el caletre a la plebe con rollos del honor, el valor, la dignidad, la verdad, y toda esa colección de ripios obsoletos?”11 Horacio Reiba propone responder a la brutalidad de taurófobos y políticos que censuran en forma ominosa a la fiesta brava.12

Por eso hoy se vuelven actuales las palabras del pastor luterano Martín Niemöller quien, como parte de su lucha contra los nazis, escribió el siguiente poema:

Cuando vinieron a buscar a los comunistas,

guardé silencio,

porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a por los judíos,

no pronuncié palabra,

porque yo no era judío.

Cuando finalmente vinieron a por mí,

no había nadie más que pudiera protestar.

Este libro intenta explicar los valores contra los que atentan los animalistas. Nos remontaremos a la mitología y a la filosofía griega, al catolicismo popular español, a la evangelización de Hispanoamérica y a la espiritualidad de los mexicanos. Asimismo, revelaremos los verdaderos intereses y la filosofía de los animalistas.

Nos interesa cuestionar cuál debe ser nuestra actitud moral ante los animales. Asimismo, queremos plantearle al lector un análisis de sus supuestos ontológicos, es decir, cómo vemos el mundo, cómo nos relacionamos con la naturaleza.

Escribí estas páginas, parafraseando a Santi Ortiz, “vistiendo el amor al toreo con un discurso absolutamente humanista e intelectivo”.13 Deseo que este libro sea materia prima para la reflexión. No pretende convertir a nadie, simplemente presentar ideas que ayuden al análisis y provoquen pensamiento crítico.

El libro tampoco hace proselitismo de la tauromaquia. Respeto a quienes no le gustan las corridas de toros, incluso siento empatía por aquellos que les parece un espectáculo grotesco. No así por los abolicionistas. Es respetable que a alguien no le guste un espectáculo; por ejemplo, a mí no me gustan las películas de terror. En el caso de las corridas de toros puede ser que les desagrade porque les resultan crueles, incomprensible, aburridas o incompatibles con sus gustos o sensibilidad, tienen todo el derecho a hacerlo y de contar con el respeto de los taurinos. Pero es muy distinto aquellos que pretenden prohibirlas, porque en ese caso están atentando contra la libertad de los aficionados y de quienes viven del toro bravo. Siguiendo el ejemplo anterior, el que a mí no me gusten las películas de terror no me da derecho a prohibirle a cineastas producirlas o al público a que vaya a verlas. Mientras no se demuestre que la tauromaquia es un espectáculo inmoral o dañino para la sociedad, los intentos de abolición son flagrantes atentados contra la libertad.

 

El libro está estructurado de la siguiente forma: Una primera parte (capítulos 2, 3 y 4) expone los vínculos de la tauromaquia con las tradiciones grecolatinas y judeocristianas. Estas proximidades ayudaran a explicar por qué la virulencia de los animalistas hacia la fiesta brava. En el Capítulo 2, explicaremos los antecedentes mitológicos de la tauromaquia y los valores que la vinculan a los toros con las tradiciones grecolatinas. En el Capítulo 3, hablaremos del toro, la cultura española y el estrecho vínculo entre catolicismo popular español y las corridas de toros. El Capítulo 4 analiza la tauromaquia y la espiritualidad de los mexicanos.

Una segunda parte (Capítulo 5) que explica el animalismo y su filosofía. Ahí ahondaremos en la industria animalista y en sus tácticas.

Después de haber revelado los intereses de los animalistas, en el Capítulo 6 utilizaremos conceptos éticos para cuestionar si en el siglo XXI siguen siendo vigentes los valores asociados a las corridas de toros. Finalmente, en el Capítulo 7 hablaremos de radicalismo y libertad, y en el Capítulo 8 presentamos las conclusiones. ¡Va por todos ustedes! Y, ¡que Dios reparta suerte!

2. LOS TOROS EN LA MITOLOGÍA

2.1 Mitos griegos y toros

El toro ha estado presente en la historia de la humanidad desde que se tiene memoria. Al inicio del documental Tauromaquias Universales de André Viard, Gloria Sánchez-Grande dice: «Desde que el hombre se propuso contar su historia, el toro ha formado parte de ella».14 Esto se ve reflejado en la mitología griega. De hecho, la disputa por la humanidad entre el dios Zeus y el titán Prometeo inició con el sacrificio de un toro.

En otro mito, Zeus se enamoró de una mujer fenicia de nombre Europa, se transformó en un toro blanco para raptarla: corrió al mar y nadó hasta la isla de Creta llevando a Europa en su lomo. Cuando llegó a la orilla, reveló su identidad y la convirtió en la reina de la isla. Es decir, para la mitología griega, Europa está estrechamente ligada a un toro. No solo eso, a los griegos la constelación de Tauro les recordaba a Zeus convertido en aquel toro ensabanado.

El toro continuó presente en la mitología griega que narra la historia de tres héroes que pudieran ser los antecesores de los toreros actuales. Teseo, quien recorrió un laberinto para enfrentar y matar al minotauro (una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de toro) y, así, liberar a su pueblo de un terrible monstruo que comía carne humana. Heracles, quien dominó a un feroz toro, también ensabanado, enviado por Poseidón. Y Jasón, que enfrentó y domó a los khalkotauroi, dos toros inmensos con pezuñas y boca de bronce que exhalaban fuego por la boca.

Los toreros son descendientes directos de los héroes griegos. Donde un héroe es un personaje que encarna la quintaesencia de los rasgos claves valorados en su cultura. El héroe posee habilidades y la personalidad que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas para salvar a las personas en peligro. Las narraciones mitológicas se conforman por un inicio casi siempre extraordinario, mediado de diversos conflictos que se resuelven y un evento final donde el héroe se confronta con su contrario y, finalmente, muere de manera gloriosa para servir de ejemplo al género humano.

Los antiguos griegos veneraban al toro que también estuvo presente en la filosofía. Platón describió el sacrificio de un toro en el diálogo Critias o de la Atlántida.

La Atlántida estaba gobernada por diez reyes, quienes aplicaban las leyes que había dictado su dios Poseidón, escritas en una columna al centro de la isla y que funcionaban como constitución. Cada cinco o seis años, los reyes se reunían para hablar sobre el presente, deliberar sobre la situación de la Atlántida y juzgarse a ellos mismos. Explicaba Platón que, en el acto culminante de aquellas reuniones oficiales, ofrecían en sacrificio a un toro.

El rito funcionó durante muchas generaciones. Los atlantes sabían que manteniendo la amistad y la virtud aumentaban sus riquezas siempre que permaneciesen fieles a la naturaleza divina. Pero en un momento dado de su historia, el temperamento humano los dominó y se volvieron arrogantes, codiciosos y sacrílegos. La Atlántida cayó en una era de fanatismo materialista, corrupción de la virtud y desprecio de la ley. Es decir, desde tiempos ancestrales la humanidad ha tenido ritos que cultivan la virtud, pero también ha estado presente la arrogancia humana, las tentaciones, concupiscencia, banalidad y los radicalismos que llevan al desenfreno, pérdida de límites y a la confusión.

Las referencias a la mitología y a la filosofía griega nos ayudan a entender valores y virtudes que los toreros heredaron de los antiguos griegos. Los toreros defienden artísticamente valores como la valentía, el sacrificio, la belleza y la grandeza. Lo hacen a través de virtudes intelectuales como la astucia humana, que vence a las fuerzas de la naturaleza. También de virtudes morales como el valor y dignidad, para enfrentar el peligro en público; el dominio de sí mismo, del cuerpo, de las reacciones instintivas y de las emociones incontroladas; la lealtad para con el adversario y la solidaridad con los compañeros ante el peligro, lo que exige sacrificio de la propia persona.

Uno de los grupos más importantes de intelectuales mexicanos en la historia de México, los miembros del Ateneo de la Juventud decían que en los mitos griegos se podían encontrar respuestas para prácticamente todos los problemas humanos actuales.15 Alfonso Reyes afirmó, «leímos a todos los filósofos que fueron condenados por el positivismo como inútiles, desde Platón a Kant y Schopenhauer (...) Leímos a los griegos, que eran nuestra pasión. Estudiamos literatura inglesa. Regresamos, en nuestro camino y en contra de todas las recetas, a la literatura española».16

La cita de Alfonso Reyes es muy ilustrativa para el México actual. No es a través de recetas importadas, contrarias a nuestros valores —los miembros del Ateneo de la Juventud se referían al positivismo, hoy podríamos referirnos al animalismo— como nos conoceremos y podremos resolver las vicisitudes actuales. Tal como lo recomienda Alfonso Reyes, tenemos que regresar a los clásicos y retomar los valores griegos para entender nuestra esencia como nación y, a partir de estos valores, edificar una sociedad más íntegra.

2.2 Toro en el Poema de Gilgamesh

El toro también estuvo presente en la literatura fantástica de Mesopotamia, en Babilonia. En Asia menor, entre los ríos Tigris y Éufrates (donde hoy es Irak), la tierra era fértil y eso propició la invasión de tribus y la proliferación de ganado caprino, bovino, equino y vacuno. El toro se volvió símbolo sacro y religioso.17 Un ejemplo de ello es el Poema de Gilgamesh, que es una narración escrita en tablas de arcilla y considerada una de las primeras obras épicas. Describe las peripecias del rey Gilgamesh y su amigo Enkidu.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?